Esto ocurrió en Mendoza, Argentina. Para ser más exactos, en el Barrio de Lanús. La historia que estoy a punto de narrar fue ocultada por la policía de esta provincia pero gracias a un oficial, quien no podía dormir por las noches, hoy podrán leerla. El oficial recibe 8 horas de terapia semanal y todavía no consigue conciliar el sueño. Su terapeuta fue quien lo convención de abrirse y contar el siguiente relato:
Una familia argentina como, todas las tarde se juntaba a tomar “unos mates”, una famosa infusión proveniente de Uruguay, al igual que Gardel, el tango y el Heavy Metal. Esta familia se encontraba celebrando el final de su mudanza. Los tres niños varones jugaban en el living a sus consolas de videojuegos. Mientras que las niñas correteaban por el patio alegremente entre risas y carcajadas, Marta de 23 años pegó un grito de horror “¡Mi dedo, rayos mi dedo!”. Su dedo se encontraba machucado y lleno de sangre como si hubiera chocado con alguna roca, pero para su horror no había chocado con una roca, era un pequeño enano de jardín. Este pequeño ser la miraba fijamente con sus ojos picarescos. Irma, de 12 años rio ante los gritos de su hermana. Marcos el padre, corrió con vendajes a socorrer a su hija con el pie lleno de sangre. Su madre, Sandra no podía creer que en su primer día en esa casa había ocurrido semejante incidente.
-¿Quién dejó este enano boludo?- preguntó el padre de familia argentino.
-No sé che, debe haber sido el boludo del dueño anterior- respondió Gastón, también argentino.
-Ya mismo lo tiro, che-
-¡No papá!- Grito Irma.-Yo lo quiero, tiene cara de bueno y pintón.
-Bueno che, pero si lastima a otro miembro de la familia se va.- Con esa última frase todos abandonaron el patio y fueron a seguir con su rutina diaria.
Esa misma noche a las tres de la mañana Fermín, otro de los chicos argentinos, se despertó con un fuerte dolor en su dedo meñique. Al levantar la cabeza vio como una sombra correr por el pasillo. Pegó un salto para investigar el pasillo. Allí no había nada, Fermín estaba solo en el pasillo, con su dedo meñique machucado.
A la mañana siguiente Fermín le gritó a su hermanita Irma “Tu enano boludo me pateo un dedo”. Nadie podía comprender que estaba pasando.
-Eso es imposible boludo- Dijo Marcos.
-Te dijo que sí boludo, ese enano me pateo.-
-Es imposible- Interrumpió Irma.- Toda la noche estuvo hablando conmigo.-
La sangre de Carla (la madre) y del resto de los integrantes de la familia se heló. No podían comprender como un enano de jardín se acercara a hablar con su hija menor a las noches y encima fuese a patear a otros de sus hijos. Como este pensamiento era irracional decidieron culpar a Irma y tirar al enano a la basura.
-Estás castigada y no quiero volver a ver a ese enano boludo otra vez en mi casa.- Gritó Marcos.
Irma se fue llorando a su cuarto. Todos trataron de consolarla pero nadie podía.
Marcos al tirarlo a la calle se sintió aliviado, pero no sabía que lo peor aún estaba por venir.
Aquella noche, una lluvia tremenda azotó el barrio de Lanús. Las ventanas de madera se golpeaban fuertemente por culpa del viento. Parecía que el mundo se iba a venir abajo.
Cuando el clima se calmó un poco Marcos escuchó un pequeño golpeteo. “Es el viento boludo” pensó. Pero otra vez estaba el golpeteo. Cada vez se acercaba más.
-¿Qué pasa?- Preguntó Carla.
-No sé, debe ser el viento.-
Ahora alguien golpeaba su puerta. Enojado Marcos se paró y sintió un golpe tremendo en su pulgar. Miró hacia abajo y allí estaba, con su cara de pícaro, el enano de jardín.
Carla pegó un grito de horror despertando a toda la familia.
-¿Volvió mi enano?- preguntó Irma entusiasmada.
-Vayan a dormir.- Gritó Marcos.-Ya mismo llamo a la policía.-
El padre llamó a las fuerzas de seguridad inmediatamente.
Esa noche fue cuando el cabo, quién se niega a decir su nombre, apareció en la escena para presenciar el horror.
-Hay un boludo poniendo un enano en mi casa y quiero que lo arresten.-Explicó Marcos.
-¿quién pondría un enano en esta casa? Es un chiste de mal gustó. –
-¿Por qué?-
-En esta casa vivía un enano chileno, el propietario de una cadena de restaurantes “El weon sabroso”.
-¿Cómo era él?-
-Chiquito y con una barba puntiaguda, siempre usaba un bonete rojo, era raro…- antes de poder terminar el oficial de policía sintió un dolor en su tobillo. Cuando miró hacia abajo sus ojos no podían asimilar aquella imagen horrorosa que le brindaba la realidad. Quién lo estaba pateando era nada más y nada menos que el antiguo propietario de la casa: El enano chileno.
¿Cómo podía ser? Era la misma persona pero de piedra y más chiquita. Sin poder mediar palabras el oficial de policía disparó su arma contra el enano chileno pero él no se movía.
Decidió hacer lo que haría cualquiera en su situación. Corrió a su patrulla y juró nunca más pisar esa casa, donde dejó a la familia argentina a merced del Enano Chileno.