Don’t Touch Her

Se despierta como de costumbre: empapado en sudor, respiración costosa a falta de aire y todavía con algo de sueño. Las pesadillas no solían ocurrirle hasta hace dos semanas. Todas las noches a las cuatro de la madrugada su sueño se terminaba como si escaseara del mismo, pero no era así. Finalizando con él, la terrible pesadilla que acababa de tener, y salvándose así de su terrible tormento en el mundo somnoliento. Mira el interruptor de la luz y solo piensa en levantarse a encenderla, pero lo que ocurría con él le hacía pensar que no debía hacerlo. Duda, necesita de la luminosidad para sentirse a salvo; se encuentra entre una encrucijada. Toma su cabeza con ambas manos y rompe el silencio con unas suaves palabras que se escapan de sus secos y rotosos labios:

—Qué me está ocurriendo…

Hace dos semanas, aproximadamente, luego de salir de trabajar, decidió alquilar un VHS de una tienda a cinco cuadras de su casa. Pensó que así podría despejar su mente luego de una ardua semana de duro trabajo. Se encaminó hacia el lugar, cruzó el umbral que separaba el establecimiento de la calle y preguntó por alguna película nueva que no haya visto ya, debido a que alquilar VHS era una rutina de fines de semana desde los últimos tres años y medio y el lugar ya le había ofrecido todo lo que tenía. Su pasión por la cinematografía era demasiado grande y disfrutaba mirar estas obras de arte a través de la pantalla chica que se encontraba en el living de su departamento. El comerciante, que ya conocía su nombre y a él, negó tener nada nuevo, pero sugirió que revise el depósito de películas situado en el fondo del lugar. Con una sonrisa forzada musitó un «gracias» en un tono de voz bastante bajo.

Caminó por los vagos pasillos que separaban unos estantes de los otros, en los que reposaban miles y miles de filmes. Llegó hasta una puerta de roble y giró la perilla. Ahí estaba, el candente deposito. Miles de cajas mohosas y en mal estado acomodadas unas sobre otra que dejaban ver esos casetes sobresalientes de las mismas, brillando bajo la tenue luz que entraba y se reflejaba en ellas desde el cuarto contiguo. Encendió el interruptor y comenzó su búsqueda. Casi media hora pasó entre lectura y más lectura de nombres de películas ya vistas, cuando encontró lo que estaba buscando. Un VHS en muy mal estado dentro de una caja que hacía de soporte en la pata de una mesa que se encontraba en una esquina del cuarto, la cual, como era de esperarse, sostenía más cajas encima. Quitó su hermoso hallazgo de su lugar y leyó que el nombre «Don’t Touch Her» (No la toques) figuraba. Sus cansados ojos se iluminaron al leer esto, ya que era algo que nunca antes había visto. Salió del cuarto y lo llevó a la recepción, depositándolo en el mostrador ante la mirada intrigante del comerciante.

—No te recomiendo llevarte esto —sugirió el joven del mostrador.

—Lo llevo —respondió el alquilador.

—Esa película es mucho más vieja que la llegada de los antiguos dueños, mucho más vieja que la construcción de este edificio. Probablemente ni funcione ya. La trajo un tipo que parecía loco hace más de dos meses.

—Lo llevo.

—Está bien.

El joven del mostrador anotó el precio en el computador que se encontraba a su derecha. El alquilador sacó siete dólares y se los entregó, pero antes de que este dinero cayera en manos del comerciante, nuestro joven notó que el precio era más bajo que lo habitual. Supuso que era por el mal estado del VHS. Pagó y se marchó del lugar luego del saludo de «buenas noches» de parte del joven del mostrador.

Atraviesa las oscuras calles que separaban el local de su departamento, rompiendo el viento que corría en contra y tarareando por lo bajo una canción que había escuchado anteriormente ese día en la radio. A los pies del edificio, mete la mano en el bolsillo del tapado negro que llevaba y saca una brillante llave, introduce la misma en la cerradura de la puerta y la hace girar dos veces. Esta se abre lentamente para dejar paso al joven. Sube las escaleras y repite el mismo acto en la puerta de su hogar. Entra y traba la cerradura. Deposita sus cosas en un pequeño clóset al costado derecho de la entrada y se sienta en el sofá, no sin antes introducir el VHS en la ranura de la videocasetera. Presiona play y se prepara para la acción.

Como era de esperarse, parecía que el video no funcionaba.

Decepcionado, decide esperar un par de minutos para asegurarse de que su pensamiento era correcto. Cuando por fin se decide a quitarlo, una pantalla en negro interrumpe su casi incorporación del sofá. El video comenzó, pasando de la pantalla negra a la blanca intermitentemente. Un sonido casi ensordecedor abrumaba sus oídos; era como un zumbido. Distingue lentamente una voz pidiendo ayuda, una terrible voz ronca de una mujer. El zumbido va desapareciendo a medida que este grito iba aumentando el volumen y la intermitencia de blanco a negro iba siendo interrumpida por un rostro que se veía tenuemente. Precipitado piensa que esto es lo más raro que ha visto, pero recuerda haber observado obras así de abstractas en la universidad de cinematografía de locos productores cuyos objetivos eran cautivar a los espectadores con mensajes subliminales. La imagen comienza a tomar firmeza, era el rostro de una mujer totalmente golpeado, sin ojos, sin dientes, casi sin cabello y ensangrentado. Pantalla en negro nuevamente. Silencio. Letras extrañas casi irreconocibles aparecen rápido, una y otra vez, como si se estuviera reproduciendo en un proyector y faltaran cuadros en la cinta. Luego, una imagen que hace su aparición de la misma manera que lo hicieron esas letras, parecía una foto. Intrigado, baja la velocidad de reproducción y se percata de que era un video con cuadros faltantes. Presta atención y puede ver cómo una mujer es brutalmente violada de todas las maneras posibles mientras es golpeada fuertemente por un robusto hombre. Otra vez la intermitencia de pantalla blanca a negra y el grito de ayuda ronco hacen su aparición. El filme termina.

Se incorpora, saca el casete de la videocasetera y lo introduce en su caja. Piensa que es hora de comer y oye un ruido en la puerta de entrada, como si uñas la rasgaran. Atónito, deja lo que hacía y se dirige a la entrada. No abre la puerta sin antes observar por la mirilla. Una mujer.

Abre y le pregunta qué necesita. La mujer, de pálido rostro, cabello negro hasta los hombros y vestido rojo con zapatos del mismo color, lo mira.

—¿Tengo pulso aún?

—No lo sé.

—Dime si aún respiro.

—Dígame qué necesita señorita, estoy haciendo algo importante.

—¿Ya no soy importante para ti? ¿Por qué me hiciste esto?

—¿Disculpe?

—¿Por qué lo hiciste?

—Mire señorita, no sé lo que busca, pero llamaré a emergencias si no se marcha.

—¿Tengo pulso aún?

—¿Si le respondo eso dejará de molestarme?

—…No lo sé, no siento nada —responde mientras toca sus frías y pálidas muñecas.

La extraña mujer sonríe y se marcha.

Piensa que esto es un tanto extraño, pero luego recuerda el video que acababa de ver y le parece que, hasta ahora, era lo más normal de la noche. Clava nuevamente la cerradura, cena algo improvisado, apaga las luces y se tumba exhausto en su cama.

Fue en ese momento cuando empezaron sus pesadillas.

Mirando la pared, siente cómo el sueño y el cansancio invaden su cuerpo y termina en sus ojos. Lentamente, la pared se va haciendo borrosa, junto con los muebles que yacen apoyados en ella. El leve sonido de la calle va desapareciendo a medida que su visión disminuye.

Se encuentra en su tibia cama, parece que quiere conciliar el sueño y no lo logra. Lucha contra la pereza para levantarse, pero advierte que algo no está bien. Todo el amueblado de la casa se encuentra en distintas posiciones en respecto a sus originales. Ignorando esto, a sabiendas de que es un sueño, se incorpora y camina derecho al baño. Está a punto de encender la luz cuando una voz en su conciencia le advierte que no lo haga; haciendo caso, abre la perilla del lavabo a oscuras y se enjuaga la cara. Un sabor a oxido invade su boca. Sus ojos arden. Escupe. Toma la toalla del tubo y seca su rostro.

—La tubería se debe haber descompuesto de nuevo… —dice por lo bajo.

Arrastrando los pies se dirige a la cocina. Abre la heladera buscando algo fresco que beber y así quitar ese asqueroso gusto de su boca; al hacer esto, un olor nauseabundo ingresa por sus vías respiratorias, dejándolo casi atónito, y generando una mueca de repulsión, la cierra. Quiere prender la luz, pero esa voz en su conciencia le advierte nuevamente que no lo haga.

De repente, murmullos.

Se alerta de que vienen del recibidor; se asusta. Tantea la mesada detrás de él, encuentra lo que buscaba y se aferra fuertemente a ese objeto: un cuchillo.

Su corazón comienza a hacerse sentir y una sensación de calor lo invade desde adentro hacia afuera.

Camina sigilosamente hacia la pared que divide la cocina del recibidor, se apoya en esta y de esta manera camina hasta la arcada. Asoma su cabeza y contempla una escena que lo hace sudar frío.

Un cuerpo totalmente golpeado yace boca abajo en el suelo. Dos hombres discuten por lo bajo qué hacer con esto, hablando con un acento extranjero; probablemente sean rusos. Uno de los hombres sostiene una cámara de video bastante vieja.

Siente un impulso, esa voz en su cabeza le dice que salte contra ellos y los apuñale por la espalda, quizás sean asesinos, o ladrones, o secuestradores. Dios sabrá qué le habrán hecho a la pobre muchacha. Pero, entonces, su latente corazón aumenta su volumen. Esas contracciones del miocardio hacen que el sonido se altamente audible. Los hombres voltean hacia él y entonces contempla el rostro derretido de estas personas, era como si estuvieran quemados. Abren su dislocada mandíbula dejando ver un gran agujero negro que lanza un terrible aullido que arrasa con sus oídos, y un olor a putrefacción lo vuelve a invadir. Los hombres se convierten en una sombra que desaparece en lo recóndito de la oscuridad y la mujer yaciente en el suelo se intenta incorporar de dificultosa manera. Pálido, solo se queda ahí, contemplando todo. Ya no piensa, ni siquiera sabe que está temblando. La mujer dobla sus articulaciones, haciendo un terrible ruido de huesos rotos, y solo se escuchan leves palabras que dice una y otra vez:

—Ayúdame…

Extiende su brazo hacia el joven esperando que este la tome de la mano. Sin más preámbulos, él se acerca rápidamente a la moribunda mujer y sostiene su mano, pero en fracción de segundos, esta tironea del brazo del muchacho guiándolo hasta su deteriorado rostro.

—¿Tengo pulso aún…?

Da un salto. Se incorpora con dificultosa respiración. Observa a su alrededor; todo normal. Gira a su derecha y vomita el suelo. Siente su cuerpo empapado en sudor y totalmente caliente. Esquivando su vómito, atina a encender la luz.

Su cuarto, totalmente normal. Sostiene su cabeza con una de sus manos y acaricia su cuello. Camina hacia el baño y enciende nuevamente la luz de este. Enjuaga su rostro, no sin antes percatarse de la nítida agua que emanaba de la canilla del lavabo. Entonces, advierte de un hematoma marcado en su brazo en forma de mano en el mismo lugar donde la mujer lo había agarrado. Siente que se va a desvanecer del susto. Mira su reflejo en el espejo. Lucia pálido y su cabello mojado a causa del sudor, pero denota la presencia de alguien más en el cuarto de baño además de él. La mujer que había visitado su departamento la noche luego de ver el video.

—¿Tengo pulso aún?

Sonríe tétricamente y su rostro comienza a deformarse.

Da un salto. Se incorpora con dificultosa respiración. Se da cuenta de que fue un sueño dentro de otro sueño. Trata de mantener la calma, levanta la vista y ve la sombra de una mujer parada a los pies de su cama. Sale de la cama corriendo sin encender las luces y se dirige a la puerta de entrada. Sellada. Intenta abrir una ventana; selladas. La sombra lo siguió y solo lo observaba desde el centro del living.

—¿¡Qué quieres de mí!? —grita.

—Ayúdame…

—¿¡Cómo puedo ayudarte si lo único que haces es atormentarme!?

—¿Tengo pulso aún?

—No, no lo tienes, estás más muerta que cualquier cosa.

La sombra de la mujer emite un grito como de animal. Comienza a llorar. El solo atina a tapar sus oídos con sus manos y se retuerce a causa del insoportable dolor que provocaba el aturdidor sonido. Siente un tibio y espeso líquido emanando de sus oídos.

—¡Basta! ¿¡Qué quieres de mí!? —grita en la oscuridad. La mujer cesa de gritar.

Camina hacia él. Acaricia el rostro del joven y susurra algo en su deteriorado oído.

 

Hace dos semanas que convive con ella. Lo atormenta y lo hace enloquecer. Cada sueño es aún más y más doloroso. Se despierta con cortes profundos, dolorosos rasguños en su espalda, mordidas que le quitan importantes pedazos de carne, gigantes hematomas. Cada vez más y más violento.

Sonríe en la oscuridad. La ve parada a los pies de la cama. Toca el suelo con los pies y se para.

—Ya sé lo que quieres de mí.

Camina hacia la cocina, tantea la mesada y toma un cuchillo. Camina hacia el living, no sin antes pasar por el recibidor. Bajo la puerta de entrada, miles de cartas de avisos. Las de la tienda de alquileres de VHS, de su trabajo, de su familia. Todas advirtiendo que no sabían nada de él durante largo tiempo, que su teléfono no estaba en función y que era la única manera de contactarlo, que por favor respondiera o intervendrían con la policía. Haciendo caso omiso a estos papeles dentro de sobres que releyó una y otra vez esa semana, toma el VHS de la mesa. Lo observa durante unos cuantos segundos. Vuelve a sonreír y lo avienta por la ventana. La fría brisa del viento del noveno piso que logra entrar choca contra su pálido rostro y luego recorre la habitación. Unos fríos brazos lo abrazan por la cintura y unos labios rotosos besan su mejilla.

—Ya sé qué es lo que quieres de mi —murmura y la mira fijo.

Levanta el cuchillo. Con un movimiento horizontal, corta piel que despide sangre por todo el departamento, salpicando cualquier superficie que encuentre. Un cuerpo cae en la penumbra. Su temblorosa mano sostiene un cuchillo ensangrentado que luego de unos minutos cae al suelo.

En la calle, un hombre camina despreocupadamente cuando se da cuenta de que vidrios rotos llenan la vereda de un edificio, junto con un VHS. Lo levanta, mira hacia arriba y se da cuenta de la ventana rota de donde cayó. Lee el título del video: «Don’t Touch Her».

Creación propia.

TakumaHirose

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3 comentarios

entonces solo era un video como los de la llamada? era un fantasma? Porque tambien pense que el seria el asesino o algo, muy buena

Responder a genevievelaceltaCancelar respuesta

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