Harry el Noruego

Supongo que alguna vez han experimentado el insomnio o la sensación de que algo, o alguien los observa. Claro está que somos humanos, sencillmente podemos percibir los movimientos y la presencia ajena, sin embargo, por mas que intentemos explicar estos fenómenos, seguimos siendo humanos, y cometeremos errores al hacerlo.

Mis noches eran pesadas desde hace no más de un mes, me despertada agitado, con dolor y marcas en el cuello de un negro suave pero ténue. Comprendía que no era normal, ya que no habia una noche en que no ocurriera lo mismo. Al despertar me veía en el espejo del baño y me frotaba la piel con mucha agua hasta que las manchas desaparecian. Me aterraban esos momentos de incertidumbre en los que no sabía a quién recurrir o explicarle lo que sucedía, al principio pensé que se trataba de la tierra externa a mi habitación que entraba por la ventana al dejarla por las noches abierta, era época de calor y vivía en un departamento sin abanico. Me había mudado y estaba solo como estudiante de intercambio en Londres, normalmente los estudiantes de intercambio tienen compañeros de habitación, sin embargo yo estaba completamente solo.

Así pasó un tiempo, las marcas iban y venían sin explicación alguna, al menos no explicaciones racionales. Empezaba a creer que se trataba de algo al cual conocemos como fantasma… lo sé, es idiota pensarlo, pero aún así la duda me comía vivo. A los pocos días de haber sacado dicha conclusión, investigué más a fondo esas horrendas marcas en mi cuello, noté que cada vez eran de un tono mas obscuro, tomé una muestra de la última marca que apareció la noche anterior en mi piel, la puse en una tapa de frasco de vidrio y la empecé a revisar cuidadosamente.

Para mi impresión no era nada más y nada menos que ceniza. La tomé entre los dedos y la espolvoreé, las partículas negras y suaves como la harina caían ligeramente en la mesa de madera, quedé estupefacto, no encontraba razones para creer lo que estaba viendo: ceniza, ceniza pura…

Me esperaba otra noche de pesadilla y esta vez comenzaba a sentir miedo de lo que me podría pasar más adelante, un miedo inolvidable, que no se puede describir… fui a la cama, me senté y esperé un momento antes de acostarme, cuando lo hice sólo quedé mirando el techo, inerte y confuso, no quería dormir, pero no podía quedarme despierto. Mis párpados se cerraban más y más a cada segundo, y sin darme cuenta, me rendí.

Desperté de golpe, con un gran suspiro que dejó mi garganta seca y mi corazón palpitanto fuertemente, lo próximo que ví fue la ventana abierta… yo estaba sudando, extrañamente, pues la ventana dejaba entrar perfectamente el viento fresco de la noche. Miré el reloj despertador que tenía al lado de mi cama, encima de un buró. Tres quince de la madrugada y ya estaba despierto, en contra de mi voluntad, me levanté de la cama y fui a la cocina, enjuagué el sudor de mi cara y tomé un vaso de la alacena para después llenarlo con agua. Regresé a mi habitación y, mi corazón se paralizó, ¿qué demonios estaba viendo?

Pude presenciar un cuerpo postrado de pie al otro lado del cuarto, de espaldas, parecía humano. Su cabello era lacio y decaída no más allá del final de su cuello, de color rojo, un rojo exacto por el cual se dejaba ver parte de su piel, o al menos eso creí que era… era blanca, completamente pálida y no reflejaba brillo o algun signo de vitalidad. Una gabardina negra cubría el resto de su cuerpo, de las mangas pude ver que salían unas manos negras las cuáles, a comparación con su piel, estaban claramente cubiertas por guantes. Aquél ser me dejó sin habla, intentaba moverme y mi mente se quedó en blanco, pero tenía la necesidad de mirar esa figura y conocer el qué o quién era, pero al mismo tiempo, el terror me absorbía por completo. Lo que parecía ser una estatua comenzaba a moverse, al parecer se deslizaba por sobre el piso, de lo poco que alcancé a ver en donde se suponía que debían estar sus pies, se ponía percibir un humo negro que emanaba continuamente de su inexistente extremidad. El humo se esparcía alrededor de él y no duraba mucho suspendido en el aire, se desvanecia al mismo tiempo que dejaba un fuerte olor a quemado…

Mis pies no me respondían, opté por alejarme poco a poco, pero eran tan pesados que cada paso que intentaba dar parecía ser en vano, pues en cualquier momento que quisiera escapar quedarían congelados, y yo, inmóvil ante esa espantosa criatura. Sin querer y sin pensarlo derramé el agua que contenia el vaso, este a su vez cayó al suelo de manera y emitió un fuerte estruendo que duró aproximadamente cuatro segundos… lo suficiente como para que aquella cosa detuviera su paso, su cuello comenzó a girar hacia el punto en donde pudiera mirarme, el sonido que se percibía de él era como el de dos engranes oxidados chocando uno contra otro, dio un grito como de agonía y malicia y abrió su horrible boca, mostrando unos puntiagudos dientes, pude notar que no tenía ojos, era aterrador, las cavidades oculares estaban completamente negras como un vacío interminable.

Salí despavorido del lugar, tanto era el pánico que me propuso esa mirada siniestra que mis pies echaron a andar un veloz paso, corriendo cuesta abajo la escalera, llegué a la puerta de entrada y traté de abrirla, pero como cada noche, la dejé cerrada. Empecé a gritar de maldiciones al mismo tiempo que golpeaba el tablón de madera. Miré hacia atrás y mi corazón dio un vuelco espantoso; la criatura se hallaba en lo alto de la escalera, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando sus afilados dientes de los cuales comenzó a brotar un líquido espeso de un rojo pálido, no parecía sangre, más bien… piel derretida…

En la penumbra del tono azulado de la luna que entraba por las orillas de los marcos de la puerta y ventanas, me apresuré a buscar las llaves en los muebles más cercanos. El olor a quemado se hacía más fuerte a cada momento, eché un vistazo de nuevo a la escalera y observé cómo el ser de piel blanca bajaba rápidamente a mi encuentro, el humo se esparcía por los escalones. Sentí escalofríos por todo el cuerpo, y encontré las llaves. Abrí deprisa la puerta y salí corriendo, sin importar que mis piernas comenzaran a doler, corrí hasta encontrar una patrulla de policía. Me acerqué exaltado y jadeando, les pedí ayuda con inquietud y terror, a lo que sólo me contestaban que me calmara y dejara de gritar.

Un horrible espectáculo tuve que presenciar esa noche. El oficial más cercano a la patrulla empezaba a gemir de dolor, tomaba su pecho con tanta furia y desesperación que partió a la mitad la camisa de su uniforme y, agonizante, cayó al suelo, retorciéndose.

Junto con el otro oficial intenté saber lo que le ocurría, y vimos que de la boca de su compañero brotaba un líquido asqueroso, de rojo pálido, tal cuál lo había visto escurrir por entre los dientes de aquél monstruo. Tan intenso era el dolor del hombre que sus ojos escaparon de sus oricios. Yo y el policía que se encontraba a mi lado dimos un salto hacia atrás, horrorizados por tal escena nauseabunda. De nuevo pude percibir ese característico olor a quemado, él se acercaba. Una vez más, con miedo, miré a mis espaldas, y para sorpresa mía, el rostro y cabello de la criatura resaltaban en el oscuro paisaje nocturno, a no más de diez metros de nosotros.

Eché a correr de nuevo, consumido por el terror de lo que estaba viviendo. Sin detenerme escuché un grito desgarrador, era la voz del oficial con el que me encontraba segundos antes. Me imaginé lo peor, sin embargo no podría hacer nada, y si lo intentaba sabía que terminaría muerto. Entonces corrí más y más fuerte, asegurando alejarme de esa pesadilla.

Luego de dos semanas, en casa de un compañero de instituto, nadie más ha sabido sobre el tormento que ocurrió aquella noche, nadie más que yo. Ni en las noticias comentaban tales hechos, pareciera que nunca hubiese pasado, ninguna evidencia de los cadáveres o la patrulla de los policías había sido expuesta, absolutamente nada. Sin embargo, por temor, no me atrevía a preguntar si alguien sabía sobre ello.

A estas alturas mi mente aún no ha descansado, sigo recordando la macabra y asquerosa escena. Y guardado en el cajón de mi escritorio se encuentra un escrito en papel quemado con tinta negra, en un idioma escandinavo, el cuál se traduce:

»¿Sabes quién te observa?
Atentamente: Harry»

Harry el Noruego

Creación propia

Stray-MadCat

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