3º piso

Era nuevo en el hospital. Medico nervioso igual a deficiente trabajo. Supongo que acepté el trabajo por la elevada remuneración que otorgaba, aunque debo agregar que me resultó bastante extraño que no hayan muchos peleando por el puesto. Supongo que era por el horario. Trabajaba de 20:00 pm a 06:00 am. Dormía durante todo el día, y en la noche el café era el néctar revitalizante.
Después de unos días de trabajar arduamente, conocí a Alex. Un neurólogo, de apariencia alegre. Algo desaliñado y llevaba siempre el pelo revuelto. A veces parecía un poco cansado, y una que otra vez lo ví con comida entre los dientes. Aún así logró captar mi atención.
Luego de dos semanas de trabajar allí, noté algo extraño. Noté que nadie subía al tercer piso. Al principio no le di importancia, al cabo que transcurrían las semanas, la curiosidad se adueñó de mí. Fue directo al ascensor, Alex me vió y me siguió.
Entramos traquilamente al ascensor, lo miré divertido y presione el botón con el número 3 grabado. El ascensor comenzó a subir y Alez, inmediatamente, presionó el botón rojo de emergencia. Lo miré extrañado.
-¿Porqué parastes el ascensor?- le pregunté.
-Es casi media noche, ¿Para qué quieres subir al tercer piso?-
-Por curiosidad. Desde que estoy aquí, no he visto a nadie dirigirse al tercer piso. ¿Qué hay con él?-
Alex me miró, y presionó el botón número 2. El ascensor comenzó a descender hasta llegar a su destino. Las puertas se abrieron, y Alex me tomó del brazo y me llevó con él.
No traté de escabullirme de sus manos, en cambio, esperé a que me diera alguna respuesta ante tal brusco atrevimiento.
Luego de varios segundos, comenzó a explicarme un suceso ocurrido en ese piso. Hace dos años, un médico prestigioso, había escuchado un grito desgarrador que provenía del tercer piso. Subió para averiguar que era lo que ocurría. No se escuchó nada, sólo las puertas del ascensor al abrirse. Durante un lapso de tiempo cesaron los ruidos.
Y al rato se vió al médico salir del ascensor, pálido, y carente de expresión alguna. Sus ojos, abiertos totalmente, demostraron que algo grave había ocurrido. Quedó inmóvil unos segundos, apesar de la cantidad de preguntas de los enfermeros que mostraron estar preocupados por él. Silencioso, y sin decir ninguna palabras, volteó y se dirigió de nuevo hacia el ascensor. Presionó el botón con el número 3. Subió, y unos instantes después. Se vió como cayó su cuerpo, frágil y aún con vida, hasta golpearse contra el duro suelo. Frío y sólido. El cuerpo, sin vida, rodeado de sangre. Espesa sangre color rojo intenso, fue descubierto por dos guardias de seguridad que se encontraban en la puerta de entrada. Corrieron a su encuentro. Pero ya estaba muerto.
Alex contaba la historia como si hubiera estado presente. Hablaba por lo bajo, por temor a que alguien pudiera oírlo.
Desde ese momento, todas las personas que subían al tercer piso escuchaban ruidos aterradores, risas macabras, pasos en el techo, y vidrios resquebrajarse. Y todo esto ocurría a la misma hora en que el médico decidió «quitarse» la vida.
Comencé a sentir escalofríos, pero no soy de esas personas creyentes o supersticiosas. O al menos no lo era.
Conforme pasaron los días, la intriga aumentaba y me decidí un día a subir.
Aquél día invernal, con las nubes color grises que alertaban una fuerte tormenta. La luna no había sido vista desde ningún punto de la pequeña ciudad. La noche estuvo tranquila, y hubieron menos emergencias que lo habitual. Yo me encontraba tomando un café con leche. Esperé hasta casi medianoche.
Arrojé el vaso con café aún al tacho de residuos, y luego me dirigí al ascensor. Presione el botón número 3, y esperé a que el ascensor comenzara a subir. Las puertas tardaron en abrirse, al hacerlo sólo ví un gran pasillo apenas iluminado. Una luz ténue alumbraba el corredor. Al final de éste, una puerta que contenía el equipamiento médico. Gasas, remedios, instrumentos quirúrgicos, vasos descartables, jeringas, y todo el material necesario. Mientras que en la sala sólo se encontraban siete camillas con siete pacientes. Todos en estado de coma. Dos enormes ventanales dejaban divisar la pequeñas casas del vecindario. Las nubes grises seguían asomándose al hospital.
Me acerqué a uno de ellos y miré hacía abajo. Imaginé al doctor, rompiendo el ventanal hasta dar ocontra el suelo. Pero, un ruido interrumpió mis pensamientos. Miré hacia atrás. Nadie. Allí no había nadie. Y casi, simultáneamente, se escucharon pasos en el techo. Un hombre, humano, caminaba en círculos. Miré hacia arriba y de repente algo me empujó. Caí sobre mis rodillas asustado. El miedo se apoderó de mí. Me levanté rápidamente y en ese instante, uno de los monitores mostró el desceso de un paciente, a través de una línea recta. Intenté reanimarlo, devolverlo a la vida. Pero sus signos vitales no mostraron cambio. Era un hombre jóven, parecía haber sufrido un accidente automovilístico por las laceraciones en todo su cuerpo. Eso ya no importaba, lo declaré muerto a las 00:00 pm. Le coloqué una cinta negra y tapé su rostro con la sábana blanca. Definitivamente quería salir de ese lugar. Caminé por el pasillo hacia el ascensor, y sentí una leve brisa persiguiéndome. Miré hacia atrás y a unos metros, un hombre, con un camisón blanco, la piel descolorida. Excesivamente blanca.
Era él. El hombre que acababa de diagnosticar muerto. Me miró y abrió su boca, de una forma humanamente imposible. Sus ojos color negro se nublaron completamente. Y él, con sus manos, comenzó a abrir su paladar en frente de mí. Con mi mano derecha presioné el botón para llamar al ascensor. Mis ojos no se desviaron. Seguía perplejo ante tal espectáculo aterrador. Las comisuras de los labios comenzaron a abrirse, la sangre brotaba manchando el blanco camisón. Las puertas se abrieron, dejándome entrar, me apresuré, entré, cerré las puertas impidiéndole el paso. Estaba increíblemente asustado. Mi corazón latía con velocidad, sentí que mi corazón me saldría por mi boca. Mi frente sudaba frío. Mis rodillas temblaron. mi cuerpo entero tembló del susto.
Giré mi cabeza y alguien estaba junto a mí.
-¿Porqué dejaste subir a ese hombre? -dijo mirando el suelo.
¿Acaso no había visto que el hombre fuera del elevador intentaba abrir su boca hasta que esta quedara con la mandíbula colgando? Pensé
-Declaré muerto a ese hombre hace menos de diez minutos, llevaba puesta una cinta negra representando su muerte – Dije desconcertado e inmensamente asustado.
Me miró y solo dijo.
– Yo tambien tengo una –

Creación propia.

Peaceably

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