Esta nueva casa vieja

Compramos una casa vieja, mi novio y yo. Él estaba a cargo de la construcción «nueva» (convertir la cocina en la alcoba principal, por ejemplo), mientras que yo estaba a cargo de remover el papel tapiz de las paredes. Los dueños anteriores habían tapizado CADA pared y TECHO. Removerlo era brutal, pero extrañamente gratificante. Lo mejor era arrancarlo desde lo alto, esa sensación similar a cuando estás pelando tu piel luego de haberte quemado por el sol. No sé cómo será en tu caso, pero a mí me gusta jugar con pelar el papel, rastreando el pedazo más largo antes de empezar a arrancarlo.

Noté que, en cada habitación, debajo de las esquinas del tapizado, estaba el nombre de una persona con una fecha. La curiosidad me ganó una noche y busqué uno de los nombres en internet, descubriendo que pertenecía a una persona desaparecida. La fecha de su desaparición era la misma que la fecha bajo el papel.

Al día siguiente, hice una lista de todos los nombres y fechas. En efecto, todos eran de personas desaparecidas con sus respectivas fechas de desaparición. Mi novio y yo se lo notificamos a la policía, quienes naturalmente enviaron un equipo para inspeccionar la evidencia luego de haber verificado nuestra historia.

Escuché que uno de los técnicos dijo: «Sí, es humano». ¿Humano? ¿El qué era humano?

«Señorita, ¿en dónde está el material que removieron de las paredes? Lo que arrancaron no era papel tapiz».