Oscuridad

Despertó, ¿Dónde? no sabía donde estaba solo sabía que estaba solo y a su alrededor todo era oscuridad, podía deducirlo ya que sentía como sus ojos se abrían y se cerraban, intentaba mantenerlos cerrados para ignorar la terrorífica situación en la que se encontraba, se sentía acechado, escuchaba de vez en cuando sonidos extraños, casi silenciosos pero no sabía que los causaba, tal vez quien lo acechaba, los estaba provocando. Trataba de ignorar eso, pero era simplemente imposible, estaba aterrado, destinado a morir ¿Cómo? nadie lo sabía. No podía sacarse de la cabeza a sus padres y a su novia, lo que la gente pensaría cuando su cuerpo fuese encontrado, cosas como «Era tan joven», «17 años tan solo», nadie merecía eso, ¿Qué cosas pudo haber hecho en un pasado que lo condenara a pasar por lo que estaba pasando?

Su mente daba vueltas, tenía miedo, terror, pánico, sin mencionar que era una noche fría, le daba escalofríos. Algo le decía que el lugar en el que se encontraba estaba apartado de la sociedad, aislado, con el propósito de que sus gritos no fueran escuchados, pensaba que ni el más estruendoso de ellos sería percibido, o por lo menos, si fuera lo contrario, nadie llegaría a tiempo para salvarlo, pues estaba exhausto, no podría pelear por su vida, estaba agotado.

Después de algunas horas de estar viviendo ese frío infierno decidió levantarse del pequeño «nido» en el que se encontraba, caminaba sin rumbo fijo, no se sentía nada a su alrededor, sus pies solo tocaban el frío suelo y alguna que otra cosa pequeña, pero no se paraba a revisar que era, estaba demasiado aterrado.

¿Qué buscaba tan sigilosamente? Tal vez algo para defenderse o algo que lo hiciera sentir que no estaba solo. Sabía por obvias razones que así fuera a dos centímetros o a un kilómetro debería haber una pared, una pared que diera lugar a algo, una casa, un edificio, una habitación ¡Algo! que lo hiciera sentir que no era el único ahí.

Tropezaba con tantas cosas, a tientas nada es fácil, de pronto chocó, chocó con algo liso y sólido, helado y enorme ¡Una pared! por fin. Intentó no alegrarse mucho, no hacerse ilusiones, aún no sabía que significaba pero definitivamente, ya no estaba tan asustado. Palpaba la pared muy silenciosamente para ver a donde daba, era un lugar muy vacío donde se encontraba, no tropezaba casi con nada, recordó su casa, a sus padres no les gustaba adornar con muchas cosas; por poco rompe en llanto, pero se mantuvo fuerte y siguió.

Parecía estar llegando a algo y de repente sintió un botón, se sorprendió, sus tacto no lo engañaba, conocía ese botón, ¡había estado ahí antes! Decidió que lo iba a presionar, tomó aire y se preparó mentalmente para lo que estuviera a punto de ver, dudó un momento, respiró profundamente y se dijo a sí mismo.

-Que sea lo que Dios quiere.

Se encendieron las luces y lo primero que vio fue su cama, su cobija en el suelo al igual que algunos de sus juguetes de niño tirados, estaba en su recámara. Dio la vuelta y vio la puerta cerrada con seguro, siempre la dejaba así para sentirse más seguro. Se rió consigo mismo y pensó: «No más historias de terror para ti».

Levantó su cobija y se fue a dormir con las luces encendidas. A la mañana siguiente fue a comprar una lámpara pequeña para dejarla encendida toda la noche.

propia

anahi