Tal vez fue la intención

Buenas a todos. Antes que nada, quisiera comenzar presentádome ante la comunidad de creepypaster@s aclarando que la única intención de mi presencia en la comunidad es acceder de vez en cuando para redactar, echarle un vistazo y compartir anécdotas, historias y relatos propios o de terceros así como para realizar aportaciones constructivas hacia las publicaciones de los demás Un saludo y gracias su atención.

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-.Tal vez fue la intención

Desde que era apenas un infante me ha gustado practicar y hacer uso de dinámicas y conceptos que yo considerara divertidos a mi percepción pero no a la de los demás. Si escuchaba acerca de una bomba apestosa hacía uso de mis recursos materiales para su elaboración; si escuchaba acerca de cohetes experimentaba y evaluaba las diferentes reacciones de materiales al exponerlos al fuego y si escuchaba acerca de fantasmas trataba de inducir a mis amigos a entornos tétricos y perturbadores para sugestionarlos con sustos, sonidos, etcétera. En fin, era un pequeño muy dispuesto a la ejecución cosas nuevas y atractivas, siempre, manteniendo dentro de mi cuestionamiento lo que es correcto y lo que no.

Tras varios años, pudiendo ya no considerarme como un infante pero aún manteniendo aquella vieja cultura hacia la práctica de conceptos llamativos, decidí organizar una de mis famosas fiestas de pijamas en la cómoda sala de mi hogar. Como siempre, mi amigo de a lado, Rafa, y yo, tratábamos de proponer actividades que resultaran divertidas para los demás integrantes de aquellas reuniones nocturnas, y entonces, tal vez en atribución a un mal cuestionamiento de mi moral o a su frecuentada práctica en plataformas de internet, se me ocurrió salir de casa durante la noche para repartir maldiciones en las casas de personas que no nos agradaran o incluso que no conociéramos. Al contarle a Rafa en la tarde sobre mi inapropiada idea estuvo de acuerdo conmigo y rápidamente nos dirigimos a mi habitación para redactar un relato vago y cualquiera en mi computadora: a los dos se nos ocurrió escribir acerca de un supuesto asesino del que se rumoreaba su presencia en la localidad y que, como era de esperar, asesinaría al lector si es que no compartía el presente texto. Y bueno, reflexionar aquella enfermiza idea no fue algo que nos tomara tiempo, sonaba divertido, y por eso lo hicimos.

Al anochecer, llegaron los demás amigos de Rafa y míos a la pijamada y les conté lo que planeábamos hacer. Todos se emocionaron y estuvieron de acuerdo en hacerlo, incluso designamos comisiones y determinamos horarios de salida y vuelta: algunos se quedarían para asegurarse de que mis padres no se percataran de nuestra ausencia mientras que otros y yo saldríamos y volveríamos en un intervalo de tiempo fijo para repartir las difamadas cartas malditas de casa en casa.

Eran las 9:30 p.m. y esperábamos con ansias la hora en que mis padres se fueran a dormir para poder escabullirnos a través del garage de los autos de mi casa. Mientras tanto, mis amigos y yo hacíamos la mayoría de cosas que se acostumbran en ese tipo de eventos: nos acomodábamos en el suelo, reuníamos los sillones en forma de una fortaleza para no sentirnos indefensos al dormir, veíamos la televisión, jugábamos videojuegos, tomábamos toda clase de sabores de refresco, comíamos comida chatarra, entre otras cosas de ese mismo y propio estilo.

Finalmente, el reloj indicó que eran las 12:00 a.m. y salí del recibidor para subir a la segunda planta de la casa y poder asegurarme de que mis padres ya se habían quedado dormidos, y para mi expectativa, así fue. Sigilosamente bajé por las escaleras y al llegar al recibidor le avisé a mis amigos que mis padres ya no serían un obstáculo para la repartición de las cartas, entonces, abrí la puerta de la sala procurando no ocasionar algún chillido que conmocionara a mis padres, alistamos las cartas a repartir en un fajo sujeto a una pequela liga, nos abrigamos y cada quien, dependiente y respectivamente de su comisión, cubrió nuestra ausencia y salió con cautela de la casa.

Recuerdo que al abrir el portón lo primero que notamos fue el gran frío que hacía y el viento que resonaba en las calles completamente vacías por aquellas altas horas de la noche de otoño. El panórama de nuestro objetivo se había tornado algo aterrador y nostálgico; la verdad era que la idea ya no se veía tan atractiva como lo fue al proponerla a plena luz del día, pero ya era tarde, y por orgullo, nadie se resignó ni se retractó por lo que decidimos en grupo proceder a repartir las cartas en cada casa de forma espontánea. El miedo era inevitable, es especial porque la calle en la que se encontraba mi casa no era tan iluminada, si no al contrario, por las tardes se volvía bastante oscura y los únicos rastros de luz provenían de la avenidad que intersectaba con ella hacia el este.

Eramos tan solo cuatro niños a la deriva en medio de un solitario contexto tratando de alterar la integridad mental de personas a las que, de alguna manera, deséabamos el mal, incluso sin conocerlas. Sin duda, el karma se encontraba a punto de pegarnos una buena patada por el culo.

Al acercanos hacia donde comenzaba la extensión de la avenida, pudimos observar con inseguridad la casa de Jorge, una de las personas a las que planéabamos dañar. Rápidamente, uno de los nuestros se percató de que había un individuo vestido totalmente de negro recargado contra un poste de teléfono a unas cuantas casas a la izquierda. Eso realmente nos perturbó, pero no tanto como cuando notamos que había otro sujeto en la misma posición hacia la derecha, lo más extraño es que llevaba la misma vestimenta que el anterior. Entonces y sin pensarlo dos veces decidimos regresar a mi casa con lentitud, y fue allí cuando vimos a un tercer individuo adentrándose en una de las otras cuadras, como si quisiera toparse con nostros, fue allí cuando empezamos a correr preocupados.

Cuando logramos refugiarnos en mi garage comenzó a sonar la sirena de una patrulla policiaca, pareciera que habían avistado a uno o a varios criminales. Después de un minuto el sonido de la patrulla se atenuó y entramos al recibidor desconcertados. Los demás, al notar nuestro exhaltado rostro, comenzaron a hacer preguntas. Por mi parte, sólo los observé por un momento sin apelar a lo que decían, entonces bajé mi mirada y vi al pie de la puerta una de las maldiciones que planéabamos esparcir. Se nos había caído antes de salir.

El relato anterior es de mi autoría.

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1 comentario

Me interesó bastante este relato, aunque se venía venir, esta puesto el refran que dice «Cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad», y si que se cumplio. Más que un creepypasta, esto lo considero un relato de humor negro, y del humor negro que te hace reír. Es, simplemente, más chistoso que terrorifico.

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