Irving Strong

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No siempre las cosas son como se desean..No siempre las cosas son como parecen… Basta con abrir los ojos a nuestro entorno, para observar que cada instante alguna criatura perece…

Era una noche fría como pocas, el aire de la madrugada se colaba a través de las hendijas de las paredes de madera. La casa era nueva, pero aún no estaba terminada. Aún así, decidí mudarme para dejar de pagar alquiler y con lo que me iba a ahorrar podía irle agregando lo que faltaba.Lentamente estiré la mano hacia la repisa donde había dejado el celular; y con solo un ojo abierto para poder leer mejor la pantalla, observé un poco turbado la hora… 3 con 5 nuevamente… esta era la tercera noche consecutiva en la que me despertaba a esa hora, era la tercera noche en la que sentía ese terrible frío, y aunque esta vez me había preparado mejor con dos cobijas, podía ver mi aliento con el reflejo de la pantalla del teléfono.Decidí levantarme para ir a por agua, y fue ahí donde mi desesperación comenzó. Al principio pensé que era por el frío, pero unos segundos comprobé con horror que no podía moverme de la cintura hacia abajo. Algo me sostenía a la cama con fuerza y entre más luchaba por liberarme, mas fuerte era la presión que ejercía. encendí el flash de la cámara de mi celular pero no pude ver nada, aún así, sentía ese algo invisible sosteniendo mis piernas con fuerza. Intenté gritar pero no pude emitir sonido alguno. Sentí una mano pesada en mi pecho que me empujó de nuevo hacia la cama, golpeando fuertemente mi cabeza contra el respaldar. Intenté gritar nuevamente antes de perder el conocimiento.Estaba todo oscuro y el frío ahora era más intenso. Abrí los ojos lentamente y traté de moverme, pero sentía mi cuerpo extraño. Me dí cuenta de que flotaba, y definitivamente ya no me encontraba en mi cuarto.Una leve y helada corriente de aire chocaba contra mí de frente, y una luz muy tenue expedida por lo que parecían diminutos seres bioluminescences me indicaba que iba flotando a través de lo que parecía un túnel. Al cabo de unos minutos comencé a escuchar unos lamentos muy débiles, pero conforme iba avanzando aumentaba la intensidad de las voces. Pronto el ruido era ensordecedor y mientras la luz iba aumentando a medida que me acercaba al final del túnel, la temperatura del aire iba descendiendo. Llegado al final del túnel fui recibido por un ser extraño, pálido y extremadamente flaco, traía en su mano derecha cuatro largas cadenas, en cuyos extremos se encontraban cuatro seres igual o más desnutridos que él. Intenté escapar, pero seguía sin poder moverme, tan solo era un espectador y un gesto del tipo me indicó que de ese modo iba a continuar.Continuamos flotando a través de lo que parecía un enorme lago subterráneo, Las criaturas que iluminaban las paredes de la caverna eran de un tamaño considerablemente mayor a las que ví en el túnel. La superficie del lago estaba congelada, y contenía miles de cuerpos atrapados y gritando por el dolor que le producían las quemaduras por el frío. Algunos de ellos estaban sumergidos hasta el cuello, mientras que otros hasta medio cuerpo. A muchos de ellos les faltaban algunas secciones de las extremidades, principalmente los dedos.Los minutos pasaban y seguíamos avanzando sobre el lago, al cabo de o que calculé una hora y media aproximadamente, mi guía me indicó que íbamos por la mitad del camino. La fuerza del viento aumentaba cada metro que avanzábamos, y durante este trayecto nunca dejé de observar cuerpos, al contrario, estaban más juntos unos de los otros, y los lamentos tampoco cesaban.Pronto comencé a distinguir de donde provenía el viento. Había un ser enorme que batía sus alas con gran fuerza. Tenía también congelada la mitad del cuerpo, y aún así, su tamaño era descomunal y un recuerdo de las historias de Lovecraft vino a mi mente. Extrañamente, al contrario de los millones de desgraciados ahí atrapados, este ser no tenía forma humana. Todo el lugar se me hacía conocido, pero no sabía porqué. Descendimos lentamente hasta donde la criatura, la cual poseía tres deformes fauces y en cada una de ellas un cuerpo que no terminaba de masticar y se retorcía penosamente.

Mis ojos y los de la bestia se encontraron, y su mirada en lugar de transmitir miedo, daba lástima. Pude comprender por sus gestos que no deseaba devorar a ninguno de esos hombres, y que solo era parte de un castigo compartido y el debía hacerlo porque así estaba decretado.

Extendió hacia mí sus brazos lentamente, como solicitando ayuda, y con su dedo indice, señaló hacia el techo del enorme lago, casi alcanzando una  de las enormes estalactitas que colgaban del techo. Tan cerca y tan lejos…pensé.

Fui tomado del brazo por el escuálido guía y comenzamos a flotar en dirección ascendente. Esta vez avanzábamos de forma mas lenta, y noté que mi guía estaba realizando un gran esfuerzo por subir.

Observé detenidamente los enormes gusanos que emitían la luz y estos tenían rostro casi humano aunque deforme, con una larga boca llena de enormes dientes afilados. No podía verles los ojos, en su lugar tenían unas aberturas horizontales que constantemente supuraban un liquido oscuro.

Cuando pasamos junto a ellos, comenzaron a gritar, y pronto los lamentos de los condenados en aquel lago fueron apagados por los horripilantes chillidos de los millones de gusanos. Instintivamente me llevé las manos a los oídos para mitigar un poco el ruido, y fue entonces cuando comprendí que el sonido estaba en mi mente. De pronto, los gusanos comenzaron a reventar, expidiendo el olor más nauseabundo que en mi vida había experimentado, impregnando todo de un líquido viscoso y dejando la totalidad del lago a oscuras.

Un par de palabras en un dialecto extraño bastaron para que una pequeña bola incandescente apareciera e iluminara alrededor nuestro, noté que mi guía avanzaba velozmente y con mucha mas soltura que al principio. Pronto comenzamos a tomar velocidad y cuanto pensé que nos estrellaríamos contra el techo de la cueva, atravesamos la pared como si de una ilusión se tratase.

Llegamos a un enorme salón con luces flotantes de diversos colores. Poseía vitrales semejantes a los de las catedrales, con un gran jardín y variedad de árboles cuyos frutos había probado jamás. De las paredes emanaban pequeños flujos de agua, que junto al canto de unas extrañas aves color carmesí, relajaron mi espíritu casi de inmediato. El techo tenía una abertura por donde un árbol inmenso se había hecho paso y al pie de este árbol, se encontraba un gran libro, con una lanza perforándolo.

Observé a mi guía sentado en los restos de una columna y lo miré triste y pensativo. A estas alturas no había proferido palabra alguna, pero tampoco lo había necesitado. Me acerqué lentamente y con una voz triste y algo apagada comenzó a relatarme su historia: Dijo haberse llamado Urgolino, que fue condenado por traición y encerrado en una torre junto con sus tres hijos, sin agua ni comida hasta que murieran de hambre. Relató como uno a uno fueron muriendo y el, renunciando a morir, los fue devorando hasta morir el también producto de una infección por la descomposición de la carne. desde ese tiempo, había estado en esa cueva.

Le pregunté el motivo de nuestra visita a ese hermoso salón, pero volvió a callar. Volteé de nuevo al árbol y me acerqué para revisar el libro y la lanza que lo atravesaba. Las páginas estaban en blanco y se veían viejas y amarillentas, toqué la lanza para intentar removerla y poder seguir ojeando el libro, y al instante todo se silenció. No podía escuchar las aves, ni el sonido del agua, ni siquiera podía escuchar mi respiración. La solté y de nuevo todo cobró vida. Volví a tocarla y el silencio reinó de nuevo. Observé alrededor y noté que todo se veía borroso, y que aunque las cosas se movían, lo hacían muy lentamente, como si el tiempo se detuviera cuando posaba mi mano sobre el mango de la lanza. Tiré con fuerza de la lanza y escuché una voz fuerte que dijo «Hecho está». al instante, vi tres hombres en un madero, una ráfaga de viento comenzó a pasar las hojas del libro y el tiempo pareció avanzar muy rápidamente. Vi todas las guerras y disputas desde esa época, el dolor y el sufrimiento de la raza humana a través de los siglos y pude sentir todo ese dolor y agonía. Sentí una gran desesperación que crecía con cada segundo y presa del pánico deje caer la lanza y corrí en dirección de Urgolino, pero este ya no estaba. Las luces del salón se tornaron rojas al unísono, el agua que fluía de las paredes también, y un olor a muerte impregnó el salón mientras la bandada de aves huía por el agujero del techo. El árbol se marchitó rápidamente y las hojas del libro terminaron de pasar hasta llegar al final. Una sombra con forma de mano cerró el libro de golpe y se lo llevo consigo, el suelo comenzó a agrietarse y un aire frío comenzó a entrar. Comencé a escuchar los lamentos nuevamente y caí por el suelo hasta la cueva a la que había llegado al principio. Al lado de la enorme bestia estaba Urgolino picando el hielo frenéticamente con la lanza, intentando liberarla. Los gusanos luminosos se habían regenerado pero la luz que ahora emitían era rojiza. La bestia posó sus manos sobre el hielo, haciendo fuerza para escapar, en su desesperación golpeó a Urgolino, quien cayó a varios metros llevándose consigo varios miembros de los desgraciados que yacían congelados en la superficie del lago. Intentó incorporarse nuevamente y alcanzar la lanza, pero los condenados lo sujetaban y empujaban en dirección contraria la lanza, como si tratasen de evitar a toda costa que la enorme bestia se liberara. Los 4 esclavos encadenados vinieron en auxilio de mi antiguo guía, portando enormes hachas y rebanando todo a su paso. Traté de huir lo más rápido que pude, pero un dolor agudo me detuvo y caí estrepitosamente, mientras la mitad de mi pierna escapaba en dirección contraria. Al instante el insoportable frío ingresó por mi carne expuesta y la congeló inmediatamente. El dolor era intolerable y amenazaba con hacerme desmayar. Todo era caos, todo era confuso y borroso. Por fin lograron dar con la lanza y volvieron a su empresa inicial, después de un par de minutos de observar inmóvil, presa del frío y del pánico, la bestia fue liberada, y del agujero donde estaba comenzó a brotar fuego y azufre, derritiendo rápidamente el lago y calcinando los millones de cuerpos que ahí yacían.

Lo último que recuerdo fue ver a la bestia que volaba en mi dirección, mientras reía estrepitosamente, y una cabeza más brotaba de su deforme cuello.

Ahora todo es ruinas, todo el mundo que conocía fue consumido por las llamas. Millones murieron luego de que la bestia logró escapar de su prisión de hielo, y yo, solo puedo mirar los restos de lo que una vez fue la humanidad. Todos los días la bestia sale a aniquilar a los sobrevivientes, y todos los días nuevos cuerpos son regenerados para seguir siendo torturados. Mientras yo sigo atrapado en la cuarta cabeza siendo torturado, devorado una y otra vez mientras observo el sufrimiento de los demás,  desde la cuarta cabeza que tiene la leyenda, «Aquí yace Irvin Strong, traidor de la humanidad»·

Historia Propia
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