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Tic Toc


Todos los días, después de un empleo de Call Center que abarcaba las mañanas, en las tardes Jonathan se dedicaba a arreglar baratijas y aparatos electrónicos. Su pasión se centraba en ello: desde un tostador hasta el complejo monitor de una computadora, Jonathan podía arreglarlo.

Desde las 5:00 p.m. hasta las 9:00 p.m., se dedicaba a reparar toda clase de máquinas caseras que tuvieran problemas, y tenía bastante clientes debido a su habilidad. Desde que era muy pequeño aprendió las artes del buen reparador.

Una noche, mientras terminaba de ensamblar un pequeño ventilador, llegó a su puerta un extraño hombre de edad vestido todo en negro. Sostenía en sus manos una caja de madera del tamaño de una caja de zapatos grandes. Se dirigió hacia el buen Jonathan después de que éste, con un ademán, le indicara que entrase desde la ventana.

—Qué bien. Puedo ver que usted es un hombre muy hábil para las reparaciones, si me lo permite —dijo el extraño hombre de negro.

—Bueno, tengo lo que se requiere, caballero. ¿En qué puedo ayudarlo? —contestó Jonathan en un tono de voz amable.

—Es este viejo reloj. No ha servido desde hace un par de días, se detuvo y nadie con quien lo he llevado ha sido capaz de asistirme. Si usted logra algo, le estaré muy agradecido —le dijo mientras colocaba la caja en su mesa y la abría poco a poco.

Jonathan dejó el ventilador, ya ensamblado, y se dirigió con el hombre para examinar el reloj. Era un reloj muy hermoso, con forma de antiguo reloj europeo. Los números estaban en romano y parecía finamente tallado en madera. Jonathan se sentiría bastante culpable de estropearlo más de lo que ya estaba, debido a que como dijo el hombre de negro, el reloj no quería funcionar. Las manecillas no avanzaban, y Jonathan trató de moverlas suavemente. Algo las sostenía. Decidió no forzarlas, temiendo a romperlas. Entonces, quedó viendo fijamente la cara del reloj. Algo en su mente le decía que era algo más valioso de lo que pensaba. Cuando reaccionó, volteó a donde estaba el hombre.

—Entonces… ¿tiene alguna fecha en específico para venir por el reloj? Porque ya que es fino…

Se detuvo súbitamente. Sintió un escalofrío, y se quedó un poco pasmado. El hombre ya no estaba en su casa. Ni siquiera se escuchó la puerta abrirse, si es que el viejo la usó para salir.

Jonathan pensó que quizá se había distraído viendo el reloj, y por eso no escuchó al hombre salir. Entonces colocó el reloj con cuidado en la mesa, y pensó que al día siguiente, después de que la clienta del ventilador viniera a recogerlo, se encargaría al cien por ciento de la preciosa maquinaria de tiempo que le había dejado aquel misterioso hombre.

Luego de que se dio la vuelta para dirigirse a su cuarto, escuchó un susurro cerca de su oreja. No pudo entender qué dijo el susurro, pero lo cierto es que le provocó un miedo inolvidable. Jonathan no era dado a esas alucinaciones auditivas, pero ésta sí lo había dejado inmóvil por un momento. Lentamente, giró hacia la mesa en donde había colocado el reloj. Lo vio fijamente de nuevo, pero esta vez notando algo misterioso en él. No supo qué era o cómo era que lo sentía, pero lo cierto es que sí lo había dejado sin habla. Por un momento, sintió una especie de pánico indescriptible. Comenzó a sudar frío y a marearse, cuando en ese instante el efecto se rompió debido a que su teléfono celular sonó. Jonathan se sintió aliviado de que así fuera; contestó y era nada menos que su novia, Lisa.

—Amor, ¿cómo te encuentras? ¿Qué tal tu día hoy?

—Cariño, me fue bien. No sabes lo contento que estoy de que llames. Escuchar tu voz… es calmante. ¿Qué tal te fue a ti?

—Me fue bien, mucho ajetreo en el trabajo, pero ya terminó. ¿Estás bien? Tu voz se escucha un poco temblorosa —preguntó la muchacha con cierta preocupación en su tono de voz.

—No te preocupes, amor. Es sólo el café. Tomé varias tazas de uno muy fuerte. No es nada —contestó Jonathan. No quería revelar la verdad a su novia, sabiendo que la alteraría un poco.

Después de un momento de conversación telefónica y una bella despedida por parte de ambos, Jonathan se metió a ducharse. Salió fresco y preparado para dormir.

Soñaba plácidamente como un bebé en su cuna, cuando su sueño se vio interrumpido por un sonido extraño. Lo despertó y se incorporó en su cama, aún adormitado. Se concentró en el sonido, con los ojos aún cerrados. Entonces, los abrió poco a poco. Su rostro se llenó de miedo. Escuchaba el ruido de un reloj. Un fuerte tic toc, que provenía del primer piso en donde tenía los aparatos que reparaba en su sala. Se quedó inmóvil, sentado en la cama, pensando que quizá era su imaginación. Decidido (y más tranquilo) a no ponerle mucha atención, se acomodó en la cama de nuevo para reconciliar el sueño. Pero ese extraño ruido no paraba. Incluso, en un estado de sueño profundo que tuvo durante poco tiempo, lo escuchaba. Se despertó y caminó hacia el primer piso iluminando con la lámpara de su teléfono celular. Al llegar a la sala, el sonido del reloj estaba resonando bastante fuerte, llegándose a escuchar lo que parecía ser un eco. Jonathan, iluso de lo que podría pasar, alumbró con su lámpara hacia la mesa donde el reloj estaba colocado. Su sorpresa fue muy grande al ver que había una sombra junto al reloj; una silueta humana, parada junto a aquel aparato que se suponía que no funcionaba, pero que producía un ruido implacable.

Presa de un gran pánico, Jonathan corrió hacia las escaleras rápidamente y se dirigió al segundo piso, a su dormitorio. Sacó de un cajón un pequeño revolver que guardaba siempre cargado, por cualquier situación que pudiera ocurrir.

Con el arma en la mano, se dirigió lentamente a las escaleras de nuevo, esta vez prendiendo la luz. Al llegar a la sala, se detuvo un momento, con el arma lista para disparar en cualquier momento.

—¡¿Quién anda ahí?! ¡Tengo un arma, y no vacilaré en volarte la maldita tapa de los sesos!

No había ruido alguno, excepto aquel tic toc que lejos de parar, se sentía eterno. Jonathan estaba hartándose de aquel sonido, y poco a poco prendió la luz de la sala. Vacío. Lo único viviente que se encontraba ahí era él. Sólo él, y ese reloj. Jonathan, con cuidado, se acercó al reloj, notando que el ruido se hacía más y más fuerte. Entonces, lo levantó.

El tic toc se detuvo. Curiosamente, el reloj seguía sin servir; pero hubo un detalle al que Jonathan no había puesto atención. La hora del reloj indicaba las 3:48 a.m., cosa que al principio pasó por alto. Después, colocó el reloj en la mesa de nuevo, y se dirigió a su cama para conciliar lo poco que tenía de sueño y descansar. Logró caer en un sueño profundo.

Al siguiente día se dirigió al trabajo y laboró como si nada hubiera pasado. Comenzaba a decirse que todo era producto de su imaginación, o quizá el efecto de algún componente tóxico dentro de alguno de los aparatos que había reparado causó aquella visión.

Después de la jornada del día, se dirigió a su casa pensando en el reloj extraño que esperaba a ser reparado. Ya en su hogar, se cambió de ropa para ponerse algo más cómodo, y se dirigió a su mesa para examinar el reloj. Tomó unos desatornilladores y unas pinzas, y se sentó. Tomó el reloj entre sus manos y lo volteó para tener los números de frente. Se detuvo un instante, y el desarmador que sostenía cayó al piso. Notó que la hora no era las 3:48 a.m., sino que era las 5:21.

De nuevo, comenzó a sentir un poco de miedo. Trató de mover las manecillas, pero seguían atoradas. Pensó la situación un momento. Quiso encontrar una explicación lógica, pero por el momento nada lógico que pudiera hacerle saber qué paso llegaba a su mente. Tratando de no poner mucha atención a lo sucedido, abrió el reloj. Quitó la caja, y dentro examinó los engranes. Notó que faltaban varios, pero también vio que había algo pequeño envuelto en papel imprenta, que parecía viejo; tenía la forma de un cilindro. Lo sacó de ahí y poco a poco lo fue abriendo. Eran tres fotos. La primera foto lo sorprendió bastante: era el viejo que había traído el reloj a su pequeño taller…

Sólo que estaba muerto. Le habían cortado el cuello, y en la frente tenía marcado «348». Las otras dos estaban muy borrosas, no se distinguía casi nada. Jonathan recordó el suceso con el reloj la noche anterior, y de inmediato supuso que no fue mera coincidencia lo del cambio de hora en aquel reloj. Llamó de inmediato a la policía. Llegó una patrulla a su casa en poco tiempo y recibió al detective Lans, a quien le explicó lo del hombre y el reloj, y también le enseñó la foto. Después de tomar la declaración de Jonathan, se llevaron el reloj y las fotos para un examen posterior. Jonathan estuvo de acuerdo con ello. Ya en la noche, pensó que todo había terminado.

Llamó a su novia y charlaron un rato. Estaba emocionado de que había llegado el fin de semana y la vería, como siempre hacían sábados y domingos. Luego se dio una ducha y se acostó a dormir.

Mientras dormía tuvo un sueño extraño. Vio una casa que parecía antigua y muy costosa, y a un hombre con una gabardina negra, pero no alcanzó a distinguir su rostro. Vio que en el piso había tres cuerpos envueltos en sábanas blancas manchadas de sangre. Entonces, despertó. Estaba un poco aturdido por el sueño. Prendió la luz de su cuarto y caminaba con la intención de llegar a la cocina por un vaso de agua. Acto seguido, al abrir la puerta de su dormitorio, tuvo la extraña sensación de que lo observaban. Prendió la luz del pasillo, y divisó algo en el sueño.

Eran las fotos que había sacado del reloj. Se paralizó por un instante. No había forma de que, después de habérselas llevado el detective Lans, hubieran llegado ahí. Con el sudor frío recorriéndole la nuca, levantó las fotos. Una era la del hombre de negro que había muerto, sólo que en la imagen se notaba su cadáver un poco más descompuesto, como si hubiera pasado semanas de muerto para cuando la foto fue tomada. Al ver la segunda, su pánico llegó a los cielos. Sintió terror y mucha tristeza: era su novia, Lisa, con un gran corte en el cuello, como el del hombre de negro en la anterior fotografía. De inmediato, corrió al teléfono para llamarla. Ella contestó, con la voz que a Jonathan se le hacía tan dulce.

—Bueno, ¿Jonathan? ¿Qué ocurre? ¿Por qué me hablas tan temprano en la madrugada? Creí que nos veríamos mañana…

—Cariño, no hay tiempo para explicaciones. Todo lo que quieras saber te lo diré tan pronto te vea. Llamaré a la policía y les diré que de inmediato vayan a tu casa. Mientras tanto, quiero que cierres bien y asegures todas las puertas y ventanas de tu casa. Toma un cuchillo de la cocina y llévalo contigo siempre hasta que llegue la policía. Por favor, amor, confía en mí y haz lo que digo. Después de llamar a la policía iré de inmediato a tu casa. Te lo suplico, cariño, haz lo que digo.

—Amor, en serio, acabas de lograr darme un buen susto. ¿Qué es esto? ¿Por qué haría todo eso? Además, te escuchas muy aterrado… ¿Qué ocurre?

Jonathan se sintió alterado de que su novia anduviera preguntándole, siendo que él le había advertido que no lo hiciera.

—Vamos, cariño de mi vida, no me hagas esas preguntas ahora. Sólo haz lo que te…

De repente, Jonathan se congeló. Pensó por un momento que su cordura había llegado a un límite, y que ahora su mente sin control le jugaba bromas. Escuchó el ruido del tic toc del reloj que había escuchado la noche anterior… sólo que lo hizo a través de la bocina del teléfono.

—Jonathan, algo ocurre. Se escucha un ruido en la sala. Tienes razón, llamaré a la policí… —La llamada se cortó. Jonathan dejó caer el auricular del teléfono y, lentamente, volteó a ver la foto en la cual aparecía Lisa degollada. Sintió un terrible escalofrío que creyó que era infinito. Incluso dejó escapar un grito de terror. En la frente de Lisa, en la foto, venía escrito «521».

De nuevo recordó lo del reloj, y prestó atención a su teléfono celular y vio la hora. No lo podía creer. O mejor dicho, no lo quería aceptar. Marcaba las 5:21 de la madrugada. Comenzaba a notar un patrón terrorífico en los números. Entonces, cuando pensó que no podía estar peor la situación, percibió que los sonidos del reloj habían cesado en la bocina del teléfono. Pero comenzaron… en su primer piso, de nuevo. Ahí fue cuando perdió la esperanza. Durante ese instante no supo qué hacer. Una mezcla intensa de pánico indescriptible y terror animal se habían apoderado de él. Lo poco que reaccionó fue para llamar a la policía. Al contestar el agente al otro lado de la línea, Jonathan hizo un esfuerzo sobrehumano para articular bien lo que iba a decir. Reportó que alguien había entrado a su casa, y también reportó que habían allanado la casa de su novia. Dio direcciones y referencias. La oficial al otro lado le dijo que irían de inmediato; aunque después de terminar esa frase, se cortó la comunicación. Jonathan gritó maldiciones y blasfemias al aire. Pero no por mucho, ya que lo silenció un ruido en sus escaleras, como de unos pasos. La electricidad se cortó y todo quedó a oscuras. Entre el tic toc que escuchaba en el primer piso, y que se hacía más y más fuerte, y los pasos en las escaleras, Jonathan pensó que era su fin. Entonces, divisó la misma sombra de la noche anterior en su puerta. No reaccionó. La impresión fue tan fuerte que perdió el sentido.

Despertó en el hospital. El detective Lans se encontraba a su lado, junto con dos oficiales más.

—¿Se encuentra bien, Jonathan? Lo encontramos inconsciente en su cuarto. Al parecer, sufrió un grave shock —dijo Lans.

—Ese… maldito… reloj… Lisa… —susurró Jonathan, un poco inconsciente.

—Oh, su novia… Lo siento muchísimo, Jonathan. La encontramos muerta en su dormitorio… alguien le cortó el cuello. No tenemos a ningún sospechoso aún. ¿Acaso lo llamó antes de que usted nos llamara? ¿De qué forma se enteró de que allanaban su casa? —preguntó el detective mientras prestaba atención a Jonathan.

—Lisa… muerta… —fue su respuesta. Después rompió en llanto.

Los detectives decidieron retirarse por el momento. Fueron a la casa de Lisa, la cual tenía algunas cintas policíacas indicando el homicidio. Encontraron el extraño reloj en la mesa de su cocina. Estaba entero, y en buen estado.

—¿Quién sacó esto de la comisaria? ¿Acaso es una broma? —preguntó Lans. Se percibía enojo en su tono de voz.

También encontraron las fotos.

Ya era algo tarde, y en la comisaría investigaban acerca del homicidio de Lisa. Lans prestó atención a las fotos, y notaba que la tercera estaba borrosa. Pidió ayuda de un colega. Al ver éste el reloj, recordó que dicho aparato tenía leyenda. Se parecía al que encontraron en la casa de un excéntrico anciano que, junto con su esposa y su hijo, fueron asesinados. Se dice también que el reloj tenía una maldición, que el espectro de un asesino habitaba en él, o quizá un demonio, no pudo recordar bien. Lo que sí recordó fue que se marcaron las horas de muerte en sus frentes, y que eran 3:48, 5:21 y 8:17 a.m. Lans pensó que había alguien que copió el crimen, queriendo reforzar el mito de la maldición, pero se preguntó acerca de la tercera víctima.

En ese momento, comenzó a escuchar un tic toc. Preguntó a su colega si también lo escuchaba, pero le dijo que no era así. Lans levantó la foto borrosa y la admiró por un segundo. Entonces, de inmediato dejó todo lo que estaba haciendo y se dirigió en una de las patrullas al hospital a toda velocidad. Llegó, y esquivando enfermeras corrió a toda velocidad al segundo piso por las escaleras. Mientras corría recordó que Jonathan le había contado acerca del sonido del reloj que escuchó antes del homicidio del hombre de negro, el cual fue hallado muerto en su casa. Eran las 3:48 de la madrugada, acorde al número que tenía en la frente.

También le contó del mismo ruido antes de que su novia muriera del mismo modo, con la hora de muerte marcada en la frente, 5:21 de la madrugada. No lo creía. Pensaba que Jonathan estaba loco; sin embargo, esa noche supo, de alguna manera desconocida para él, que no eran locuras. En el momento en que se acercaba al cuarto de hospital donde estaba Jonathan, escuchó un grito muy fuerte. Era una de las enfermeras, que estaba aterrorizada en la entrada del cuarto. Lans se detuvo. Examinó su reloj, y notó que, efectivamente, eran las 8:17 a.m.

Con cautela se dirigió al cuarto de Jonathan. Lo vio, recostado en su cama de hospital bañado en sangre. Un profundo corte en su cuello y los números «817» marcados en su frente eran la conclusión de que algo terrible sucedió. Llamó a la comisaría para pedir refuerzos, y entonces notó en una mesita… aquel reloj extraño, con la hora 8:17. Cuando llegaron los refuerzos, registraron el hospital entero, pero no encontraron sospechosos ni nada incriminatorio. Era como si hubiera sido asesinado por un fantasma. Lans se retiró a casa, no sin antes llevarse aquel reloj consigo. Lo tenía intrigado y pasmado. De su bolsillo sacó la foto que había visto antes en la comisaría; era la de Jonathan, tal y como lo había visto en la cama de hospital.

Después de entrar a su casa, dejó el reloj en la mesa de su sala, se cambió y se dispuso a dormir. Pero entonces, lo despertó un ruido extraño.

Un fuerte tic toc

Creaciones propias

William

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13 comentarios

~Willy, yo sé que algún día volverás para leer esto ;O;~

Sé que con ésta ya serían demasiadas disculpas de mi parte, pero más que merecida te tenías una de estas entradas, y por eso siento que tus trabajos estén siendo considerados hasta ahora para la portada. Uno de los mejores autores que hemos tenido.

Oh… hace tiempo leo que de esta página, pero active una cuenta solo para comentar esta historia.
Me ha impresionado bastante, al principio creí que sería un sueño pero resultó algo mucho más oscuro. Me atrapo completamente.
¡Buen relato!

Son un poco aburridos el 1 y 2.. En realidad el 2 no lei ni la mitad, me salte al final y no me asusto para nada.. fome en todo sentido :// perdi varios min de mi tiempo en esta estupidez

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