Rose iba adentrándose en el oscuro pasillo, habitado por un silencio sepulcral. Para su infortunio, esto no era lo único que se encontraba allí.
Iluminando únicamente con su linterna, logro ver al fondo una silueta acercándose lentamente hacia ella, pronunciando las siguientes palabras:
– Yo soy la encarnación de tus miedos. Yo soy la razón por la que le temes a la oscuridad. Yo soy tu fin.
– ¿QUÉ QUIERES DE MI? ¿POR QUÉ YO? ¿QUÉ TE HE HECHO?…
Rose se despertó de golpe, sudando y con un escalofrió que recorría todo su cuerpo. Eran las 3 de la mañana, así que fue a la cocina por un poco de agua para tranquilizarse, pero no dejaba de notar algo que no podía explicar, algo raro, como si algo, o alguien la observara.
Al volver a su cama intentó conciliar el sueño, pero seguía sintiendo esa extraña sensación, así que decidió asomarse al mirador para tomar un poco de aire. Fue entonces cuando lo vio: una sombra pasó rápidamente por su lado justo cuando abrió la puerta. Ella, aterrorizada, no sabía si marcar a la policía temiendo que fuera algún ladrón o algo por el estilo, o ir a investigar.
Tal vez era curiosidad, el morbo de si era algún espíritu, o tal vez quería sentirse una heroína, así que tomó una linterna y decidió ir a ver qué sucedía… grave error.
Al internarse en el pasillo notó que todo cambió, esa no era su casa. Las paredes eran distintas, cuadros que ella no había puesto y muebles diferentes, sin tomar en cuenta que ahora a solo unos cuantos metros había un pasillo que parecía no tener fin, justo como en su pesadilla. Arrepentida decidió regresar, pero notó que detrás de ella sólo había una pared. Ahora sólo le quedaba un camino que ella ya no deseaba tomar. Pero sin más remedio, siguió adelante.
Sintió cómo esa extraña sensación regresaba a ella, y como la iba hundiendo en los mayores miedos de su mente mientras escuchaba los gritos agonizantes de alguien al fondo del pasillo, que en pocos segundos fueron callados… De repente, se encontró frente a una puerta de madera agrietada, incluso un poco húmeda, por lo que pudo notar que era antigua, quizá de inicios del siglo. Algo dentro de ella le decía que no entrara, pero no tenía más opción.
Tomó el pestillo y lo giró lentamente, abriendo la puerta con cuidado, con el objetivo de no hacer ruido. Entre la oscuridad de aquel cuarto pudo notar que algo se movía entre las sombras. Allí se encontraba lo que entró a su casa, estaba agachado, haciendo arcadas mientras sonaban huesos rompiéndose. Aunque tenía una complexión similar a la humana, no pasaba desapercibido. Tenía la espalda curva y los huesos de la columna le sobresalían, era delgado y tenía pelos repartidos por su cuerpo, aunque no muy abundantes.
Al alumbrarlo con la linterna este se quedo inmóvil, y lentamente volteó, mirándola con sus penetrantes ojos negros, y sangre chorreando de su boca, mientras sostenía un brazo en sus manos y restos del cuerpo al que le pertenecía detrás de este.
Rose salió corriendo, aterrada de ahí, siguiendo el largo pasillo que recorrió todo este tiempo, mientras temía encontrarse con la pared que la obligó a seguir adelante. Corría y corría mientras escuchaba los gruñidos de este ser detrás de ella, y notaba como las paredes se deformaban y los cuadros que al principio eran simples personas posando, ahora se convertían en muertos y cadáveres que la seguían con la mirada, pareciendo que la quisiesen tomar de sus huesudas manos y convertirla en el bocado de aquel monstruo que casi podía sentir respirarle en el cuello. Casi podía sentir como si tan solo un salto y la atrapará, haciéndole lo mismo que a aquel pobre hombre.
Su pánico se hizo más fuerte al sentir que su cuerpo perdía fuerzas y desaparecían las esperanzas de salvarse, pero estas sensaciones se disipo al ver que al final del corredor se encontraba la tan anhelada puerta de su habitación. Invadida de adrenalina, Rose retomó fuerzas y siguió corriendo como nunca antes lo había hecho, aferrándose a la poca esperanza que iba creciendo a medida que se acercaba más y más a la puerta.
Al llegar, la abrió lo más rápido que pudo, y, al cerrarla, escuchó como ese ser gruñía de furia al otro lado de la puerta al haber perdido a su presa.
Al ver que todo a su alrededor regresaba a la normalidad y los gruñidos desaparecían poco a poco, se acostó en su cama, al sentir que este tormento había terminado, cerró los ojos y se tranquilizó, deseando despertar al otro día con el deseo de que todo había sido una pesadilla.
Mientras se revolcaba en su cama intentando conciliar el sueño, pero pudo sentir como volvía a su cuerpo aquella sensación de estar siendo observada. Aterrada se levantó para tomar su teléfono y llamar a alguien que le hiciera compañía el resto de la noche, pero su respiración se detuvo al ver en frente de ella a aquel ser, mirándola con una sonrisa de satisfacción, al saber que conseguía atrapar a su presa.