LGBT [1]

—¿Verdad o reto? —Annie estaba echada frente a mí con las piernas extendidas hacia un lado y su peso descansando encima de uno de sus brazos; las puntas de su cabello rubio oscuro se cepillaban contra el piso.

«Siempre escoge “verdad”».

Eso fue lo que mi hermana me había dicho luego de que le contara que Annie me había invitado a jugar a su casa.

«No quieres terminar con ungüento en tu brasier, Sarah —me había dicho negando con la cabeza a sabiendas—. Confía en mí».

Tenía razón, pero no me molestaría si Annie terminaba manoseándome el brasier.

«Ya deja de pensar en eso. ¿Qué si ella sabe lo que estás pensando?».

—Ehh… —Mi voz se arrastró.

—¿Vas a elegir?

—Verdad.

—Bien —anunció Annie sonriendo diabólicamente—. ¿Quieres coger conmigo?

—¿Que… qué?

«La puta madre, ¿cómo supo?».

—Es solo que te ves como si quisieras coger conmigo.

—Yo, eh… Reto…

Alzó las cejas.

—Acabas de decir verdad.

—Sí, pero… Quise decir reto.

Annie cerró los ojos y sonrió. Por algún motivo, se veía complacida consigo misma.

—Cierra tus ojos.

Tragué y cerré los ojos, preguntándome si mis senos estaban a punto de sufrir el mismo destino terrible que los de mi hermana. Sentí que la mano de Annie se deslizó por la mía en tanto me ponía de pie y comenzaba a llevarme hacia algún lado. Ella olía a champú de lavanda y paraíso.

—Sin espiar —me dijo provocativamente, colocando una venda alrededor de mis ojos y atándola desde el reverso de mi cabeza.

Escuché que una puerta se abrió frente a nosotras y sentí que Annie me empujó sobre una cama y se arrastró encima de mí.

—Ahora sí, sin espiar —reiteró. Había algo extraño en su voz, una alteración ligera que pareció proyectar algo más que simple nerviosismo.

Me acerqué a ella y tomé su rostro en mis manos, sorprendiéndome al descubrir que estaba húmedo por lágrimas.

—Annie, ¿qué sucede?

Intenté quitarme la venda, pero la palma de Annie se apretó con fuerza sobre mi rostro, manteniéndola en su lugar.

—¡NO! —gritó—. ¡NO DEBES VER!

—Annie, ¿qué…?

—¡VETE! —chilló—. ¡VETE AHORA MISMO!

Me agarró una mano y me puso de pie de un tirón, casi arrastrándome por la casa hacia la puerta principal, la cual se azotó detrás de mí, dejándome desorientada y con los ojos vendados.

Me quedé despierta por un largo tiempo esa noche preguntándome qué demonios había pasado. Al día siguiente, tenía la determinación de aclarar las cosas con Annie, pero no llegó a la escuela. Ni tampoco llegó el día después de ese. Dentro de poco, se esparcieron los rumores de que había sido reportada como desaparecida por su padre.

Fue después de varios días de debatir sobre lo que debía hacer, y amasar mi coraje, que finalmente fui a la casa de Annie y toqué a su puerta, estremeciéndome como una hoja en un huracán.

El padre de Annie abrió la puerta. Se veía como si estuviera enfermo. Su barba incipiente era casi tan pesada como las bolsas bajo sus ojos. Su mirada divagaba perezosamente como si estuviera viendo algo que estaba muy, muy lejos.

—Ho… Hola. ¿Don Everett?

—Sí. —Me clavó la mirada con tiento.

—Me preguntaba, ehh… ¿Annie se encuentra bien?

—Se… está sintiendo un poco indispuesta. ¿Te gustaría pasar para saludarla?

—Um… Está bien.

«Así que los rumores de que había desaparecido no son verdad después de todo».

Exhalé un suspiro de alivio y seguí a don Everett por la casa, en donde me escoltó hacia el cuarto de Annie. Pero ella no estaba por ningún lado. Escuché el clic de la puerta cerrándose detrás de mí y me giré para ver a don Everett. Retrocedí un par de pasos.

—¿Señor?

—¿Sí?

—¿En dónde está Annie?

—Está visitando a su abuela.

—¿Pero no me acaba de decir…?

—¿Qué fue lo que viste, Sarah?

—¿Qué?

—Cuando tu venda se deslizó de tu cara.

La verdad me golpeó como un puñetazo en las tripas. Aquel día, él había estado en la habitación con nosotras; fue por eso que debía llevar los ojos vendados. Y él tenía miedo de lo que pude haber visto.

Comencé a balbucear.

—Mejor me voy. Mis papás me están esperando.

—Eres una mentirosa terrible, Sarah.

—No… No vi nada.

—Quizá sí, quizá no. Pero ahora lo sabes, ¿no?

Empezó a caminar hacia mí con pasos lentos y calculados. Fue entonces cuando escuché los gritos. Miré alrededor de la habitación buscando su fuente, antes de darme cuenta de que provenían de mí.

Don Everett se me abalanzó y forzó una mano sobre mi boca, fijándome a la cama de un movimiento. Su otra mano comenzó a recorrer mi cuerpo de arriba hacia abajo, y sin importar cuánto forcejeara, no podía detenerlo.

BANG

El sonido fue dolorosamente ruidoso y dejó un zumbido en mis oídos.

«¿Qué mierda fue eso?».

BANG BANG

Llegó dos veces más, y me di cuenta de que la mano de don Everett ya no se estaba paseando por mi cuerpo. Sus ojos agrandados se habían quedado inmóviles, y su sangre se estaba derramando sobre mí. Con mucho esfuerzo, logré rodarlo a un lado, y vi a una figura extraña parada en el marco de la puerta, sosteniendo una pistola y temblando.

Se derrumbó a sus rodillas cuando me vio, y, después de un momento, me di cuenta de que estaba viendo a Annie.

Se había cortado su cabello y lo tiñó de negro, y la manera en la que aplicó su maquillaje la hacía ver mucho mayor.

—Lo siento —me dijo y yo corrí hacia ella para abrazarla—. Lo siento, lo siento, lo siento…

Nos quedamos abrazadas en el piso y nos disolvimos en lágrimas.

No pasó mucho antes de que la policía llegara; supongo que alguien escuchó los disparos. Nos llevaron al sofá en la sala de estar. Querían entrevistarnos individualmente, pero yo me encontraba demasiado consternada como para soltar a Annie.

Las palabras brotaron de su boca rápida y confusamente, pero entendí la esencia de lo que quiso decir. Su padre había estado abusando de ella por años, y cuando él se dio cuenta de que Annie le gustaba a otra chica de la escuela, la obligó a que me invitara para poder filmarnos juntas.

Luego de que me sacó de su casa, él la golpeó casi hasta matarla y le ordenó que se asegurara de que yo no hubiera visto nada. En ese punto, Annie recogió sus mangas para revelar moretes de color púrpura y amarillo oscuro.

En vez de hacerle caso a su padre, robó su pistola y huyó con la intención de irse del pueblo y comenzar una vida nueva.

—La pistola era en caso de que me encontrara —aclaró, girándose hacia mí—. Pero luego recordé que tú podrías regresar para buscarme, así que te seguí —Volteó a ver a la detective—. Él estaba encima de Sarah cuando entré. Y… puedo enseñarles el sitio web en donde vendía los videos.

Se sacó el teléfono de su bolsillo y trató de escribir la dirección, pero sus manos estaban temblando demasiado fuerte.

La detective que nos entrevistaba se inclinó y le murmuró algo a su compañero, y este asintió.

—Mañana —dijo—. Esta noche se pueden quedar en la casa de Sarah para una buena noche de sueño. Habrá dos oficiales afuera en caso de que necesiten algo.

Nos condujeron a mi casa y les explicaron la situación a mis padres, quienes por supuesto accedieron a que ella pasara la noche.

Y es aquí donde estoy ahora, sentada en mi habitación mientras escribo esto, con la esperanza de que, si logro desahogarme, entonces mis pensamientos dejarán de ir a toda mecha, colisionando entre sí en mi cabeza.

Sé que mi ansiedad se aplacará luego de haber dormido, pero después de todo lo que pasó, se siente como si nunca volveré a estar cansada de nuevo.

Sea cual sea el caso, sé que mañana será un nuevo día, y por lo menos estoy agradecida de que lo comenzaré con Annie.

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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por David Maloney:
http://davidmaloneystories.com/

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