El Hombre que Canta y Baila

14 minutos de lectura

Quedan pocas personas con vida que recuerden a El Hombre que Canta y Baila. El tiempo ha reclamado a los sobrevivientes de aquella larga noche, y estoy seguro de que se fueron de este mundo sin protestar. La vida toma un curso extraño después de una noche como esa.

Los que aún viven: Bill Parker, Sarah Carter, Sam Tannen… no hablan sobre ello. Sam tiene suerte. Su cerebro empezó a convertirse en avena hace unos años y ahora encuentra problemas incluso para ponerse los pantalones. Se le concedió un alivio prematuro de sus recuerdos. No se despierta noche tras noche con la música todavía sonando en sus oídos y lágrimas en sus mejillas.

El Hombre que Canta y Baila vino a Belle Carne con pocos bombos y platillos en el otoño de 1956. Yo recién había terminado la secundaria y estaba trabajando como repositor en Handy’s Hardware. Estaba ahí la tarde en que Sarah Carter se precipitó por la puerta haciendo que el timbre de bienvenida sonase como loco.

—Juan, debes ver lo que prepararon en la glorieta. Hay una gran carpa y un hombre parado enfrente de ella gritando cual presentador de circo. —Sarah estaba sin aliento y evidentemente había corrido el trayecto desde el parque hasta la Calle Principal. Le dio un resoplido al mechón de cabello despeinado en su rostro mientras esperaba que yo reaccionase. Con Sarah siempre estaba dos pasos atrás y corriendo para alcanzarla. La chica tenía energía en aquel entonces, y en cantidades ilimitadas. Dejé de acomodar los clavos para responderle:

—No había nada allí cuando pasé esta mañana. ¿En qué momento la colocaron?

Se encogió de hombros.

—No lo sé, pero allí está. Y tienes que ver a este tipo. Está disfrazado de pies a cabeza y no para de hablar, ¡y vaya que sabe hacerlo!

Lo pensé y miré el reloj. Eran cerca de las cinco y mi turno ya terminaba de todas formas.

—Está bien, vayamos a verlo entonces.

Sarah sonrió de oreja a oreja y desapareció. No dudé que se lo estuviese anunciando al resto de nuestra pandilla.

Me encontré con Bill en el camino al pasar por la farmacia en donde trabajaba.

—¿De qué rayos está hablando Sarah, Juan? Entró volando por la puerta y se fue del mismo modo antes de que pudiese preguntarle algo.

Bill era un muchacho grande, el más alto (y más pesado) de nuestra clase. Tiene su temperamento, pero es un buen tipo. Era también el mejor de su equipo de básquetbol en la secundaria, aunque uno de los pocos que ha sido expulsado durante un juego. Arrojó a un chico al otro extremo de la cancha. Bill dijo que le había dado un codazo en el estómago. Un accidente evidente; nadie se atrevería a hacerle eso a propósito.

Al final de la Calle Principal, cruzamos la Calle Buchanan y entramos al parque. Normalmente, en ese punto ya hubiésemos podido ver la glorieta —sobre una colina en el centro del parque—. Durante el verano solía haber conciertos ahí: actuaciones de la banda de la escuela, coros de la iglesia cantando algunos himnos, ese tipo de cosas. Una vez, un par de chicos de la secundaria comenzaron una excelente banda de rockabilly, pero de algún modo el comité del parque sacó una ordenanza que prohibía el rock and roll en ese lugar. Pueblos pequeños, ¿sabes?

Pero ahora había una carpa enorme de color amarillo que tapaba la vista de la glorieta, como esas que tienen los circos o esas que los alcaldes suelen usar cuando tienen ganas de «sentir el espíritu del pueblo» —y sentir tu billetera, además—.

Ya había una multitud bastante grande alrededor de la carpa cuando Bill y yo llegamos. Podíamos escuchar al tipo del cual nos había hablado Sarah; realmente sonaba como un presentador de circo. A empujones, avanzamos por la multitud y nos acercamos al lugar en donde estaba el hombre.

—¡Vamos, gente! ¡Se está acercando, el momento se está acercando! ¡Vamos a tener una gran noche! ¡Así es, una noche GRANDIOSA! ¡Cantaremos, bailaremos; lo PROMETO! ¡Y El Hombre que Canta y Baila siempre cumple sus promesas!

Aún no podíamos verlo, había demasiadas personas bloqueando el camino. Parecía que todo el pueblo había acudido a ver a El Hombre que Canta y Baila. Bill me tiró de la manga y apuntó con su dedo. Lo seguí con la mirada y no lo podía creer. Era el Reverendo Harper, el cura baptista. He vivido por mucho tiempo, pero nunca vi otro hombre que pudiese golpear con una biblia tan fuerte como él. Harper predicaba sobre los males del pecado; el pecado en la bebida, el pecado en el tabaco, el pecado en la droga, el pecado en cualquier cosa y, por sobre todo, el pecado en la danza. Y aquí estaba, haciendo cola para entrar a la carpa, porque ciertamente no estaba predicando. Lo saludamos, y el viejo baptista se puso del color del Mar Rojo, nos dio la espalda y se alejó. Bill y yo nos miramos sonriéndonos y seguimos caminando hacia El Hombre que Canta y Baila.

Al fin pudimos emerger de entre la multitud y verlo. Estaba parado sobre un cajón viejo y astillado que parecía estar a punto de colapsar. A su lado, sobre el césped, había un estuche de violín con detalles dorados en los bordes. Parecía viejo, más viejo que el cajón, más viejo que el pueblo. Parecía una antigüedad.

Él era puro codos, rodillas y hombros. Alto y larguirucho, y su cuerpo se movía al ritmo de sus palabras. Estaba usando una chaqueta roja y blanca, como esas de los cuartetos que solían cantar en las barberías. Tenía un sombrero de paja en la cabeza, que incesantemente se acomodaba con sus manos de dedos largos. Seis dedos en cada mano. Me sorprendió ver eso. Había leído que algunas personas nacían con seis dedos, pero leer sobre algo y verlo son cosas muy diferentes.

—Bien, bien, falta muy poco. Realmente falta muy poco. ¿Están listos para cantar? ¿Están listos para bailar? Porque estoy listo para tocar mi violín, sí que lo estoy, sí que lo estoy. Tengo el violín a mis pies y estoy listo para tocar, listo para hacer que esas cuerdas CANTEN. ¿Pueden creerlo?

Aplaudió, y eso fue lo más cercano a una pausa que estuvo dispuesto a hacer.

Sarah y Sam se acercaron a nosotros después de encontrarnos entre la multitud. Sarah me codeó en las costillas.

—¿Qué te dije? Parece que está en un carnaval intentando hacernos ver a la mujer barbuda o algo así.

Sam asintió con la cabeza para saludarnos, lo que hizo que sus anteojos se resbalasen por su nariz y les dio un empujón con su dedo para arreglarlos. Era tan alto como Bill, pero su físico ni se acercaba al de él. Era el chico listo en nuestra pandilla. Uno tiene que tener cerca a alguien así para que te enseñe a hacer cosas como desmantelar el auto del director y rearmarlo en el gimnasio de la escuela.

—¿Qué está vendiendo? —preguntó Sam.

—Un baile, creo yo —le dije.

—¿Cuánto cuesta?

El Hombre que Canta y Baila debió de haberlo escuchado, porque dijo:

—¿Cuánto cuesta, están preguntándose? No cuesta ni un dólar, ni un centavo. Amigos, esto no les costará nada. Solo entren a la carpa y bailen toda la noche al ritmo de la canción.

Nos miramos entre nosotros. Era un buen trato. ¿Música gratis y un lugar para bailar? No había mucho que hacer en el pueblo en aquellos días, y todavía no lo hay. Era casi muy bueno como para ser cierto.

El Hombre que Canta y Baila se detuvo, lo que era un pequeño alivio. Hurgó en sus bolsillos, sacó un reloj dorado y miró la hora. Y entonces sonrió, con una sonrisa que mostró cada uno de sus dientes.

—Amigos, es tiempo de bailar, así que entren. Entren todos, porque es momento de que el baile comience. —Y con eso, se bajó de su banco, lo tomó junto con el violín y se metió a la carpa.

Sarah, Bill, Sam y yo casi fuimos arrollados en el apuro de la gente por entrar, pero aun así fuimos los primeros adentro. Era enorme. Había un suelo de madera debajo de nuestros pies que parecía ser de roble, de roble oscuro, y pulido hasta brillar como un espejo. Había velas en candelabros por todos los postes de la carpa, y cuando miré hacia arriba no pude ver el techo por tanta oscuridad. Era como mirar a un cielo sin estrellas donde ni siquiera la luna se molestaba en aparecer.

La multitud nos condujo más y más adentro mientras la gente ingresaba. No era solo gente joven. Estaba la señora Crenshaw, nuestra maestra de Inglés que ya iba para los cincuenta. Estaba el señor Hopkins, el director de la primaria. Estaba el buen Reverendo Harper, quien aún se veía avergonzado. Realmente todo el pueblo estaba ahí. Demonios, incluso estaba el alcalde con su mujer, parados y hablando con el jefe de policía.

Dentro de poco, todo el mundo había ingresado y el murmullo de la gente charlando era ensordecedor. Todos buscábamos a El Hombre que Canta y Baila para saber en dónde se había metido. Nadie miró hacia arriba, así que nadie lo vio hasta que hizo sonar las cuerdas del violín con su arco.

Allí estaba, en el centro de la carpa, sentado en una pequeña plataforma de madera a aproximadamente seis metros de altura. Dios sabrá cómo logró subirse ahí, porque a decir verdad no había ninguna escalera que llevase hasta arriba. Dejó caer sus pies por la orilla de la plataforma y tomó su violín con una mano y su arco con la otra. Tanto el arco como el violín parecían estar hechos de la misma madera oscura del piso, y brillaban a la luz de las velas como si estuviesen vivos. Incluso llegué a dudar de si el violín necesitaba a El Hombre que Canta y Baila para hacer que sus cuerdas tarareasen.

Todos lo miramos, y nos sonrió mientras se ponía de pie rápidamente, haciendo que a la multitud le preocupase que fuese a tirarse en medio de ellos. Y entonces comenzó a tocar.

Hizo cantar a esas cuerdas. Nunca he vuelto a escuchar a alguien tocar así, y doy gracias a Dios por eso cada día. Aflojaba las articulaciones y aturdía la mente. Sentías la necesidad de mover todos los huesos. Tomé la mano de Sarah y comenzamos a bailar por el suelo de la carpa, y todo el mundo nos siguió. Algunos con pareja, otros solos. Algunos bailando cuadrillas, otros bailando el vals y otros bailando Twist. Bailamos, movimos las caderas, sacudimos el esqueleto y rocanroleamos.

Pasé junto al Reverendo Harper, él moviendo los pies en un torpe baile junto a Eloise Grendel, una vieja fervientemente católica. Vi a la esposa del alcalde bailando un vals con Dan Adams, uno de nuestros bomberos.

Me movía en espiral con Sarah, chocando y empujando a las personas que estaban cerca. Hacía mucho calor y la temperatura subía cada vez más. No pasó mucho tiempo antes de que el lugar empezase a apestar a sudor. Me sentía mareado, pero seguimos bailando, bailando sin parar. También me di cuenta de que El Hombre que Canta y Baila estaba cantando, pero en un lenguaje que no entendía.

Se erguía sobre nosotros, parado en esa plataforma, haciendo cantar a su violín. Su arco se levantaba y caía, se deslizaba sobre las cuerdas de arriba hacia abajo, de lado a lado. Tocaba de la misma forma que hablaba; sin descansos, sin pausas, solo un diluvio maníaco de notas mientras su lengua se enredaba en palabras que no tenían por qué ser pronunciadas en este mundo.

Sacudí mi cabeza mientras giraba con Sarah y me sentí cansado. Mis pies me dolían y mi espalda baja estaba empezando a palpitar. Vi mi reloj y entendí que habíamos estado bailando por una hora entera. Volví a sacudir mi cabeza, intentando ahuyentar la sensación de adormecimiento que estaba nublando mis pensamientos.

—Sarah…

Me aclaré la garganta. Solo había podido susurrar. Mi lengua se sentía extraña y gruesa.

—Sarah… —Lo intenté de nuevo, esta vez más fuerte, pero ella no respondió y continuamos bailando. La sacudí, pero no respondió. Continué sacudiéndola hasta que noté que lo estaba haciendo al ritmo de la música.

Entonces intenté parar, y no pude. No podía parar.

Debajo de la niebla de mis pensamientos, empecé a sentir temor. Vi los rostros de las otras personas y pude ver su miedo. La cara del Reverendo Harper se había puesto más roja que antes; el sudor caía a chorros por su rostro, pero él seguía moviéndose junto a la señora Grendel, cuya cabeza se balanceaba de lado a lado. Se había desmayado, pero sus pies aún se movían. Pasamos cerca de Bill, quien bailaba con Susie Watkins, y vi que los ojos aterrados de la chica recorrían todo el salón, pero Bill solo movía su cabeza al ritmo de la música y sus ojos vidriosos estaban perdidos en la nada. El Hombre que Canta y Baila se rio desde su plataforma y continuó tocando.

Escuché un grito y giré mi cabeza para ver a una mujer tirarse al piso, sosteniéndose la pierna con sus manos. Se había acalambrado. Le tenía envidia. Ella había conseguido parar, había conseguido descansar. Mis piernas se sentían como madera muerta y el dolor en mi espalda se había profundizado.

Entonces su pareja de baile se paró en su tobillo y escuché el crujido desde mi lado de la sala. Él seguía bailando, con los ojos en blanco mientras se movía. Ella gritó de nuevo e intentó arrastrarse, pero, en lugar de eso, terminó parándose. Comenzó a bailar, dejando caer su peso sobre el tobillo roto. Una y otra, y otra vez. Me di la vuelta, pero no pude dejar de escuchar sus sollozos.

La música continuaba.

Miré mi reloj nuevamente y ya habían pasado tres horas. No paramos, no aminoramos el ritmo. Seguíamos moviéndonos al compás del violín. Sin importar las ampollas. Sin importar los dedos o tobillos rotos. Sin importar el profundo dolor de espalda que se rehusaba a desaparecer. Sin importar los corazones viejos ni las rodillas malas. Seguimos ese ritmo frenético como una masa: una criatura con una sola mente que se bamboleaba y saltaba.

El Reverendo Harper murió. Vi cómo pasaba. Estaba sosteniendo a la todavía desmayada señora Grendel, cuando la soltó. Ambos cayeron al suelo. Él se retorció una vez, sus pies atinaron un súbito ritmo staccato, y luego se quedó tieso.

La señora Grender se levantó y siguió moviéndose. Yo miraba a Harper mientras bailaba, intentando ver si respiraba.

No lo hacía. Les juro que no lo hacía. Pero aun así se levantó. Estaba muerto, pero aun así se levantó y empezó a bailar de nuevo. Se dio vuelta para verme, y sonrió con la misma sonrisa de El Hombre que Canta y Baila. Sus ojos estaban rojos, llenos de la sangre de lo que sea que se hubiese roto en su cerebro.

Harper no fue el último. Probablemente no fue el primero. Los viejos y enfermos fueron los que más pronto caían. Agotamiento, ataques al corazón, hemorragias en algún lugar del cuerpo: murieron. Y entonces se levantaban y seguían bailando, sonriendo con esa sonrisa.

Pasé cerca de Sam y Lisie. Él había perdido sus anteojos. Sus ojos se movían por todo el lugar, totalmente conscientes. Miré su pierna y vi una quebradura expuesta que rasgaba su jean. Dejaba tras de sí un rastro de sangre y, cuando giraba, manchaba a las personas que estaban a su alrededor. Se paraba en esa pierna rota, saltaba sobre ella. Todo al ritmo del violín.

El olor de la sangre se mezcló con el del sudor y ya no podía respirar. El aire era denso y por todas las direcciones escuchaba llantos, gritos, aunque nada acallaba el sonido del violín o del canto de El Hombre que Canta y Baila.

Y entonces se detuvo. Bailé un último paso y luego me hice parar. Miré hacia arriba, todos lo hicimos. Él estaba mirando su reloj de bolsillo.

—¡Está bien, amigos! ¡Es todo por esta noche! El baile ha terminado y la mañana ha llegado. Pueden irse si es que pueden caminar, y deberían caminar rápido porque este hombre que canta y baila se está yendo.

Nos quedamos de pie allí, como aturdidos. Empezamos a caminar hacia la salida de la carpa. Nadie corría, porque nadie podía hacerlo. Era un milagro que pudiésemos caminar. Sarah se me adelantó y se fue, pero yo me quedé. Me di vuelta y vi al menos veinte personas que aún estaban paradas allí, entre ellas Harper. Todas estaban sonriendo. Se mantuvieron de pie sin dar señales de querer irse.

—Vete, amigo. Ya tengo lo que quiero, pero me encantaría añadirte a mi colección si te quedas aquí por mucho tiempo.

Lo miré y lo vi sonreír. Entonces le di la espalda y dejé la carpa. Cuando me volteé de nuevo, todo había desaparecido, incluida la gente que estaba adentro.

Esa es la historia de lo que ocurrió. Los otros no la dirán o pretenderán que nunca ocurrió. Sin importar las veintiún personas que desaparecieron esa noche, entre ellas la esposa del alcalde. Prefieren no pensar en ello.

Sarah y yo llevamos a Sam al hospital en el pueblo vecino, lejos de las personas que sabían qué había ocurrido. Tuvieron que quitarle la pierna. Sam ya era una persona callada y luego de esto lo fue aún más. No se mueve mucho últimamente, solo se sienta en el frente de su casa con un bastón en su regazo y masajea el muñón con su mano. Dice que le molesta en las noches frías, y en las cálidas, y en las húmedas, y en las secas.

Bill dejó el pueblo y se unió a la armada, se quedó lo suficiente como para pelear en Vietnam y ganó un puñado de medallas. Volvió y sentó cabeza para beber (y beber mucho). Si quieres encontrarlo, puedes hacerlo en el bar de Eddie Dixon. Aunque no importa cuán borracho esté, no va a querer hablar de esa noche.

Ninguno de nosotros supo mucho de Sarah después de eso. Parecía estar bien, pero ella siempre parecía estarlo. Dejó el pueblo y comenzó la universidad, pero al igual que Bill fue arrastrada de vuelta a Belle Carne. Ahora enseña inglés en la secundaria del pueblo.

Y yo me quedé aquí, en la ferretería. Incluso la administré por un tiempo, pero ahora no hago mucho. Solo me siento con Sam y a veces hablamos de algunas cosas. Aunque no tan a menudo, porque si me quedo hasta muy tarde o por mucho tiempo, veré sus ojos llenarse de lágrimas mientras se encierra en sí mismo. Y podré escucharlo tararear un pequeño fragmento de una canción, y los cabellos de mi nuca se erizarán y sentiré escalofríos recorrer todo mi cuerpo.

Entonces sé que mi pie comenzará a golpetear el piso de madera emulando un pequeño ritmo, y una sonrisa amplia se dibujará en el rostro de Sam. La sonrisa de El Hombre que Canta y Baila.

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La traducción al español pertenece a Lady Constantine (contribuidora). Fue escrito en inglés por Dylan Charles:
https://dylancharles.net/dylans-books/

Lady Constantine

Lo unico que necesitan saber de mi, es que los miro mientras duermen...

Please wait...

62 comentarios

Lady gracias por el aporte está excelente.. Hazme un hijo!

Considerando que Juan estaba bailando con Sarah me hubiera gustado saber lo que sucedía con ella durante el baile, él la sacudió, al ritmo de la musica.. Pero ¿que mas?.. Yo y mi constante incertidumbre.

Me quieres decir que desde ahora ella se hará cargo de tu trabajo?, ya que últimamente esta pagina anda en declive y los pendientes se quedan ahí, no limpian, y no lo actualizan, ojala y ella haga un buen trabajo :cerealguy:

@lilithfilth Si me vas a aplicar la ley del hielo hacelo como hombre y no recaigás en hablarme. Sabés que de todos modos apareceré cualquier día de estos en tu casa y no resistirás las ganas de darme amor.

Punkster, sólo me tengo que desocupar, que será en tres días. La semana que viene pongo orden. Y te la pongo.

Notarás, niño, que no te hablé, si no que me reí dulce y sarcásticamente de tu comentario. No aparecerás en mi casa, y no, no hay amor para ti.

¡Mas traductores! Los escritores se están extinguiendo…

«Extraño y mistico», es como una novela que he estado leyendo, es entretenida y atrapante mientras la lees, pero la trama es bastante basica pero interesante.

No sé si se merece el 5, ya que ese tema de la musica maldita es entre caricaturesca y conocida, y relativamente original en los creepys. Lo único que puedo asegurar es que mientras lo leia… no podía dejar de leer.

Guao que buen creepypasta realmente los creepypastas nuevos no me dan miedo y los suelo dejar a la mitad sin intriga y los viejos me aburren ya que son demasiado conocidos y los e leido hasta el punto de que me aburren pero este es uno de los poco que leeo sin pacticamente parpadear asi que disfruta de tu exito

te digo algo e visto muchos creepypastas pero odio los que no tienen un principio no tienen una historia no tiene algo logico, nose si meentiendes pero de cualquier cosa no me gusto tu creepypasta

No se, pero esto me recuerda a ese viejo fenomeno de la plaga del baile, suena tetrico si lo piensan, que algo mas alla de tu propio cuerpo te controle hasta pulverizar cada musculo y celula de tu cuerpo, y aun asi, siga moviendo las cuerdas paraconvertirte en menos que el polvo, la historia se ha ganado mi aprovacion, sin ninguna duda, no es la mejor, pero, tiene un tema que resulta nuevo en un tipo de relatos que parecieran estancarse a veces, buen trabajo

Me encanto la historia y es interesante Xq la redacción te adentra a la lectura. La estructura y la manera de contarla , te invita a seguirla leyendo 😉

Como bien dice Kaby, esta historia tiene algo que recuerda a Stephen King. A mí me ha encantado. Es muy original y de ambiente muy bien conseguido por la buena redacción.

Esta historia merece, bajo mi punto de vista, un reconocimiento especial… La trama es mas que interesante y si bien no creo que sea capaz de producir ese terror autentico que todos buscamos, es innegable la belleza de obra.

Esta historia merece, bajo mi punto de vista, un reconocimiento especial… La trama es mas que interesante y si bien no creo que sea capaz de producir ese terror autentico que todos buscamos, es innegable la belleza de obra.

Apenas y vengo a leer esta historia. De todas maneras como a muchos de los que han comentado, me encantó… Es como si leyera un cuento de Stephen King, ¡excelente!

Supongi que esta historia está inspirada en la epidemia del baile en 1518, en donde muchas personas murieron porque no podían dejar de bailar

No es una mala historia, pero estando en el top 20 me esperaba algo de más calibre. Por aquí he leído historias mucho mejores que ni siquiera figuran en ese top.

Esta es mi opinión:
Me parece una de las historias más originales que he leído últimamente. La idea es tremendamente interesante y está escrita con un talento increíble.
Pero por otro lado, hay ciertas cosas que me sacaban completamente de la historia. Por ejemplo:
– Nombres. La idea de mezclar nombres anglosajones como Sarah o Bill con nombres como Juan me parece infinitamente innecesaria.
-Ortografía. Éste es un error que se puede pasar por alto, ya que la mayoría de creepys tienen errores ortográficos mucho más importantes que los tuyos que son prácticamente, todos acentos.
Todo lo demás me ha encantado, me parece que puedes ser muy grande. Enhorabuena 😉

yyy??? que quería el hombre? para que se los llevaba? amo estas historias pero siempre me dejan queriendo más, es lo que odio de las historias de terror, muchas cosas debes imaginártelas, y yo prefiero q me las expliquen, jeje. muy buena tu historia, noto que cada vez que subo más son mejores y están mejor escritas, gracias en verdad n.n

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