Reté a mi mejor amigo a que arruinara mi vida: lo está logrando [1 y 2]

Mi nombre es Zander y mi mejor amigo está tratando de arruinar mi vida. Comenzó como algo bastante pequeño, pero se ha salido de control rápidamente.

En este momento, estoy sentado dentro de una iglesia, utilizando su Wi-Fi para publicar esta historia y sacarle provecho a su aire acondicionado. Estoy publicando esta historia solo por si… Bueno, por si acaso él me encuentra dentro de poco y me mata. Ahora solo es cuestión de tiempo, y quiero que alguien sepa lo que sucedió antes de que muera.

Hace dos años, mi amigo David y yo estábamos sentados en el sofá de mi casa, mortalmente aburridos. Ni siquiera era un aburrimiento temporal. Era un aburrimiento resonante hacia la vida. Ambos trabajábamos a tiempo completo en un cine local, ganando salario mínimo y limpiando por idiotas que no podían mantener sus sodas y palomitas de maíz en sus bocas. Nos habíamos graduado de la escuela secundaria hace dos años y no teníamos ningún plan para asistir a la universidad.

La vida se veía insípida para nosotros. La universidad no sonaba atractiva, trabajar era molesto y el poco tiempo libre que teníamos era desperdiciado en videojuegos y YouTube. Ambos vivíamos con nuestros padres, lo cual hacía que tener citas fuera vergonzoso. En retrospectiva, estoy seguro de que estábamos padeciendo de depresión moderada encima de todo lo demás.

Estas circunstancias de vida se mezclaron para crear la tormenta perfecta a la que ahora debo referirme como mi realidad.

Mientras estábamos sentados en el sofá de la casa de mis padres, navegando por los canales de la televisión, David me preguntó si me sentía aburrido con la vida. Respondí con una afirmación, y él suspiró.

—La escuela secundaria fue tan fácil porque sabíamos que nuestro propósito y metas habían sido delineadas para nosotros. Sintetizar el ensayo para la clase de Español. Terminar la tarea de Matemáticas. Obtener calificaciones decentes. Pasar el examen vehicular. Llegar a casa a la hora de la cena. Tener una novia. Pero ahora que hemos salido de la escuela secundaria, ya no existe ninguna estructura. Nuestras vidas se han vuelto irrelevantes y solo estamos flotando por el espacio sin ningún propósito u objetivo.

—¿Entonces volverías a la escuela secundaria? —le pregunté. Él negó con la cabeza.

—En ese entonces, la escuela era molesta. Solo es hasta después de reflexionarlo que me doy cuenta de cómo era mucho mejor de lo que creía.

—¿Entonces cuál es la solución?

—Ya sea ir a algún lugar que tenga estructura y pueda entregarnos lo que la escuela secundaria nos dio, o crear nuestra propia estructura.

—Pues…, no quiero ir a la universidad o a la milicia. Y no puedo pensar en ningún otro lugar que provea la misma estructura. Supongo que tengo que crear mi propia estructura, pero no tengo idea de dónde comenzar.

—El asunto acerca de la escuela era que requería un esfuerzo mínimo. Si no brindabas ese esfuerzo mínimo, enfrentarías las consecuencias. Las consecuencias eran lo suficientemente malas como para que me esforzara en la escuela. Cuando la escuela secundaria había acabado, ese nivel de esfuerzo mínimo había disminuido. Ahora, nuestro esfuerzo mínimo no es suficiente como para mejorarnos a nosotros mismos. Sea cual sea la estructura que construyamos, debe tener esas consecuencias incorporadas y un esfuerzo mínimo que nos obligue a mejorar regularmente.

David era, y es, una persona muy intelectual. Medita acerca de todo, si es que no te has dado cuenta aún. Yo era bastante tonto en comparación, pero me juntaba con él porque siempre tenía cosas interesantes que decir. Esta conversación definitivamente contaba como algo interesante.

No los aburriré con toda la plática que tuvimos, pero duró una hora en la que discutimos cómo crear estructura en nuestras vidas.

Quiero hacer énfasis aquí en que el aburrimiento es peligroso. Bueno, no es peligroso por sí mismo, pero puede conducir velozmente a cosas peligrosas. El aburrimiento puede conducir al dolor, a hijos accidentales, a tecnología que afecta un monopolio e incluso a la muerte.

Nuestro aburrimiento nos condujo a un reto.

—Te reto a arruinar mi vida —dijo David.

—¿Qué significa eso?

—Es una manera para incorporar estructura en mi vida. Si sé que tú siempre estás tratando de arruinar mi vida y tratando activamente de hacerme fallar, entonces estaré motivado a contraatacar y a actuar por iniciativa.

—¿Pero cómo podría arruinar tu vida?

—Puedes arruinar la vida de cualquiera si reflexionas, planeas y actúas lo suficiente —dijo con una sonrisa de superioridad—. No te voy a dar ideas. Solo quiero que lo intentes y que arruines mi vida.

Recuerdo haberme reclinado y haber pensado a qué se refería. Los primeros pensamientos que se me vinieron a la mente fueron acerca de hacer que se tropezara ocasionalmente o esconder su cepillo de dientes siempre que yo fuera a su casa. Mi mente joven no comprendió enteramente cuán serio estaba siendo David. Su mente me llevaba tres pasos de ventaja, así que no sabía en qué me estaba metiendo cuando dije:

—Muy bien, trataré de arruinarte la vida. Pero te reto a que tú también intentes arruinarme la mía.

Él sonrió con un entusiasmo renovado, y yo le sonreí en respuesta. Anticipaba que sería una manera genial para aliviar mi aburrimiento con la vida. David se puso de pie y me pegó un puñetazo en la pierna tan fuerte como pudo. Yo le grité, más que todo por la sorpresa. Él solo se rio.

—El reto comienza desde ahora —dijo, agarrando sus zapatos—. Ya no somos amigos, somos némesis —Abrió la puerta frontal y vio por encima de su hombro—. Buena suerte. Espero que al menos te esfuerces la mitad de lo que yo me esforzaré.

Una vez que se había ido, solo me quedé sentado ahí, sobándome mi muslo adolorido. «Bien —pensé—, si quiere una guerra, tendrá una guerra».

Esa noche, me quedé despierto tratando de pensar en formas para hacer su vida más difícil. Pero mis ideas eran demasiado infantiles e inútiles. Estoy demasiado avergonzado como para enlistar las ideas que tuve en ese entonces.

Ojalá pudiera decir que recuerdo el día en el que David se puso en mi contra de verdad. Pero fue tan sutil, que no lo noté de inmediato. Frente a mí, David actuaba completamente normal.

Mientras estábamos en el trabajo, yo a veces esparcía palomitas en la sección que él acababa de limpiar y se lo señalaba. El solo se reía, y decía algo como: «¿Se supone que eso va a arruinar mi vida?». Luego lo limpiaba. Esperaba que él hiciera lo mismo conmigo, pero no lo hizo. Su falta de represalia visible hizo que me aburriera de nuevo, así que me detuve.

En retrospectiva, supongo que había estado saboteando mi imagen entre los otros compañeros de trabajo y nuestro jefe, porque, de la nada, mi jefe me llamó a su oficina y me dijo que estaba despedido, pues no estaba haciendo un trabajo lo suficientemente bueno. David actuó arrepentido mientras me estaba yendo, y prometimos que nos juntaríamos pronto.

Me fui, pensando que podría convertir esto en algo bueno y conseguir un trabajo real. Ese sueño murió y terminé en McDonalds.

Después de que había estado en McDonalds por más o menos un mes, mis padres me confrontaron. Me preguntaron si les había estado robando dinero de sus billeteras. Yo nunca les había robado un centavo, y eso fue lo que les dije. Me dejaron en paz, pero solo una semana después se perdió la tarjeta de débito de mi mamá.

Me confrontaron de nuevo, esta vez muy molestos. Me acusaron de retirar cientos de dólares usando la tarjeta de débito de mi mamá. No tenía ningún hermano, así que no pudo haber sido nadie más de la casa. Se convirtió en un duelo de gritos y demandaron que me mudara tan pronto como fuera posible. Con mi pequeña caja fuerte de ahorros, encontré un apartamento cerca de la universidad comunitaria local que hospedaba a los estudiantes. La renta era lo suficientemente asequible para mí, así que me mudé en cuestión de un mes.

Me establecí y me hice amigo al instante de mis dos compañeros de cuarto, Clark e Ivan. Nuestro otro compañero, Isaac, se mantenía aislado y permanecía en su habitación jugando videojuegos las veinticuatro horas del día, los siete días a la semana. Mi vida mejoró de nuevo porque me la pasaba con Clark e Ivan frecuentemente.

David y yo dejamos de juntarnos después de que fui despedido del cine. No me había olvidado de él, pero me había olvidado del reto. De vez en cuando, lo mensajeaba por Facebook o le mandaba un mensaje de texto para preguntarle si quería salir conmigo, pero mis mensajes siempre fueron ignorados. Al final, me rendí.

Dentro de seis meses, logré tener una muy buena vida. Estaba en una relación con una chica llamada Katie y había sido promovido a inductor de personal en McDonalds, lo cual pagaba mejor, y mi cuenta bancaria estaba creciendo lentamente. En retrospectiva, reconozco esto como el obrar de David.

Pero una cantidad obscena de correo basura aparecía todos los días con mi nombre. Revistas, ofertas de tarjetas de crédito, anuncios de vacaciones e incluso cartas físicas de una que otra persona real que declaraba estar alegre por ser mi nuevo amigo por correspondencia. Los revisaba cada día tratando de encontrar algún patrón. Clark e Ivan pensaban que era hilarante. Cuando llegaba tarde del trabajo, a veces tiraban el correo basura al aire como confeti mientras yo entraba por la puerta, y exclamaban animosamente que el Rey del Correo estaba en casa.

Un día, recuerdo haberme hartado de todo ese correo basura y decidí sentarme y llamar a todas las suscripciones para cancelar. Recluté a Clark e Ivan para que me ayudaran, y nos sentamos una tarde con botanas y comenzamos a hacer llamadas.

En cuestión de días, la ola de correo basura había desistido y celebramos nuestro esfuerzo. Solo duró una semana. La semana siguiente, empezó a llegar de nuevo a toda potencia. Había el doble de antes, e incluso algunas revistas pornográficas en la mezcla. No solo incrementó mi correo basura físico, sino que mi correo electrónico se volvió innavegable en medio de todos los mensajes spam. Google movía una gran parte de ello al filtro de spam, pero aún había cientos de correos que se colaban. Mi correo estaba suscrito a sitios web de los que nunca había escuchado.

Clark e Ivan estaban impresionados por la nueva ola de correo basura. El evento se convirtió en una gran técnica para romper el hielo siempre que Clark e Ivan me querían presentar en las fiestas.

Un día, estaba navegando la sección de «personas que quizá conozcas» de Facebook cuando me topé con el perfil de alguien que tenía una fotografía mía, pero con un nombre distinto. La cuenta estaba abierta para que cualquiera pudiera verla y tenía muchas publicaciones de porno, actualizaciones de estado llenas de palabrerías y alabanzas para Hitler. Fruncí el ceño cuando hice clic en sus fotografías. La mayoría de esas fotos eran las mismas que yo tenía en mi cuenta, pero había algunas que no estaban en mi cuenta ni en ningún otro lado por internet. Tengan en mente que no recordaba mi reto con David, así que me estaba sintiendo bastante perturbado.

Presioné el botón para reportar, le hice saber a Facebook que la cuenta era falsa y seguí con mis asuntos.

Creo que fue más o menos tres meses después cuando otras cosas empezaron a suceder. Katie y yo íbamos muy en serio y estábamos discutiendo el mudarnos juntos. El correo basura aún llegaba y simplemente había comenzado a botarlo. Ivan se había mudado a una universidad real, así que un nuevo compañero de cuarto, Jackson, se había mudado. Clark y yo tratamos de entablar una amistad con Jackson, pero era similar a Isaac y se encerraba en su habitación la mayor parte del tiempo.

Un videojuego nuevo estaba disponible en preventa, así que ingresé mi correo electrónico para reservar una copia. Cuando traté de conectarme a mi correo para asegurarme de que el código de reservación estuviera ahí, no pude acceder. Hice clic en «olvidé mi contraseña» y se me preguntó si quería utilizar mi teléfono para reiniciar la contraseña. Acepté y esperé a que mi teléfono se iluminara, pero nunca lo hizo. Presioné el botón tres veces más, pero nunca apareció ningún texto. Intenté contraseñas antiguas que solía utilizar y ninguna funcionó. Fruncí el ceño. Al final, solo me alejé de la computadora; lo intentaría un día distinto.

Me senté en el sofá y entré a Facebook con mi teléfono. Me apareció una ventana emergente. «Te has desconectado», decía. Luego se saltó hacia la pantalla de acceso. Pensé que había apretado el botón por accidente, así que solo escribí mi correo y mi contraseña. No funcionó. Lo traté de nuevo, pero aún me decía que mi contraseña era incorrecta.

Mi teléfono vibró en mi mano. Katie me estaba llamando. Le respondí e, inmediatamente, me preocupé. Estaba sollozando.

—¿Katie? —dije.

—Cobarde —escupió—. No puedes simplemente mandarme esa mierda por Facebook. No, tienes que hablar conmigo y decírmelo con tu voz.

—Katie, ¿de qué estás hablando?

—No te hagas el estúpido, imbécil. Dilo.

—¿Decir… qué?

—Me hablas por Facebook y me dices que hemos terminado, pero cuando te llamo, ¿niegas todo? ¿A qué mierda estás tratando de jugar, Zander?

—Katie, ¡me hackearon mi Facebook! Literalmente acababa de tratar de entrar cuando me llamaste. ¿Estás en casa? Voy a llegar. No hemos terminado, estamos lejos de haber terminado, cariño.

Me tomó un poco de tiempo para convencer a Katie de que no había sido yo, pero desistió cuando le mostré que no podía acceder. Busqué en Google cómo recuperar mi cuenta y contacté al Buzón de Ayuda de Facebook. Afortunadamente, fueron capaces de permitirme ingresar de nuevo a mi cuenta. Muchos enlaces a páginas pornográficas habían sido publicados por todos lados en mi perfil por quienquiera que había usurpado mi cuenta, así que pasé un tiempo borrándolos todos. También pasé un rato contestándole a los miembros de mi familia que me preguntaron acerca del «contenido extraño» que había estado publicando. Incómodo.

Katie también descubrió por medio de sus actualizaciones de noticias que mi Twitter e Instagram habían sido hackeados. Las cuentas estaban publicando cientos de mensajes y fotografías de mal gusto. Esos dos sitios sumaron un poco más de esfuerzo, pero al final también recuperé mi control sobre las cuentas. Reparar mi correo electrónico me tomó un par de días, pero obtuve acceso de nuevo.

Sin ánimos de repetir la experiencia, convertí mis contraseñas a una serie bastante larga de números, letras y símbolos. Cada cuenta tenía una contraseña diferente. Para cualquiera que ha intentado esto, sabes lo imposible que sería memorizar tus contraseñas. Las escribí en una pieza de papel y las puse en el cajón de mi ropero. No tenía la intención de ser hackeado de nuevo.

Te estoy diciendo en dónde puse el papel para que sepas lo alarmado que estaba cuando Facebook me sacó de mi cuenta de nuevo la semana siguiente. Revisé mis otras contraseñas. Me habían sacado nuevo. Le mandé un mensaje de texto a Katie para advertirle y luego contacté el Buzón de Ayuda de Facebook de nuevo. Me dieron acceso a mi cuenta y me hicieron la misma advertencia acerca de crear una contraseña larga. Cuando les mencioné el tipo de precauciones que ya había tomado, me sugirieron que revisara mi computadora en caso de que hubiera un capturador de teclado recolectando toda la información que escribía.

Llamé a un taller de computadoras y pregunté qué era lo que necesitaba para escanear mi computadora. Me dijeron que la llevara y que ellos la revisarían.

Tenía una computadora de escritorio, así que llevarla iba a requerir que la desconectara. Cuando me agaché detrás de la computadora para desconectar todo, encontré una memoria USB pequeña que nunca había usado antes. Fruncí el ceño y traté de localizar sus contenidos en mi computadora. La computadora decía que no había ninguna USB conectada.

El sujeto del taller confirmó que ese dispositivo USB era un capturador de teclado. Me preguntó si mi computadora había estado en algún lugar en el que cualquiera pudiera llegar y utilizarla. Le dije que no y le dije que no tenía idea de cómo había aparecido ahí.

No me cobró nada, solo me advirtió que le echara un ojo a mi computadora. Cambié mis contraseñas de nuevo, haciendo todos los pasos para recuperar mis cuentas.

Unos días más tarde, recibir tres —sí, TRES— facturas de tarjeta de crédito en el correo de mi apartamento. Aún tenía el hábito ocasional de revisar el correo basura en caso de que hubiera algo súper importante. Estoy alegre de haberlo hecho, porque quizá nunca habría descubierto lo de las tarjetas de crédito que estaban registradas bajo mi nombre.

Llamé a las compañías de esas tarjetas de crédito para informarles que estaban equivocados. Nunca me había suscrito a una tarjeta de crédito. Mis padres me habían advertido acerca de ellas con tanta frecuencia, que había sido disuadido de conseguir una. Antes de que me digan que son necesarias para mejorar mis oportunidades de empleo y seguros por medio de mi historial de crédito, sí, ahora lo sé.

Una búsqueda de Google rápida me dijo qué era lo que debía hacer ahora. Llamé a Equifax, la cual es una compañía que calcula tu puntuación de crédito y le informa a tus acreedores que no existe ningún inconveniente para que puedas abrir una cuenta de crédito. Le asigné una alerta de fraude de noventa días a mi crédito. Me dijeron que me iban a llamar si alguien trataba de abrir una cuenta de crédito bajo mi nombre.

El sujeto en Equifax fue lo suficientemente gentil como para decirme qué era lo que necesitaba hacer. Me pidió que me conectara en línea y que viera mi reporte de crédito. Si notaba cualquier cuenta que no reconocía, debía anotarla y llenar una queja para la Comisión Federal de Comercio (CFD) explicando mi situación. Una vez que la mandara, debía llevarle una copia a la policía y crear un reporte de fraude. Luego tenía que entregarle los dos reportes a cada una de las compañías de crédito que habían emitido las tarjetas de crédito bajo mi identidad para comenzar el proceso de disputa. Me sentí desalentado al instante por la cantidad de esfuerzo que esto iba a requerir. Se sentía totalmente absurdo que tuvieras que seguir todos estos pasos solo porque eras la víctima de robo de identidad. Maldita sea.

Clark estaba aterrorizado por lo que había sucedido y le dio un vistazo a su puntuación de crédito. Se sintió aliviado cuando salió limpia. Katie también revisó la suya solo por si acaso. También estaba limpia.

Me tomaré un minuto para decirle a todos los que están leyendo esto que tienes el derecho legal de un reporte de crédito gratuito cada año por cada una de las tres compañías de reporte de crédito. Esto significa que puedes y debes revisar tu crédito tres veces al año. Clark y yo dejamos unos recordatorios en nuestros teléfonos para revisar otra vez las puntuaciones en cuatro meses. Le pedí a Katie que hiciera lo mismo.

Cuando me enteré de las cuentas por primera vez, había llamado a mis padres para preguntarles si habían abierto alguna cuenta bajo mi nombre. Si lo habían hecho, al menos sabría quién era el culpable. Me dijeron que no lo habían hecho, y les advertí acerca de mis problemas. Me prometieron que revisarían su puntuación de crédito. Dos semanas después de que los había llamado, mi papá me contactó. Descubrieron quince cuentas fraudulentas entre ellos dos. ¿Qué mierda? Le informé los pasos que necesitaban tomar, y estaba agradecido por mi ayuda y mi advertencia.

Había solicitado facturas detalladas de las compañías de crédito que habían emitido las cuentas fraudulentas, y me las mandaron por correo. Las facturas estaban llenas de compras en línea. Las cuentas habían sido abiertas hace casi un año, y durante ese tiempo el ladrón había gastado 62,000 dólares entre todas las cuentas fraudulentas. Me sentía bastante indignado porque en un año completo, apenas acababa de encontrar una factura de crédito en mi correo. Debí de haber estado descartándolas junto con la montaña de correo basura. Ahora sabía que las masas de correo basura habían sido deliberadas y planeadas de manera que las facturas se camuflaran y, con suerte, fueran descartadas.

Las primeras pocas transacciones fueron de tiendas como Target, Walmart, etcétera. Pero conforme más bajaba en la lista, menos reconocía. Una palabra se me hizo familiar: bitcoin. Había aprendido un poco acerca de ello por medio de mis noticias de Facebook, pues tenía algunos amigos de la escuela secundaria que lo promocionaban como la nueva moneda real. De acuerdo al extracto de mi tarjeta de crédito, decenas de miles de dólares habían sido transformados en bitcoin.

Comencé a estudiar el bitcoin seriamente para tratar de comprender qué era y por qué un ladrón de identidad lo querría. Con tal de hacer la explicación corta, el bitcoin le permitía a mi ladrón hacer compras anónimas por internet. Fue como si hubiera ido a un cajero automático y hubiera drenado todas las tarjetas de crédito en forma de dinero en efectivo. No imaginaba que las compañías fueran a recuperar su dinero.

Ahora David tenía muchísimo dinero que podía utilizar para arruinar mi vida. En aquel momento, obviamente no sabía que era él, pero ahora lo sé.

Y mientras que el robo había sido grave, mi vida estaba a punto de ponerse mucho peor.

Cuando estaba tratando de resolver las disputas de crédito con esas compañías, las ventanas de mi auto empezaron a ser destrozadas. La primera vez, me había estacionado en la calle frente a mi apartamento. Me desperté una mañana para encontrarme con la ventana del asiento del conductor hecha añicos y mi auto asaltado. Mi auto solo era un Honda Civic mierdero, y ni siquiera tenía nada de valor ahí, pero se llevaron mi estéreo y el poco de dinero que mantenía en el auto. ¿Tan desesperados estaban?

Arreglé mi ventana ese día y decidí apartar un poco de efectivo para comprar un estéreo muy bueno ahora que tenía una excusa.

La mañana siguiente, la misma ventana estaba hecha añicos. De nuevo, me había estacionado frente a mi apartamento. Hice que la repararan a regañadientes y empecé a parquear mi auto en el estacionamiento subterráneo del complejo de departamentos. Verás, a nadie le gusta el estacionamiento subterráneo porque las líneas están pintadas con demasiada cercanía entre sí, así que no es inusual que tu auto sea rasguñado mientras está ahí abajo. Decidí que era mejor que una ventana destrozada, así que luché por un puesto esa noche.

Sé que me van a preguntar por qué no llamé a la policía. Errores, esa es la razón. Todos los cometemos. Ustedes tienen la sabiduría que viene con leer la historia completa. Yo no la tuve.

Había vidrio por todos lados alrededor de mi auto cuando fui abajo la mañana siguiente. No fue solo la ventana del conductor la que estaba dañada. El parabrisas posterior y anterior habían sido agrietados profundamente. Pasé algo de tiempo viendo a cada auto en el garaje. Ningún otro tenía ni siquiera un rasguño en sus ventanas. Si algún pendejo aleatorio andaba afuera rompiendo ventanas, me estaba atacando a mí.

Noté el mensaje después de que había entrado a mi auto. Era una nota adhesiva que había sido doblada y deslizada por el agujero de la llave de encendido. La abrí: «Tienes que incrementar tu esfuerzo mínimo requerido». Esa expresión era intencional. David QUERÍA que supiera que era él. Y cuando vi la frase, recordé nuestra conversación.

Ese. Cabrón.

Me entró una furia total y conduje hacia afuera del estacionamiento, haciendo mi mejor esfuerzo para conducir con el parabrisas rajado. Aún recordaba cómo llegar a la casa de David y me salté una o dos luces rojas para llegar ahí.

Luego de estacionarme frente a su casa, cerré de golpe la puerta del auto y marché hacia su entrada principal. Sostuve el timbre por mucho más tiempo del necesario. Trataba de respirar y de mantener la calma. David no me iba a ayudar si aparecía gritándole y haciendo escándalo.

Su mamá respondió después de unos minutos. Los padres de David habían pospuesto tener un hijo hasta que estaban mucho más adultos. Como resultado, la mamá de David ya tenía setenta años a pesar de que David solo tenía veintitrés.

—¿Hola? —dijo, abriendo la puerta. Luego vio quién era—. ¡Ah, Zander! ¡Qué agradable de tu parte haber venido a visitar! ¡No te he visto en semanas!

—Sí, han pasado… Bueno, ha pasado casi un año —Suspiré—. Doña K., ¿David está en casa?

—No, lo siento, cariño. En este momento está en el trabajo.

—Ah, muy bien. Iré a buscarlo en el cine —dije, retrocediendo hacia mi auto.

—No, no, ya no trabaja ahí.

—¿Lo despidieron?

—No, renunció. Poco después de que tú lo hiciste. Se convirtió en un guardia de seguridad en alguna parte. Nunca mencionó en dónde.

—Entonces lo voy a llamar.

—Descartó su teléfono hace unas semanas y se consiguió uno nuevo. Déjame darte el número nuevo.

Caminó de vuelta hacia adentro por un minuto, yo esperé en el pórtico. Regresó con su teléfono con tapa antiguo y lo abrió.

—¿Te importa? —me preguntó—. Mi artritis hace que sea difícil usar el teléfono.

Fui a sus contactos, encontré el número de David, lo ingresé en el mío y le devolví el teléfono.

—Gracias, doña K. —Incluso si David estaba siendo un imbécil, su mamá siempre me había caído bien.

—Cuando quieras —dijo con una sonrisa y cerró la puerta.

Llamé a David de inmediato, pero solo recibí su correo de voz.

«Hola, David. Te llama Zander. Acabo de hablar con tu mamá y ella no sabía en dónde estás, así que me dio tu número. Por favor, hombre, llámame. Creo que ya sabes por qué», dije en su correo de voz. Supuse que ser cortés era la mejor manera para hacer que arreglara todo.

Ese día, en medio de mi trabajo, mi teléfono timbró. Esperando que fuera David, salí y contesté. Era Clark.

—Zander, ¿has llegado a la casa desde que te fuiste?

—No, ¿por qué?

—¡Nos asaltaron!

—…¿Qué?

Alguien se metió y nos robó un montón de cosas. Falta tu computadora, nuestro televisor y todo tipo de cosas.

—¡A la mierda! —exclamé—. ¿Llamaste a la policía?

—Sí, vienen en camino.

—No toques nada, ¿está bien? —sugerí, recordando todos los episodios de CSI que había visto a montones.

—Es posible que consigamos huellas digitales. Creo que sé quién fue.

—¿Quién?

—Un examigo. Te lo contaré cuando llegue a casa. Me iré dentro de poco.

Le dije al gerente que mi apartamento había sido asaltado, y me dejó irme a casa. Conduje de regreso con mi parabrisas aún roto, rezando para que no me detuvieran.

Cuando llegué al apartamento, la policía ya estaba ahí. Me acerqué en donde estaban reunidos y un policía entrevistaba a Clark, mientras que el otro estaba inspeccionando el edificio.

El policía se giró hacia mí:

—¿Eres uno de los inquilinos?

—Este es Zander —dijo Clark.

—Mi compañero está revisando el apartamento ahora mismo. Un técnico va a llegar y buscará huellas digitales. Vamos a necesitar que hagan un inventario de todo lo que fue robado y que lo traigan a la estación de policía una vez que el técnico haya terminado.

—Tengo un sospechoso —dije; el policía alzó sus cejas—. Su nombre es David King. Solía ser un muy buen amigo mío, pero recientemente he sospechado que me está haciendo todo tipo de mierda. Creo que me ha robado la identidad y la identidad de mis padres, ha dañado mi vehículo, y ahora ha irrumpido en mi casa —Clark me disparó una mirada de confusión.

—¿Por qué crees que está haciendo todo eso? —preguntó el oficial.

—Encontré esto en mi auto por la mañana junto a mis ventanas destrozadas.

Le entregué la notita doblada que saqué de mi bolsillo. La leyó.

—¿Por qué crees que fue él quien escribió esto?

—Tuvimos una conversación hace un año en la que estábamos hablando de los requerimientos mínimos para el éxito, y de cómo la escuela hacía nuestra vida más fácil porque tenía consecuencias en caso de que no cumpliéramos con el esfuerzo mínimo —expliqué, pero pareció que la idea sobrevoló la cabeza del oficial.

—Vamos a estudiar las huellas de esto también —fue lo único que dijo, sacando una bolsa de evidencia de su cinturón y colocando mi nota dentro—. Baja a la estación con tu inventario y prepárate para hacer una declaración formal acerca de tu amigo. —Accedí a hacerlo.

En ese momento, su compañero llegó con nada que reportar. El técnico apareció y comenzó a investigar. Esperamos pacientemente, ansiosos por ver qué era lo que faltaba.

—Realmente deberían revisar las puertas de sus habitaciones —dijo el compañero—. Dos de las puertas de sus compañeros están cerradas, así que dudo que les hayan robado algo. Deberían asegurarse de que ellos revisen en sus habitaciones cualquier cosa que esté ausente cuando lleguen a casa.

Accedimos a preguntarles. El técnico terminó y nos dijo que sabríamos en algunos días qué huellas digitales fueron capaces de encontrar.

La casa parecía que estaba vacía. Solo el sofá más grande de los tres fue dejado en la sala de estar. El televisor, el cual había sido un plasma de 65 pulgadas, se había ido. Faltaba comida en la alacena, y los contenidos del refrigerador incluso estaban desperdigados por el piso. La cubertería fue esparcida por el suelo de la cocina y por los mostradores.

—¡¿En dónde demonios están Isaac o Jackson?! —gritó Clark, molesto—. ¡Siempre están en casa!

—Deberíamos llamarlos.

—No tengo sus números.

—Pues, yo tampoco —remedé, caminando hacia mi habitación.

Había sido despojada totalmente de cualquier cosa de valor. Mi computadora, mouse, teclado, silla de escritorio, cajas de chucherías aleatorias, mi bicicleta… todo faltaba. Los cajones de mi vestidor estaban tirados por todas partes, mi armario claramente había sido saqueado y las sobrefundas de mi cama fueron arrojadas por la habitación.

Escuché una letanía de maldiciones mientras Clark inspeccionaba su habitación.

—¡SE LLEVÓ MI MALDITO XBOX, ESE HIJO DE PERRA!

Sintiéndome sorprendido, derrotado y entumecido, me senté en la cama. Llamé a Katie para contarle lo que había pasado. Sin respuesta. Le mandé un mensaje de texto, «Me asaltaron la casa», y me quedé viendo fijamente a las paredes por un tiempo, pensando.

David King había estado en mi casa. Se había robado mi identidad, mi imagen pública y ahora mis cosas.

Era tiempo de intensificar mi estrategia. No, no mi estrategia. Mi vida. Era tiempo de dejar de flotar por la vida y de empezar a superar el esfuerzo mínimo requerido.

Durante el resto del día, aprendí mucho de plomería. David había aflojado cada tubería que pudo encontrar en la casa. Clark hizo el descubrimiento cuando nuestro retrete liberó un tsunami al jalar la cadena. Pasamos horas limpiando eso. Para arreglar todas las tuberías, tuvimos que salir y comprar herramientas, porque ninguno de los dos teníamos alguna en la casa. Cuando mi tarjeta de débito fue declinada, Clark intervino y pagó.

Mi tarjeta declinada me preocupaba. Clark y yo fuimos a la biblioteca y tratamos de acceder a mi cuenta de banco en línea.

Bloqueado. Mierda. Ni siquiera traté de reintentar mi contraseña.

Nos apresuramos hacia el banco antes de que cerrara, y me acerqué sin aliento a la cajera.

—Necesito… que congelen… mi cuenta —exhalé.

—¿Cuál es el número de su cuenta? —me preguntó la cajera que, al parecer, se llamaba Shauntelle.

Le dije el número de mi cuenta. Ella lo abrió en su computadora.

—Licencia de conducir, por favor.

Le entregué mi licencia. Ella escribió el número en su computadora para verificar mi identidad, y luego me la devolvió.

—Parece ser que su cuenta está en cero —me dijo—. Solo puede congelar su cuenta si tiene dinero en ella.

—¡He sido asaltado! —grité, sintiéndome extremadamente molesto ahora.

—Movió todo su dinero a su tarjeta de débito por medio de nuestra aplicación para celular, y luego lo extrajo como efectivo de un cajero automático esta tarde.

—¡No, no fui yo! ¡Me han hackeado!

—Si le gustaría reportar transacciones fraudulentas, puedo realizarlo por usted aquí mismo.

—Sí. Lo que sea. Hágalo —dije abruptamente. Clark me observó con preocupación desde la silla cerca de la entrada.

—¿Cuándo comenzó a notar la actividad fraudulenta?

—Hoy, pero pudo haber comenzado en cualquier momento durante el transcurso del último año —le contesté. Ella levantó sus cejas de una manera en la que pensó que yo no podría notar, y comenzó a teclear.

Después de unos minutos, alzó su mirada hacia mí.

—Muy bien, he llenado el reporte y lo he enviado. Debería obtener una respuesta pronto de nuestro departamento de fraude.

—¿Qué hay de las cámaras en los cajeros automáticos?

—No tengo acceso a esas. Tendrá que llenar un reporte policíaco.

—Bien, lo haré.

Entonces, Clark y yo volvimos al auto y condujimos al apartamento. Habríamos ido a la estación de policía de inmediato, pero nuestro apartamento aún estaba inundándose en ciertas partes.

Pasamos unas cuantas horas encontrando tuberías con fugas y apretándolas. Nos llevó horas porque buscamos todo por internet antes de que lo intentáramos para asegurarnos de que lo estábamos haciendo bien.

Clark inspeccionó las tuberías debajo del lavado de la cocina mientras yo me sentaba en la mesa y comenzaba a hacer mi inventario para la policía. Ya eran las nueve de la noche, así que íbamos a llevarlo por la mañana. Nuestra estación de policía local no estaba abierta todas las horas del día. Tuvimos que tocar en las puertas de Jackson e Isaac, pero no obtuvimos respuesta. O no estaban en casa, o nos estaban ignorando.

—Lo siento mucho por todo el fraude que te está sucediendo —dijo Clark mientras apretaba una tubería—. ¿Dijiste que crees que sabes quién es? ¿Quién es David King?

—David solía ser un amigo hace alrededor de un año.

Le conté acerca de los retos y de la conversación que condujo a ello.

—¿Se retaron a arruinar la vida del otro, y se lo tomó más que en serio? —preguntó Clark, incrédulo.

—Aparentemente. —Suspiré.

—¿Así que no vas a cumplir con tu parte del trato?

—¿Mi parte?

—Él te retó primero, hombre. ¡Y ni siquiera lo has intentado!

—Bueno… no, supongo que no.

—¡Entonces pensemos en algo para destruir su vida realmente! —Clark se levantó desde debajo del lavado y se limpió la grasa de las manos.

—La cárcel sería suficiente —sugerí—. Si lo puedo culpar por robo de identidad, eso resolverá el problema.

—Cierto. Pero necesitamos demostrarle que no vas a rendirte y aguantarlo. Tengo una idea. No va a arruinar su vida, pero le hará saber que estás dispuesto a contraatacar.

Clark me llevó en su auto a Home Depot. Compramos dos latas de pintura en aerosol negra, y Clark pagó en efectivo.

—Bien, ¿en dónde vive este imbécil? —me preguntó cuando estábamos de vuelta en el auto.

—Clark, su mamá es buena onda. No creo que pueda rociar su casa.

—¡¿Su mamá?! —Clark se rio histéricamente—. ¡¿Un sujeto que aún vive con su mamá te está aterrorizando?!

—Bien, bien, Dios —dije. Le di la dirección y encendió el auto.

Condujimos a un lado de la casa para ver si alguna de las luces estaba encendida. Estaba oscuro. Incluso las luces del pórtico estaban apagadas Nos estacionamos a tres bloques de distancia de la casa y empezamos a caminar.

—¿Cuál es el plan?

—Pintar «LADRÓN» en el frente de su casa —murmuró con una sonrisa—. Eso pondrá a hablar a los vecinos.

Cuando estábamos a un lado de la casa de sus vecinos, nos agachamos detrás de la cerca e inspeccionamos el vecindario. Todo estaba en silencio. No había movimiento, ni ruido, ni personas. Nos mantuvimos por lo bajo y salimos corriendo hacia el frente de su casa. Pinté la «N», Clark pintó la «L», y rociamos en dirección hacia el otro. Apenas nos tomó unos segundos. Retrocedimos por medio segundo para examinar nuestra obra. Las letras eran de un metro de alto, fácilmente visibles desde la carretera. Perfecto.

Nos giramos y empezamos a correr hacia el auto. Luego la puerta de la casa se abrió. Eché un vistazo por encima de mi hombro.

David Puto King.

—Oh, mierda —bufé. Clark me escuchó y corrimos a toda velocidad. David se precipitó por la acera detrás de nosotros. Clark miró hacia atrás también.

—Oh, Dios, Dios, Dios —entonaba Clark con cada paso. En verdad se veía preocupado.

Cuando nos acercamos al auto, Clark se dio cuenta de algo:

—Sigue recto —trató de susurrar a pesar de que se había quedado sin aliento—. Dejé cerrada la puerta. Nos tomará mucho abrirla. Y verá la matrícula —Clark no tenía seguros automáticos; tenía que usar la llave manualmente. Estuve de acuerdo con su lógica y pasamos por un lado del auto como si solo fuera otro vehículo.

Volteé hacia atrás y David nos estaba ganando terreno. Estaba demasiado oscuro como para ver su expresión. Demonios, que ni siquiera sabía si me había reconocido.

—¡Separémonos! —vociferé, girando hacia la derecha en el patio frontal de alguien. Clark siguió derecho.

Cuando había alcanzado la valla blanca de plástico que conducía a la parte trasera de la propiedad, di un vistazo atrás. David me había seguido e ignoró a Clark.

Me subí torpemente a la valla resbalosa y caí en el otro lado. Había aterrizado en el patio trasero de otra casa. Empecé a correr al jardín frontal. Se encendió una luz en la pared con sensor de movimiento, cegándome. Miré detrás de mí de nuevo y observé a David escalando la valla en medio segundo. ¡¿Cuándo CARAJOS había aprendido a hacer eso?!

Rodeé la esquina de la casa y me estrellé directamente contra una mesa y sillas de patio. Derribé las sillas y le di vuelta a la mesa mientras mi cuerpo se torcía a su alrededor. Sentí el corazón en la garganta en tanto me desenredaba.

Fue entonces cuando David me agarró de la nuca y me empujó hacia abajo; mi rostro se estampó contra el borde de la mesa.

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La traducción al español (y edición ligera) pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por harrison_prince:
https://reddit.com/r/harrisonprince/

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