El susodicho

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Día 1:

Me he considerado paranoica por las cosas insignificantes que me ponen los nervios de punta. No puedo estar en la oscuridad; la sensación de que alguien esté ahí sin que me dé cuenta me parece de lo más insoportable. Tampoco tolero el silencio. Pensarían que lo opuesto sería lo correcto, pues al menos en el silencio podría escuchar si algo se aproxima, pero sencillamente es como si estuvieras invitando a un sonido que no debería estar ahí. Como si estuvieras dando la invitación a que algo suceda. A que algo haga algo. Duermo con el televisor encendido; resuelve los dos problemas de este mal instintivo.

Ahora dudo que solo sea paranoia. Últimamente, he estado oyendo ruidos a través de mi casa, y, a veces, cuando miro alrededor, noto cosas caídas, perdidas o movidas de lugar. Más de una vez, he oído cómo algo corretea justo antes de que me voltee, sin encontrar nada. Pesadillas… en las que una criatura que nunca he visto ni en lo más oscuro del folclore me dice que debo temer, porque pronto seré como ello.

Día 4:

Este día, en las primeras horas de la mañana, vi algo. Era exactamente como la criatura de mis pesadillas. Me dije a mí misma que todavía me encontraba en esa fase de somnolencia cuando el sueño te puede hacer imaginar cosas… No creo haberme convencido.

Creo que me tocó.

Día 6:

Apareció de nuevo, y esta vez no puedo negar que estaba completamente despierta. Fui a traer algo de tomar y me lo encontré en el pasillo, bajo la iluminación tenue que resaltaba de mi alcoba. Era pálido, bastante pálido. Casi sería blanco de no ser por su piel tan similar a la de un humano. Sus ojos eran sorprendentemente grandes y negros, reflejando la luz ligeramente. Su piel pálida se estiraba a lo largo de su cuerpo huesudo, y sus venas estaban descubiertas, como si su piel fuera demasiado fina como para cubrirlas. Tenía unas garras enormes; me aterró la idea de que me hubiera rozado con ellas. Eran como navajas, y las tres del centro se extendían a unos treinta centímetros. Las demás no pasaban de cinco centímetros, y las seis en total eran del mismo color que mis uñas.

La escena pareció haber sido sacada de una fotografía durante el segundo en que me observó fijamente con sus ojos enormes (luciendo sorprendido por que lo hubiera descubierto), antes de lanzarse de regreso a la oscuridad del pasillo por la esquina en la que se había asomado.

Día 7:

Creo que ya abandonó la casa, aunque no dormí por el miedo de despertarme y sentir sus garras tocándome de nuevo. No puedo dejar de pensar en ellas. Se miraban como si estuvieran hechas del mismo material que las uñas… ¿Entonces cómo acabaron siendo tan afiladas?

Día 8:

Cuando desperté, esa cosa me estaba observando dormir, sentado torpemente en el rincón en sentido diagonal a mi cama. No, no me desperté: me despertó. Lo oí respirar. Era un sonido acelerado, como sonaría un animal enfermo. Sin tono, sin emoción, llano.

Lo vi en su totalidad. Sus piernas traseras eran mucho más pequeñas que sus piernas frontales, y recuerdo que mi primer pensamiento fue que cómo podía caminar con las cuatro siendo tan desiguales. Pude ver sus costillas… era tan huesudo. No tenía fibra muscular ni nada que indicara su género, pero pude deducir este por cómo se agachaba, sentaba o fuera lo que fuera eso que estaba haciendo con sus patas traseras. Tenía menos garras en sus pies que en sus manos. Tres garras largas y una pequeña. Su cara era larga, no tenía nada de pelaje en su cuerpo… y tenía una nariz de esqueleto repulsiva. Me dejó verlo. Me daba la impresión de que lo disfrutaba, que le gustaba que contemplara su figura horripilantemente pálida y demacrada. Él hacía lo mismo también, estudiando cada detalle de mi contextura. Terminamos al mismo tiempo y sonrió antes de irse caminando a cuatro patas, lentamente, permitiéndome ver cómo era que lo hacía, como si supiera que me intrigaba. No dejó de verme en ningún momento y nunca parpadeó. No creo que pueda.

Dios, esa mirada…

Día 9:

Esta mañana se encontraba en la esquina de nuevo. No reaccioné cuando desperté, pese a que no quería observarlo. Siguió estando ahí por más de una hora, hasta que me di cuenta de que estaba esperando que me levantara. Más bien, jalé las sábanas contra mí y me pegué a la pared, enfureciéndolo en el proceso. Acercó su antebrazo largo y clavó sus garras en mis sábanas, quitándomelas con un ligero movimiento de su muñeca. No sé cómo lo hizo si no tenía músculos, pero fue tan brusco que su velocidad me hizo una quemadura por fricción. Con el corazón pulsando violentamente en mi pecho, y siempre atenta de cualquier otro movimiento de su parte, me moví al borde de la cama. Pese a su respuesta inexistente, percibí de alguna forma que se emocionó. Cuando al fin me paré, siguió mirándome. De pies a cabeza. Luego sonrió y se fue.

No me gustó cómo se me quedó viendo.

Día 10:

Creo que le gusta ese rincón. Estaba ahí de nuevo por la mañana. Esta vez no me sentí tan insegura de levantarme, pues creía que eso haría que se fuera, pero no fue así. Siguió mirándome, como esperando que hiciera algo más. Cruzamos miradas por un largo tiempo hasta que se desesperó. Se acercó a mí, y me alejé por reflejo hasta la pared a un lado de mi puerta. Se vio complacido por mi temor, pero me interponía en su camino. Permanecí inmóvil cuando caminó hacia mí, empujándome a un lado con su brazo para que le diera pasada. Su piel era suave y ligeramente delgada.

Día 11:

Hoy no estaba en mi cuarto… un alivio fugaz. Sin embargo, mientras me vestía, lo caché espiándome. Me congelé con un brazo por fuera de la manga y mis pantalones a medio subir. Traté de ignorarlo y terminé de vestirme. Para cuando miré de nuevo a la puerta, preocupada, ya se había ido.

Me da la impresión de que está ideando alguna clase de plan.

Me pone nerviosa creer que tenga la inteligencia suficiente como para hacer planes.

Día 12:

No estaba en la esquina de nuevo. Pero me vestí despacio y atenta en caso de que estuviera afuera. Casi recé por que hubiera conseguido lo que quería con espiarme y se hubiera ido.

Estaba en la cocina, expectante, como una mascota. Corrí a mi alcoba apenas lo descubrí, y él hizo lo mismo, persiguiéndome, adelantándose frente a mí de un momento a otro y bloqueando mi camino. Me veía con unos ojos que no denotaban emoción alguna, aunque sabía que estaba molesto. Fui a la cocina y le puse un filete crudo en un plato. Lo azotó contra la pared, donde la carne se salpicó de forma repugnante, mientras que el plato se hizo añicos.

Confundida ante sus intenciones, saqué jugo de naranja y le ofrecí un vaso. Solo me dio un quejido débil, el primero que le había escuchado, y del cual logré deducir claramente que era hembra. Siguió observándome con el jugo en mano hasta que le di un sorbo tímido, y se sentó, satisfecha. Me preparé tostadas y huevo. Ella no quería nada, solo que yo comiera. Una vez que terminé, se levantó y se fue.

Me pregunto si está tratando de engordarme.

Día 13:

Se está adentrando cada vez más en mi vida. Hoy no la vi hasta después del desayuno. Iba a ir al baño, y, de pronto, me la encontré a la altura de mis pies con sus garras a centímetros de mis tobillos. Mantuve una postura firme, caminando tranquila con ella a mi lado hasta quedar a dos pasos del baño, precipitándome hacia dentro y azotando la puerta. Suspiré y tomé asiento en el retrete. Entonces escuché el rugido descomunal que provino desde afuera y vi cómo destrozó la parte inferior de la puerta con sus garras afiladas y entró, sentándose a mi lado con una sonrisa triunfante.

No pude contener las lágrimas. Solo se retiró hasta que terminé mis necesidades.

Día 14:

Hoy me siguió afuera de la casa. Repasé mi rutina sin señales de ella, sintiéndome contenta mientras me dirigía a la universidad, hasta que la escuché. Su respiración. Miré alrededor, temerosa, y noté sus ojos negros puestos sobre mí. Estaba escondida bajo la sombra de un árbol a pocos metros de mí. Cuando me detuve, hizo un sonido de desaprobación. Reanudé mi camino sin más.

Me ha entrenado.

Día 15:

Estoy empezando a comprender cómo opera. Estuve pendiente de su llegada hasta que mi horario en la universidad finalizó, pero no se mostró. Cuando llegué a casa, como lo suponía, estaba esperándome ahí. Pasé a mi siguiente quehacer: tarea. Se mantuvo a mi lado hasta que acabé.

Casi me siento contenta de entender qué es lo quiere.

Día 19:

Tenía razón: me siguió a través del resto de mi rutina diaria hasta que me fui a la cama. He comenzado a preguntarme qué es lo que hace cuando no está estudiándome, o si compilará en algún lado los datos que saca sobre mí.

Me doy cuenta de que eso podría significar que los está compartiendo con otras criaturas como ella. Dormí con dificultad.

Día 20:

Se ha ido. No la vi, aun después de irme a la cama. Estoy preocupada.

Día 23:

Sigue sin dar la cara. Solo estas entradas de diario y el agujero en la puerta del baño me convencen de que realmente estuvo aquí.

¿Adónde se ha ido?

Día 24:

Llamé para que repararan la puerta. No sé por qué no lo hice desde que dejó de venir (o apenas terminó de observar mis rituales de «limpieza»). Me dijeron que tomará un día.

Día 25:

El hombre me hizo muchas preguntas por el agujero, diciendo que parecía como si alguien le hubiera dado con un hacha. Me preguntó por qué estaba tan abajo y sobre su tamaño tan extraño. Mentí y se me quedó viendo raro; le dije la verdad y empeoré el asunto. Cuando insistí con que decía la verdad, me amenazó y salió de mi casa.

No fue del todo inútil, incluso me siento un poco mejor por habérselo contado a alguien. En fin, tendré que buscar a alguien más que me repare la puerta.

Día 26:

Todavía estoy temblando.

Ha vuelto, pero algo cambió en ella. Desperté y me encontré con su boca en torno a mí, casi engulléndome la cabeza en su totalidad. Vi todos sus dientes afilados desde la entrada de su boca hasta su garganta. Mi primer pensamiento fue que había vuelto para matarme. Mi segundo fue preguntarme si más bien podía ser su alimento. Mi tercero… fue cómo era que funcionaban todos esos dientes en su garganta. Retiró su boca con lentitud y uno de sus dientes rozó mi nariz. Apenas me tocó, pero me hirió fuerte y sangré. Lamió la herida y sentí su lengua como la de un gato. Se veía muy satisfecha por mi aspecto horrorizado y se fue abruptamente.

Día 27:

Me despertó de nuevo, esta vez estando encima de mí. La contextura de sus huesos presionados sobre mí fue lo que me hizo reaccionar. Se me quedó viendo con una sonrisa e insistió con enseñarme sus dientes de nuevo. Se le escapó un quejido y saltó al rincón.

Día 31:

Ahora nunca me deja sola. Aprendí que no duerme, quizá no lo necesita. Siento sus ojos adondequiera que voy.

Día 33:

Ayer recogí un gato enfermo de la calle en mi ruta desde la universidad. Hoy estaba destripado en la mesa de mi cocina. Sonrió cuando vomité.

Día 34:

Hoy estuvo afuera por un rato y noté que la puerta de mi clóset estaba abierta. Resulta que es ahí donde ha estado viviendo. Tenía un olor a muerte intenso.

Día 37:

Por primera vez en mucho tiempo, no se presentó. Aproveché la oportunidad y salí toda la noche con unos amigos. Me siento un poco mejor.

Día 41:

Está ganando peso y emana una sustancia asquerosa que huele a carne roída. No sé de qué se está alimentando.

Día 43:

Me habló. Dijo que ya no puedo volver a salir.

Día 48:

Me he quedado sin comida. Vio que no había comido y me trajo un perro degollado.

Día 50:

Intenté salir a traer comida, y me atacó. Tengo la herida en mi pierna de tres de sus garras desde donde me arrojó hacia la sala de estar. La maldije de todas las formas que sabía.

Me comí el perro.

Día 51:

Lloro mucho. No puedo amasar la motivación para salir de la cama. La herida está infectada y se ve un tanto serio, pero a ella no parece importarle. Traté de hablarle, preguntarle qué quería. Solo sonríe con sus dientes y se me queda viendo… es lo único que hace.

Día 52:

Me levanté para limpiar la herida. Tuve suerte de tener todo lo necesario, creo. Viviré. Desearía no haberla curado y morir por la infección, incluso si tuviera que soportar el dolor extendiéndose por todas mis venas. Pero ella me obligó a hacerlo.

Día 53:

Leí un libro y reí. Está adelgazando.

Día 55:

Sonreí. Se miraba triste. Me tomó un tiempo darme cuenta de que su olor se había ido.

Día 57:

Sé cómo matarla.

Día 64:

Finalmente soy libre. Después de una semana de preparación, conseguí acercarme a ella mientras se dirigía al cuarto continuo a mi alcoba, y la abracé; su piel estaba grasosa por ese líquido horrible. Gritó y trató de atacarme, pero me puse sobre su espalda, agarrándola con fuerza y rehusándome a desistir ante el miedo. La sujetaba aún más fuerte cada vez. Ella corrió, y casi perdí mi agarre por su velocidad y el olor que había comenzado a marearme. Tuve que tragarme el vómito que subía por mi garganta.

Besé su cabeza, sintiendo el puso exagerado de sus venas: fue entonces cuando cayó al suelo dando un grito horrible. Agitada, me levanté y vi que sus ojos estaban blancos, que ya no me seguían. Al fin había muerto.

Día 68:

El cuerpo se ha ido. No me importa siempre y cuando no tenga que verlo.

Día 71:

Fui despertada por la sensación de esas garras tocándome, y me lancé de inmediato a abrazar la criatura, pero batió sus garras contra mi cara, hiriéndome terriblemente. Una voz rio; era macho.

«Ya sabemos de ti. Eso no te funcionará dos veces».

Noté que había otro más en el rincón.

No puedo dejar de llorar.

Día 173:

Me enviaron a mi primera casa. El blanco es un niño pequeño. Se orinó encima cuando le pasé mis garras. Fue maravilloso.

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La traducción al español (y edición considerable) pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por Kaitlyn C.:
http://creepypastaindex.com/creepypasta/the-aforementioned

Creepypastas

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62 comentarios

—SPOILER MÁXIMO, no leas si no has leído la historia D:

De acuerdo con la autora, esos seres se alimentan de la miseria de las personas. Es por eso que la pasa viendo, adentrándose en su vida, aprendiendo sus rutinas —aunque esto también para, como dijo la protagonista, ir y «reportarse» ante los demás como ella—, confundiéndola. En la parte que dice «ha engordado», es porque la ha hecho sufrir tanto que su miseria hasta le hizo subir de peso. Fue por eso que la aisló ahí en su casa, también, para atormentarla de peor manera.

El salto de los 100 días es porque la mujer se quitó la vida, y cuando hacen eso —o mueren a manos de esos seres— se convierten en uno de ellos.

Y su punto débil son muestras de afecto porque es algo que no pueden soportar. Ella se da cuenta de eso cuando:

«Día 53:

Leí un libro y reí. Está adelgazando.

Día 55:

Sonreí. Se miraba triste. Me tomó un tiempo darme cuenta de que su olor se había ido».

Ve que el monstruo reacciona ante ella estando alegre Lo debilita.

Me gusta que deja la duda de quién habrá sido el primero.

Buen creepy. Una historia un tanto atrayente, al principio me dio la impresión de que era otra versión u anécdota de The Rake. Entendí la historia al final gracias al spoiler, sin embargo la historia no me dio miedo ni nada, pero es buena para pasar el rato
Puntuación 4/5

Genial! Simplemente genial! Ya había leído una historia parecida, pero ninguna como esta que te lleva a un final completamente inesperado, y conforme pasan los días uno de va dando cuenta lo que el/la autor@ quería plásmar en esta historia. Felicitaciones al creador de este creepy. A favoritos y 5/5

jaja muy bueno… noto cierto parecido de esa criatura con The Rake (El Rastrillo) ¿Será que están emparentadas las historias? y para aquellos q no lo han leído tmbn lo recomiendo

me quede aterrada!!!!
espero jamas encontrar uno de esos…..
aunk esta mañana me asuste de muerte…
lei la historia antes de dormir y al despertar senti una respiracion y algo peludo sobre mi…. por suerte al abrir los ojos solo era mi gata negra >.<
….

¡Excelente historia! *^* Se la conté a mi mamá y me miraba con pánico. Ahora no querré abrir mi clóset nunca más y me dará miedo ir por los pasillos vacíos de mi colegio, aunque eso no tenga mucho que ver. Realmente excelente. <3

Logra captar rápido la atención de principio a fin. Es bueno el argumento, y el final muy inesperado. NO estaba muerto del miedo pero si lograste dar un toque tetrico y morbido al tema. Se merece estar en favoritos

¡Simplemente maravillosa! Es una historia muy buena, y para mi, contiene todos esos elementos que te ponen la piel de gallina. El simple hecho de imaginarse estar en una situación similar a la de la chica de esta historia es perturbador. Y el final sencillamente fue inesperado, ¿Quien hubiese imaginado que la chica terminaría convertida en eso que ella tanto temía? He ahí otro elemento que me fascinó de esta historia.Yo conocí dicha creepypasta en voz de dross, y desde ese momento me atrapó por entero. La busqué por escrito, pero no pude encontrarla, hasta hoy. ¡Muchas gracias por el aporte!

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