Un mensaje de mi novia

Anoche, recibí un mensaje de texto de mi novia, Verónica. «Ven porfa. Quiero acurrucarme contigo».

Ahora bien, ayer fue día de semana y esta mañana tenía un examen de Álgebra. Uno que debía aprobar para que no me confiscaran el celular como castigo. Al principio, traté de decirle que no. Pero entonces me envió esas dos palabras mágicas que todo adolescente sueña escuchar de su novia: «Estoy sola».

No mentiré, salté del sofá y corrí a la puerta del garaje. Tengo diecisiete años, y a pesar de que necesitaba una buena calificación en mi examen, de todas formas quiero coño.

En fin, mis padres habían salido temprano para tener un tiempo a solas y se llevaron el auto. Eso significaba que mi única opción era irme en bicicleta.

Justo cuando giré por la intersección de la calle en donde estaba su casa, mi teléfono timbró. Me detuve en la acera y lo saqué de mi bolsillo. La pantalla brillaba en la oscuridad y pude ver la palabra «Señor» encenderse con letras brillantes y remarcadas. Sentí que mi corazón dio un vuelco. Era una llamada su padre.

No le agrado a su padre. No realmente. Él cree que Verónica aún es una niñita que viste con trajes de princesa y juega a las muñecas. Tiene miedo de que le arrebate su inocencia en la parte trasera de una camioneta pickup y que me deshaga de ella cuando se embarace.

Contesté la llamada.

—¿Aló? —pregunté, vacilante, anticipando que me respondería su voz ronca con acento gringo y me lanzaría una advertencia para que me alejara de su única hija. En su lugar, contestó la voz de ella.

—Hola, ¿qué tal? —me saludó, y suspiré, aliviado.

—No mucho. Ya casi llego a tu casa —contesté y mis pies retomaron su pedaleo. Ella rio, algo que no esperé que fuera a hacer.

—¿Qué? ¿Por qué estás en mi casa?

Arqueé una ceja ante eso.

—¿Que por qué? Pues, tú me mensajeaste.

Las casas alineadas a la calle se difuminaban a mi lado conforme pedaleaba con más fuerza. Desde la distancia, el techo de su casa se hizo visible entre los demás. A unos veinte metros de distancia.

—¿Qué? —Rio de nuevo.

—Dije que me mandaste un mensaje y me pediste que viniera. ¿Recuerdas? ¿Para acurrucarte conmigo? Fue hace unos minutos apenas. ¿Cómo se te pudo haber olvidado?

Esta vez no hubo ninguna risa; solo un momento de silencio desde su lado de la línea. Para cuando su voz regresó, ya podía ver su patio y la acera de su casa.

—¿Te escribí con mi teléfono?

—Eh… ¿sí? ¿Por?

—Evan, no estoy en mi casa. Salí con mi papá. He estado con él por unas horas. Ni siquiera tengo mi teléfono; lo dejé en la casa por accidente.

Podía escuchar la confusión en su voz, una confusión que yo compartía.

Estaba a punto de pedirle que repitiera lo que dijo cuando recibí otro mensaje de texto. Otra vez de su teléfono:

«Ven. Tengo frío. Quiero acurrucarme contigo».

En la ventana de su cuarto, pude ver a alguien observándome detrás de las cortinas.

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La traducción al español (y edición ligera) pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por EvantheNerd83:
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