Pequeños momentos

La vidente nunca se equivocaba. Si tenías dinero y el coraje, ella te mostraría los últimos instantes antes de tu muerte. Conocí a personas que habían acudido a ella y contaron lo que vieron. He visto sus predicciones volverse una realidad en varias ocasiones.

No me tomó mucho tiempo decidir que la vería por mí mismo; soy curioso por naturaleza. La visión que ella me mostró fue deslumbrante. Según observaba su bola de cristal, el mundo se desvanecía y estaba caminando por la ruta alternativa hacia mi hogar en la oscuridad. Los grillos hacían eco en las sombras. El aire frío mordisqueaba mi nariz. Y luego se ennegreció. No vi cómo fue que morí. La vidente dijo que no siempre veíamos nuestras muertes, a veces solo lo que venía antes. Dijo que la bola nos mostraba aquello que necesitábamos ver.

Esa visión cambió mi vida. Es fácil tomar riesgos cuando sabes que no es riesgoso. Esa ruta en la que se supone que debía morir no era el único camino hacia mi hogar. Lo único que tenía que hacer era evadirla y no tendría que preocuparme de nada. Podría ir a hacer caídas con cuerda, paracaidismo o nadar con tiburones sin preocuparme de daño permanente. En mi visión no me encontraba lesionado, así que sabía que nada malo me podría suceder. Y la emoción era increíble. Pero, claro, los momentos excitantes dejan de ser lo que son cuando remueves el peligro.

No me malinterpreten: aún amo los deportes extremos y las aventuras riesgosas. Corrí con toros el mes pasado. Me divertí mucho. Pero recientemente he adoptado un tipo nuevo de estimulante. Una vez al mes, luego de que cae el sol, me coloco mi abrigo y voy de paseo por el camino. Sí, por aquel camino.

Mientras cruzo la ruta, escucho los grillos y siento el viento helado soplando por mi cabello. Me percato de que estoy atravesando una mutación. La fundación sólida y temeraria con la que me visto ante los precipicios, tiburones y toros se empieza a fracturar y a desmoronarse con cada paso que doy. A medida que me acerco al punto en donde la visión se hizo negra, siento cómo mi pecho se tensa. El cabello al reverso de mi cuello se crispa y mi sangre tamborilea al ritmo de los latidos frenéticos. Tiemblo y cierro mis ojos, esperando, preguntándome si ese será el momento en el que moriré. Sigo caminando, ojos cerrados, preparado para el escozor gélido de una cuchilla o de los dientes de alguna bestia desconocida. El miedo fluye por mi mente, y, cuando ya no lo puedo soportar, abro mis ojos de nuevo, nunca sabiendo si lo que veré será el final de mi calle o el semblante risueño de la Muerte.

Y en ese momento glorioso, me siento verdaderamente vivo.

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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por Lloiu:
https://reddit.com/user/Lloiu/submitted/?sort=top&t=all

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