Lo conozco tan bien.
Cada noche, se va a la cama a las diez. Se despide de sus amigos por internet y apaga su laptop, como un reloj, y luego se cambia de ropa y se va a la cama. Sueña, pero nunca recuerda qué.
Cuando se levanta por la mañana, siempre se queda dormido hasta tarde, y se apresura para llegar al colegio a tiempo. Regresa a casa a las tres y media de la tarde y hace su tarea. Después vuelve a su laptop hasta que se va a la cama. Le gustan los osos de gomita, las películas de terror y música con voces profundas y guturales. No tiene muchos amigos aparte de mí, así que mantiene algo de marihuana en el cajón de sus calcetines para cuando la soledad es demasiada.
No sabe qué quiere hacer después del colegio, pero sabe que quiere ir a vivir en una ciudad grande. London, quizá. Se siente muy triste porque no se da cuenta de cuán hermoso es. No sé qué hubiera sido de mí si no lo amara tanto como lo amo. No era nada antes de él.
Ya hemos vivido juntos por doce meses. Es agradable. Solía ser una de esas personas sin rostro con las que él habla por internet, hasta que ambos nos dimos cuenta de que no podíamos vivir con tener que estar tan lejos el uno del otro. Me mudé al extremo opuesto del país para estar con él. Hice tantos sacrificios, y no me arrepiento en lo absoluto.
Sus padres son amigables, pero pasamos la mayor parte del tiempo en su cuarto. No hablamos como solíamos hacerlo antes de que me mudara. La mayor parte del tiempo, solo lo observo. Es así como sé tanto sobre él.
Esta noche, su rutina cambió. No toca la laptop, solo se acuesta en su cama, con su rostro en su almohada, y llora. Me había preocupado, hasta que vi su calendario y noté la fecha. Por supuesto que está triste, ha pasado un año desde que me ahorqué.
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