«Me desperté repentinamente. Apenas y pude percibir el eco de un sonido apagado resonando en la habitación. Quise volver a dormir, pero no pude; estuve dos minutos, tres, cuatro, una hora intentando conciliar el sueño, pero me era imposible. Sentía como si alguien me observaba, en la habitación completamente oscura, y tan fría… demasiado para el verano tan caluroso que estaba haciendo, en realidad. Esa sensación de ser observado no se me quitó por más que simplemente intentaba no pensar en ello. Me pareció ver una silueta, algo más oscuro que la noche misma, y me refugié dentro de la sabana. Nunca me he jactado de ser muy valiente, pero debo admitir que me avergoncé de mi comportamiento.
Me destapé poco a poco, abriendo lentamente mis ojos. Nada. Una habitación a oscuras, a excepción de un poco de claridad que entraba por la ventana a mi derecha, la cual no tardó en verse interrumpida por aquella silueta desconocida. «¡Increíble! Mi primera noche solo en casa, y ya me estoy imaginando cosas»; pensé. Ya que no podía dormir, decidí encender la luz y ponerme a leer un poco; de seguro eso me devolvería la serenidad que hacía ya rato había perdido.
Busqué el interruptor de la lámpara de noche, tanteando de aquí para allá en la mesa auxiliar; pero, por más que lo intentaba, no podía siquiera encontrar la lámpara. «Debo de haberla corrido hacia allá», me dije a mí mismo y, apoyándome con el codo sobre la cama, estiré la mano lo más que pude, pero no encontré la lámpara. En ese preciso momento fui víctima de un escalofrío, y ahogué un grito de horror cuando sentí que la cama se movió, como si algo se hubiese metido debajo de ella. Me quedé como petrificado; y de todos modos no tenía el valor para asomarme debajo. La luz de la ventana volvió a aparecer, esta vez iluminando mucho más la habitación, permitiéndome ver un poco. Decidí esperar a que amaneciera, pero aún faltaba mucho, y no podía pegar un ojo.
La puerta se entreabrió. No sabía que hacer; estaba desesperado, quería dormirme, o que mis padres regresaran. Para mi inmensa alegría, escuché como abrían la puerta de la entrada. Entró una gran cantidad de luz a la habitación por la puerta, con lo cual sentí un gran alivio; aunque este no tardó en verse interrumpido, ya que escuché algo así como un gruñido proveniente de debajo de mí. Salí corriendo, cerrando la puerta tras de mí. Corrí hacia el recibidor, esperando encontrar a mis padres ahí. Nadie. Sentí una respiración atrás, me volví apresuradamente, y ahí fue cuando lo vi.
Era un ser alto, de unos dos metros, con brazos y piernas muy largos; era totalmente negro, como una sombra, y en su cara se dibujaba una sonrisa, casi imperceptible, pero que me infundió un horror indescriptible. Apenas y pude percibir estos detalles, cuando la luz se apagó. Me volví loco tratando de encontrar la puerta, pero ya era tarde; sentí como mis dos piernas eran golpeadas, y se quebraban, produciendo un sonido espantoso, pero que al parecer encantó al ente, ya que pude oír algo así como una risa. Dejé escapar un grito de dolor.»
El reporte que se llenó esa noche, decía lo siguiente:
«Miércoles, 03 de marzo de 1999.
…El paciente número 742 ha experimentado una nueva recaída, esta vez peor; se despertó de repente, en medio de la noche, y comenzó a gritar sin control durante aproximadamente una hora. Un par de especialistas entraron en su habitación, con el fin de evitar que se hiciera algún daño, pero inmediatamente se quedó callado y se precipitó hacia el piso, introduciéndose por debajo de la cama, hasta que los especialistas abrieron la puerta para salir. El paciente salió, corrió por el pasillo, y de repente se detuvo en medio de este. Uno de los guardias trató de escoltarlo de vuelta, pero el paciente tomó su arma, y se disparó en ambas piernas mientras se reía a carcajadas…»