Mi hija, Katy, tiene seis años y una imaginación hiperactiva. Solía arrastrarse con frecuencia bajo nuestra cama por la noche, contándonos acerca de los monstruos en su habitación. Uno, según decía, tenía un cuerpo negro que casi parecía una masa amorfa, con piel amarilla en su rostro y grandes ojos negros. La sujetaba contra la cama y la tocaba bruscamente con manos negras, a veces ahorcándola hasta que no podía respirar. El otro, de ojos amarillos y piel roja y escamosa, era muy agradable. Vivía debajo de su cama y se sentaba con ella después de que el monstruo negro la había visitado. Katy decía que la hacía sentir a salvo de nuevo.
Una mañana, fui a encargarme de la ropa sucia y encontré sangre en el pijama de Katy. Me apresuré a su habitación para hablar con ella, pero más bien vomité al encender el interruptor de la luz. El cuerpo de mi esposo yacía en pedazos, y había charcos de sangre ocupando la mayoría del piso. Katy estaba ovillada en su cama con sus manos encima de sus orejas y sus ojos totalmente presionados. A su lado estaba el monstruo de piel roja al que hacía referencia. Me observaba con ojos tristes, y, sintiéndome demasiado impresionada como para hacer cualquier otra cosa, le devolví la mirada. Comenzó a moverse hacia mí y lo único que pude hacer fue quedarme quieta, incluso cuando colocó gentilmente una mano con garras sobre mi hombro y procedió a arrastrarse debajo de la cama.
Bajé la mirada hacia mi esposo, ahora notando su vestimenta negra que estaba hecha jirones, y el resto de las piezas de la máscara que usaba: pedazos amarillos pequeños.
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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por WinterTragedy:
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