—Deberíamos hacer que mi último día sea legendario —me dijo David con una sonrisa. Aún no le había contado a nadie más en la escuela que se iba a mudar el día después de Halloween—. ¿Qué tal si todos llegaran a creer que Bloody Mary me llevó?
El plan era brillante. Después de clase, él y yo íbamos a anunciar que invocaríamos al fantasma en el espejo, y él se escaparía por la ventana. Era una caída corta hacia el balcón del segundo piso, y se iba a montar encima de este para colarse por las escaleras y caminar a casa. Yo saldría y divulgaría que Bloody Mary se lo había llevado hacia el Otro Mundo, y nadie lo volvería a ver jamás.
Hubo al menos tres docenas de personas que se habían reunido esa noche después de la escuela. David y yo apenas éramos capaces de contener nuestras sonrisas juguetonas a medida que nos dirigíamos hacia el baño a solas.
—¿Sabes? Al menos deberíamos intentarlo —expliqué—. De esa manera, no estaremos mintiendo cuando digamos que tratamos de atraer al fantasma.
David palideció solo un poco.
—Um, está bien, supongo.
Me paré frente al espejo con osadía. Él se colocó a mi lado tentativamente.
—Bloody Mary, Bloody Mary, Bloody Mary: maté a tu hijo. —Su voz hizo eco con la mía, aunque vacilante.
Miramos fijamente a nuestros reflejos. Parpadeamos, y ellos también.
No sucedió nada.
Ambos evacuamos un suspiro de alivio.
—Será mejor que me vaya —ofreció David—. Es hora.
Subió una pierna en el lavado y pasó la otra por la ventana abierta antes de darme un último adiós.
—Te cuidas —dijo con una sonrisa.
Miró hacia abajo y movió su peso para posicionarse en el barandal de la ventana. Se encontraba a medio camino cuando decidí que no me lo podía resistir:
—¡Buu! —le grité saltando hacia enfrente.
Sus ojos se ampliaron de inmediato y lo traicionaron en un momento de terror.
Honestamente, no tenía la intención de hacer que se resbalara.
David cayó a través de la ventana y quedó fuera de vista antes de que yo pudiera reaccionar.
«Ah, genial —pensé—. Ahora tendremos que lidiar con un tobillo torcido».
Caminé hacia la ventana y me asomé para echar un ojo.
La cabeza de David estaba empalada por los costados en un tubo de metal que solía formar parte de una cerca con alambre de púas. Habrá caído unos cinco metros. Fue atravesado de sien a sien. La parte superior del tubo estaba revestida con sangre, y la punta tenía viseras de cerebro descansando encima. Sus piernas se sacudían como si estuviera corriendo en un mismo lugar, pero el tubo lo mantenía firme. Se contoneaba en tanto sus piernas bailaban.
Sus ojos nunca se cerraron.
Creo que al final Bloody Mary en verdad nos pilló.
O al menos eso fue lo que le conté a todos. Dije que David se espantó por lo que vio después de la invocación y saltó hacia la ventana.
Y ahora contemplo al asesino de David cada vez que veo un espejo.
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Jodido