NoSleep*, ¡gracias de nuevo por su apoyo! Este día he estado saltando de una tienda a otra para evitar ser rastreado, así que hoy pasé escribiendo intermitentemente y respondí a tantos de sus comentarios como pude. Casi me encuentro de lleno con David cuando estaba por publicar esto. Discúlpenme por haber tenido que ocultarme antes de volver a sacar mi teléfono y hacer la publicación a la hora de siempre. EDITADO: Supongo que lo publiqué a tiempo después de todo.
Lo siento por el incidente de que la quinta parte haya desaparecido. Fue mi culpa, y los moderadores de NoSleep fueron muy serviciales al momento de restaurarla.
Retomaré la narración, como siempre.
[*Nota del traductor: NoSleep es un subforo del sitio web Reddit, en donde fueron publicadas todas las partes.]
Me encontraba en una celda vacía, tratando de tomar una pequeña siesta dado que había estado despierto toda la noche. Pero mi mente iba a mil por hora y se me dificultada conciliar el sueño. Continuaba ensayando lo que iba a decir una vez que Hernández finalmente viniera a recogerme.
Habían vaciado mis bolsillos dentro de contenedores de evidencia, me tomaron mis huellas digitales y un oficial se dirigía a revisar mi auto. No soy tonto. Sabía que la evidencia apuntaría a la policía a tres conclusiones.
Uno, que estuve en el hogar de David recientemente. Después de todo, la información en la memoria USB que contenía los mensajes entre David y su cómplice había sido actualizada solo un día antes.
Dos, esa memoria los podía hacer creer que yo había secuestrado a Katie.
Y tres, que había robado las posesiones de David, incluyendo información médica confidencial.
Seguía tratando de simular la conversación con Hernández. Esperaba que aconteciera de la misma forma en la que transcurría en mi cabeza.
Fui despertado por un golpeteo ligero en las barras. Mis ojos se entreabrieron y vi a un hombre de traje parado ahí, acompañado por un oficial.
—Hola. Me disculpo por despertarte —dijo tímidamente—. Mi nombre es Terry Jayson, tu defensor público. ¿Podemos hablar?
—Sí, por supuesto —dije, sentándome. El oficial entró y me esposó. Ambos fuimos conducidos a la sala de interrogación en donde había conocido a Hernández por primera vez.
—Confío en que van a apagar las cámaras —le comentó al oficial.
El policía asintió, removiendo mis esposas, y cerró la puerta.
—Puedes llamarme Terry —dijo, acercándose para estrechar mi mano. Nos sentamos el uno frente al otro con la mesa de por medio—. Escuché un poco acerca de tu caso en un resumen del jefe de la estación —mencionó, sacando fólderes de un maletín.
—Es… pues, es largo —admití.
—Eso dicen. Voy a tener que disculparme por adelantado. Es probable que tengas que repetir tu historia muchas veces durante estos procedimientos. Para prevenir esto lo mejor posible, tú y yo nos vamos a sentar y vamos a dejar por escrito tu versión de los eventos. De esa forma, puedes apoyarte en tus declaraciones y tener la certeza de que lo que dices es consistente y exacto. ¿Suena bien?
Tenía sentido, así que asentí.
—Primero, tengo un contrato aquí para que lo firmes, el cual estipula que accedes a permitirme ser tu representante en un proceso judicial.
Empujó un papel y un lápiz por la mesa. Le di un vistazo y firmé en el final. Los tomó de nuevo.
—¿Te gustaría que te llame Zander o por tu apellido? —me preguntó con una sonrisa serena.
—Zander está bien.
—Bueno, Zander. Comencemos a escribir.
Terry se sentó conmigo pacientemente mientras yo escribía cada detalle que podía recordar. Empecé con la conversación del reto que tuve con David y continué toda la cadena de eventos hasta el punto actual. Empezó como una página con recuerdos revueltos y palabras para refrescar mi memoria; luego tomó lentamente la forma de una declaración, que Terry me ayudó a editar para convertirla en una declaración basada en hechos.
—Cuando te pregunten acerca de un recuerdo o suceso, remítelos a este documento.
Trabajamos por una hora, hasta que habló de nuevo.
—Tengo que ir a otra cita, pero he pedido que se te permita continuar trabajando en tu celda. He calendarizado una reunión con el fiscal y el detective Hernández para mañana a la hora del almuerzo. ¿Crees que puedas haberla completado para entonces?
—Sí, eso creo.
Y lo hice. Pasé el resto del día escribiendo esa declaración. Dormí esporádicamente, pero estaba desesperado por completarla antes del almuerzo del día siguiente. Había sucedido demasiado, y tenía mucho que quería decir.
Estaba bastante orgulloso de los resultados. De hecho, estaba más orgulloso de esa declaración que de esta que están leyendo. Aquella tenía muchos más recuerdos frescos; fue una declaración concisa y al grano. Esta se siente un poco más fragmentada. Pero quizá haya sido mejor que fuera esta la que publiqué.
Al día siguiente, estaba de vuelta en la sala de interrogación. Terry estaba sentado a mi izquierda. Hernández estaba parado contra la puerta, viéndome fijamente con sus brazos cruzados. No podía leer su expresión.
Al otro lado de la mesa estaba sentado un hombre anciano, quien se había introducido como Gunderson, el jefe del departamento. El jefe de Hernández. A su lado se encontraba un hombre alto y desgarbado con cabello negro y aceitoso. Mantenía sus manos detrás de su espalda, observándome atentamente.
La grabadora entre nosotros estaba activada.
—He sido actualizado acerca de los casos en los que estás involucrado —dijo el jefe Gunderson con una voz ronca—. Tomando en consideración los… descubrimientos recientes, estoy interesado en escuchar todo desde tu perspectiva.
—¿Me arrestaron solo para escuchar mi versión de la historia? —solté.
—No, te arresté porque se sospecha que incendiaste la casa de Anne King, matándola de esta forma. Hernández me dice que te pudiste haber sentido con el derecho de hacer tal cosa por todas las acusaciones que has utilizado como munición en contra de David King. Así que me gustaría escuchar desde el comienzo qué fue lo que ha sucedido y conocer tu versión de los eventos.
—¿Quién es él? —pregunté, señalando al hombre larguirucho.
—Soy el fiscal, Adam Leuderman —me contestó.
—Ah, así que serás tú quien tratará de meterme preso —bromeé. Terry colocó una mano de advertencia en mi pierna.
—Trataré de establecer la verdad acerca de lo que sucedió —me corrigió, mirándome con desprecio.
—Mi cliente ha preparado una declaración de la cual pretende depender enteramente — dijo Terry, repartiendo copias de las diecisiete páginas escritas a mano.
El jefe y el fiscal tomaron una. Hernández caminó hacia el frente y agarró una también. Empezó a leer de inmediato desde su lugar en la esquina. Traté de captar su mirada, pero no me vio en ningún momento.
—¿Confío en que podemos comenzar hoy el proceso de investigación jurídica? —preguntó Terry—. Necesitaré copias de todo, al igual que una copia de la condena oficial.
Ignoré a Terry y me enfoqué en Hernández. Había algo acerca de su actitud que atrapaba mi atención. No podía identificar qué era. Me enfoqué en él durante la reunión completa, tratando de descifrar qué era lo que mis instintos me decían.
Los demás discutieron detalles legales con Terry y corroboraron el proceso de investigación jurídica entre las dos partes.
Un par de días después, Terry estaba sentado de nuevo conmigo en la sala de interrogación, detallándome lo que había aprendido por medio de la investigación jurídica. La investigación jurídica consiste en que ambas partes de un caso intercambian evidencia para que no exista ninguna sorpresa cuando vayan al juicio. Cualquier cosa que no sea ventilada durante la investigación jurídica no será admitida en la corte.
Pero antes del juicio, vendría mi lectura de cargos. El momento en el que los cargos formales serían establecidos en mi contra, y tendría que declararme culpable o inocente. Terry estaba repasando la investigación jurídica conmigo para que estuviera preparado ante lo que dirían durante la audiencia y para que decidiera si me declararía culpable o inocente.
Esto es lo que aprendí.
Después de que fui arrestado, la policía revisó mi auto y encontró el disco duro, las memorias USB y la evaluación psiquiátrica. Y algo más que fue curioso: un bidón medio vacío de combustible. Ese bastardo había plantado un bidón de combustible en mi auto en algún punto sin que yo lo supiera. Estuve en mi auto toda la noche, así que es posible que David lo hubiera plantado dentro de los pocos minutos en los que estuve en la estación de policía antes de ser arrestado… o que ya hubiera planeado incendiar su casa antes de que yo fuera a Walmart.
La policía había revisado el contenido de todas las memorias USB y había descubierto la conversación entre David y su cómplice. Excepto que, como había predicho, me acusaron a mí de haber escrito los mensajes y me enlazaron, de esa manera, al secuestro. El archivo de texto nunca especificó el nombre de Katie, pero ellos alegaban que el secuestro de Katie era el escenario más posible dado que yo fui el primero en enterarme. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, la fiscalía no sentía que podría convencer a un jurado. Así que no planeaban agregar el secuestro de Katie como un cargo formal en mi contra, pero estaban buscando más evidencia.
También habían intentado abrir el contenido del disco duro de David, pero descubrieron que estaba encriptado, al igual que yo lo había hecho. Lo enviaron a un laboratorio para que fuera analizado.
El reporte médico fue clasificado como inadmisible porque perjudicaba a un individuo que no había consentido la difusión de esa información. Todo ciudadano de los Estados Unidos retiene cierto control en cuanto a quién puede ver tus registros médicos. Denegar su uso en una corte de ley es un derecho que se retiene en ciertas situaciones, incluyendo esta. David había decidido poner en práctica ese derecho.
Como resultado, el fiscal solo podía condenarme por posesión ilegal de los registros médicos de alguien más. Ese era un crimen grave, aparentemente.
Terry también había sido informado de que el caso de robo de identidad estaba siendo combinado con los cargos en mi contra. Las compañías de las tarjetas de crédito habían hecho sus propias investigaciones y estaban presentando cargos en mi contra por fraude. ¿Por qué harían eso? Porque «una investigación técnica sobre el origen del registro de las tarjetas fraudulentas develó que la víctima misma, Zander Jones, había, en efecto, llenado y completado las hojas de registro desde su propio dispositivo informático». En otras palabras, rastrearon la dirección IP de quien había llenado las hojas de registro y descubrieron que mi computadora fue la infractora.
Lo cual significaba que me estaban acusando por haberlas registrado, por haber gastado todo el dinero y por haberlo reportado después como fraude. Otro crimen de gran escala.
El robo de mi cuenta de banco también fue vinculado a mí. De nuevo, alegaban que estuve tratando de cometer fraude al presentarle el reclamo falso al banco.
La policía finalmente había recibido las grabaciones de vigilancia del supermercado en donde el cajero automático estaba localizado. Había tres ángulos: una cámara estaba por encima de la puerta, una estaba por encima de la caja registradora y una estaba en la esquina extrema de la tienda opuesta al cajero automático. Las grabaciones mostraban a un hombre con una sudadera oscura con capucha entrando a la tienda. El video estaba pixelado, como era de esperarse, pero, a pesar de eso, había un logo grande al reverso de la sudadera que podía ser reconocido. El hombre con la sudadera entró al cajero automático y se sacó algo de su bolsillo. La fiscalía alegaba que fue un teléfono celular, dado que la hora en la grabación concordaba con la hora de acceso a mi cuenta de banco.
La figura encapuchada estuvo agachada por unos minutos antes de escribir en el cajero, bloqueando la pantalla con su cuerpo. El dinero salió, lo agarró y caminó hacia la puerta. La cámara en la esquina opuesta del cajero solo fue capaz de capturar una fracción de su rostro. Estaba borroso, pero la fiscalía lo comparó con fotografías de mi perfil de Facebook y alegaban que tenía la similitud suficiente para que pudiera ser considerado que era yo.
Comparado con fotografías de David, también pudo haber sido él. Había debatido muy ferozmente ese punto con la fiscalía. Cuando había terminado con mi rabieta, el fiscal me dijo que los investigadores también encontraron una sudadera con el mismo logo en mi departamento.
Luego utilizaron su carta del triunfo: la página web del banco había sido accedida desde la dirección IP asignada a mi teléfono celular durante el mismo período de tiempo.
Con respecto al incendio, el cual era la acusación principal en mi contra, tenían evidencia decente. El bidón de combustible era una y el correo de voz era otra. Pero incluso había evidencia más fuerte. Cuando llegué a Walmart por primera vez, me estacioné cerca de la entrada principal, a plena vista de las cámaras colgando del edificio. Me vieron irme claramente cuando me estaba dirigiendo hacia la casa de David.
Pero cuando regresé, me había estacionado en el parqueo trasero, pretendiendo alejarme de los demás autos para poder dormir. Las cámaras apenas podían distinguir mi auto estacionado en el parqueo trasero. Estaba demasiado oscuro como para siquiera distinguir que era un vehículo, o eso alegaba la fiscalía. Así que, siendo realista, solo tenía mi propio testimonio para evidenciar el hecho de que había regresado a Walmart alrededor de las seis de la tarde. Debo acotar que me tomó cerca de quince minutos para llegar a la casa de David desde el Walmart, solo para que puedan entender el plazo de tiempo.
Los bomberos habían recibido una llamada a las 6:04 p.m. de que la casa de David estaba en llamas. Se habían movilizado de inmediato y encontraron a la casa incendiándose vivazmente. David fue hallado tratando de levantar a su madre del piso de la habitación de ella. Los habían sacado a ambos, y se descubrió que doña K. ya había muerto por asfixia. David fue llevado de emergencia al hospital con algunas quemaduras y por inhalación de humo. Aún está pendiente de explicarle su versión de los hechos a la policía.
Los bomberos habían presentado un reporte declarando que el fuego comenzó desde el centro de la sala de estar en donde fue encendido un charco de combustible. Las llamas se habían esparcido a lo largo de la casa. Se encontraron rastros de combustible en varias habitaciones, haciéndoles creer que el sospechoso (yo) fue de habitación a habitación y salpicó gasolina por todos lados. Al igual que en las películas.
También concluyeron que el incendio había sido iniciado un rato antes de que fuera reportado, debido a la extensión del daño para cuando ellos llegaron.
Sé que David había programado una alarma en su teléfono que estaba vinculada con la aplicación que instaló en mi teléfono. Cuando mi GPS dijo que estuve en su casa, una alerta debió de haber sido enviada a su teléfono como un mensaje de texto. Solo puedo imaginar que se montó a su auto, abandonó su turno laboral y aceleró hasta su hogar. Creo que fue por eso que los plazos de tiempo son tan cercanos.
Les estoy especificando a ustedes todos estos detalles para que puedan ver cuán descorazonado me sentía mientras estaba sentado en mi celda. Estuve ahí por dos semanas completas en tanto las mismas acusaciones y evidencia eran reiteradas. En verdad empecé a simplemente rendirme.
Durante los primeros días, le pregunté a Terry acerca de cómo podíamos probar que había sido David, particularmente, quien había cometido estos crímenes. Él frunció el ceño y me dijo que debería estar más preocupado por probar que yo era inocente y punto; no de echarle la culpa a alguien más.
Para el final de la segunda semana, estaba listo para declararme culpable en vez de luchar.
La lectura de cargos fue pésima. Ninguno de los cargos tentativos en mi contra fueron descartados. Enlistaría todos los crímenes con los cuales estaba siendo acusado, pero no recuerdo las frases exactas y sé que me equivocaré. Pero asumo que entienden la idea general de que estaba jodido.
La fianza había sido establecida en cinco mil dólares, lo cual esencialmente garantizaba que iba a estar atascado en la cárcel por un tiempo. En mi desesperación, había contactado a mis padres, y ellos tratarían de recaudar el dinero junto con otros miembros de mi familia y amigos, pero no podrían pagarlo de inmediato.
Después de tres semanas, me encontraba bastante deprimido y no comía mucho. Terry trataba de animarme al enseñarme partes de los argumentos que estaba preparando, pero nada lograba hacerme sentir mejor. Pensaba bastante en Katie. Y extrañaba a Clark. También me había perdido la primera audiencia del caso del grafiti de Clark, así que no tenía idea de cómo iba eso, lo cual me hacía sentir culpable por no poder apoyarlo.
Durante el tiempo en el que estaba en la cárcel, Hernández solo me vino a visitar una vez. Fue durante la tercera semana. Salté de mi cama y corrí hacia las rejas.
—Hernández —llamé—. Por favor, dime que has venido a darme buenas noticias.
—No. Estás siendo transferido a la prisión del condado. Tu juicio se llevará a cabo allá.
—¿Por qué? —Él se encogió de hombros.
—Así es como funciona.
—¿Encontraron algo en Isaac? —Me había estado aferrando a la esperanza de que el cuerpo de Isaac generaría evidencia en contra de David. Quería que lo condenaran por ese crimen únicamente. Solo por uno. Lo deseaba tanto que mis manos temblaban cuando pensaba en ello.
—No tengo permitido hablar de eso —me esquivó, evitando mi mirada—. De cualquier forma, vine a decirte que serás movido en tres días.
—Hernández —repetí mientras él se daba la vuelta—. Pensé que creías en mí.
—Así es. Hasta que incendiaste la casa de David. Ahora no estoy seguro de quién es el verdadero psicópata.
—¡No fui yo! —grité, pero me dio la espalda.
Tres días más tarde, como Hernández había dicho, vinieron a trasladarme. Después de la cena, fui esposado y escoltado afuera de la instalación hacia una patrulla que me conduciría a la prisión del condado a dos horas de distancia.
Los dos oficiales que me conducirían fueron respetuosos conmigo, pero pusieron la radio a todo volumen tan pronto como íbamos por la carretera. Apenas podía escucharme pensar, y estaba comenzando a sentirme frustrado. Siempre había detestado los viajes en auto sin mi propia música, y ahora estaba atascado en un recorrido de dos horas con mis manos esposadas detrás de mi espalda y una radio zumbando música que no me gustaba.
Llevábamos más o menos una hora y estaba listo para gritar. Miraba por la ventana, tratando de encontrar algo interesante en lo cual pudiera enfocar mi mente. Íbamos por una carretera de dos carriles sin ningún otro auto a la vista. Se estaba haciendo tarde, así que asumí que todos se habían ido a sus casas por lo que quedaba del día.
Mi panorama de un lago agradable fue obstruido súbitamente por un camión gris. Traté de buscar otra cosa que pudiera contemplar, pero luego noté que el camión se estaba acercando peligrosamente a nuestro carril. Miré hacia arriba y pude notar que era un camión blindado. Y tenía el mismo logo de la compañía para la que David trabajaba.
El pánico fue instantáneo. Algo presionó mis pulmones y me impidió vocalizar.
El camión se acercó lentamente a un costado de la patrulla hasta imponerse en contra de ella. Los policías gritaron. El policía que estaba conduciendo pisó el freno, y el otro policía dejó caer la radio que estaba tratando de alcanzar. La patrulla no desaceleró lo suficientemente rápido y el camión la sacó de la carretera.
Me preparé para el impacto mientras caíamos por la pendiente de pasto. Nos estrellamos en un árbol; mi cinturón me mantuvo en posición, pero mi cabeza se lastimó cuando rebotó contra el respaldo del asiento del conductor. Los dos policías estaban inconscientes, recostados en ángulos incómodos. Ninguno de ellos traía puesto su cinturón.
Empecé a forcejear contra las esposas, tratando de alcanzar el botón para deshacer el cinturón de seguridad. Alcancé el botón rojo y lo presioné. Cuando me di la vuelta para escabullirme por el cinturón flojo, vi a David Puto King bajando por la pendiente hacia el auto.
—Ay, mierda, mierda, coño —maldije, girándome para agarrar la manija de la puerta con mis manos esposadas. No tuve suerte; las puertas estaban cerradas desde afuera para prevenir que los prisioneros salieran por su propia cuenta.
David se acercó y se acercó hasta que estaba justo afuera del auto. Me lanzó una sonrisa de superioridad y abrió mi puerta. Traté de retroceder, pero me agarró del brazo y me tiró afuera del auto. Caí en la tierra con un jadeo.
Me senté y vi que su atención había regresado a la patrulla. Uno de los policías empezaba a espabilar.
David abrió la puerta del conductor y se sacó algo pequeño de su bolsillo. Con un movimiento rápido, apuñaló al policía en el cuello. Se salpicó sangre y el policía empezó a gritar y a gorgotear, sosteniendo su cuello. Creo que yo también grité, pero no recuerdo.
Cerró la puerta y rodeó el auto. Podía ver que el otro policía se estaba moviendo, pero no podía distinguir qué era lo que estaba haciendo. Aparentemente, trataba de agarrar su radio, porque David se la sacó de sus manos y la colocó en el techo del auto. Luego apuñaló a ese policía también.
Los dos quedaron inconscientes en segundos.
—No te levantes —me amenazó, caminando hacia mí; no me molesté en intentarlo.
Caminó hacia donde yo estaba sentado y se puso detrás de mí. Traté de encararlo, pero me pateó ligeramente. Se arrodilló y lo sentí rasguñando el metal de mis esposas. Estaba confundido, pero me quedé sentado absolutamente inmóvil.
—Qué bueno verte otra vez, Zander —dijo, caminando hasta estar parado frente a mí.
Lo observé con temor verdadero. La totalidad de su actitud era diferente a la de la otra noche en la que habíamos hecho grafiti en su casa. Había cambiado. Cuando no le respondí, se rio. Estaba jugando con el objeto pequeño en sus manos enguantadas. Noté, a través de la sangre, que era una navaja esculpida crudamente, de más o menos el amplio y el largo de un dedo.
—Te lo dije, no te voy a matar, Zander. De hecho, para variar, estoy aquí para ayudarte.
—¿Qué significa eso? —pregunté temblorosamente.
—¿Recuerdas la noche en la que hiciste grafiti en mi casa? —Asentí—. Te dije que consideraría darte algún consejo acerca de cómo tener éxito en nuestro juego. Bueno, el momento ha llegado. Te voy a dar más que un consejo. Verás, no eres entretenido para mí si estás en la cárcel. He visto la evidencia que tienen en tu contra. Estarás preso por mucho tiempo. No quiero eso. Así que te estoy concediendo una segunda oportunidad para seguir jugando.
Caminó detrás de mí de nuevo, y sentí sangre pegajosa en mis dedos y manos mientras presionaba la navaja pequeña en mi mano.
—Ahora, así es como funciona esto —comenzó, parándose frente a mí de nuevo—. Voy a dejar esta navaja con tus huellas digitales en el auto. Creerán que tú apuñalaste a los policías y que te diste a la fuga. Voy a retirar tus esposas y te voy a permitir darte a la fuga. Tendrás una ventaja de media hora antes de que llame por la radio. ¡Oh, Dios, tiene un cuchillo! ¡Apuñaló al conductor y…!
Se detuvo, imitando la llamada que iba a hacer. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.
—Yo estaré sentado aquí, esperando. Si intentas regresar, simplemente te voy a llevar en mi auto y jugaremos un juego diferente. ¿Lo entiendes?
Asentí, demasiado aterrorizado como para hablar.
—Levántate —me ordenó.
Me puse de pie torpemente, rotando por la tierra para quedar de rodillas y levantarme.
—Ven aquí —dijo, moviéndose hacia la patrulla. Lo seguí.
Abrió la puerta y puso su mano en el cuello del oficial. Me retraje cuando me roció sangre. La derramó por mi traje de reo y cara. Por poco vomito.
—Ahora sí.
Me gesticuló que me diera la vuelta, y lo hice. Tomó las llaves de las esposas del policía muerto y las utilizó para quitar el seguro. Me sobé mis muñecas. Estaban irritadas y marcadas por el accidente.
Consideré tratar de quitarle la navaja y atacarlo, pero la idea de ir con él en su auto para jugar «otros juegos» me horrorizaba.
David había colocado una mochila junto al auto, y ahora la había puesto en mis manos.
—Hernández dice hola —mencionó con una sonrisa de malicia—. Le pagué bastante dinero para que me permitiera rastrear este auto. Demandó que te diera la mitad. Por supuesto, no soy tan generoso, así que aquí tienes dos mil dólares, una muda de ropa, zapatos nuevos y un mapa. La ciudad más cercana está a quince kilómetros al oeste. Será mejor que te apresures. Recuerda, en treinta minutos voy a reportarlo.
Mi mandíbula tembló a medida que me puse la mochila y comencé a dirigirme hacia el atardecer. El bosque se veía oscuro y amenazador.
Volteé hacia atrás cuando me había internado por los árboles, y ahí estaba él. Se reclinaba contra el auto, bebiendo del contenedor de café que uno de los policías había traído.
Estremeciéndome, conmocionado y absolutamente aterrado, seguí encaminándome dentro del bosque.
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Reté a mi mejor amigo a que arruinara mi vida: 1 – 2 – 3 – 4 – 5 – 6