Sentí la patada del bebé

Me alisé la falda, me cepillé el cabello y entré a la habitación.

—¡Adivina qué día es hoy!

—Eh… ¿domingo?

—Es veinte de julio.

Sostuve el collar detrás de mi espalda, envuelto en papel rojo y un listón rosa.

—¿Y?

Mi corazón se hundió.

—Es nuestro aniversario, Mia.

—¡Oh, lo olvidé!

Regresé el regalo a mi bolsillo y me senté en la cama. La pérdida de memoria había sido leve, al comienzo. Olvidarse de comprar pan en el supermercado, faltar a la cita del doctor, ese tipo de cosas. Pero luego fue perderse en la calle de nuestro vecindario, olvidar qué casa era la nuestra… Luego salir del clóset ante su familia, una y otra vez…

Sacudí los pensamientos de mi cabeza y la abracé.

—¿Quieres ver algo en la tele?

—Claro —contestó, devolviéndome la sonrisa.

Los síntomas comenzaron cuando se embarazó. Los doctores insistieron con que solo era una coincidencia, pero yo no estuve de acuerdo. Ella nunca quiso ser la que se embarazara de nuestro bebé, pero yo había sido demasiado necia, demasiado egoísta como para ceder. Y ahora estaba pagando el precio.

—Oye, ¿quieres sentir las patadas del bebé? —me dijo, emocionada.

Mi corazón se hundió, de nuevo.

—Mia, ¿no lo recuerdas? —Busqué su mano—. Hace dos meses…

El rojo en el retrete. La carrera al doctor. El funeral improvisado que le dedicamos dentro de las frías paredes del cuarto de hospital.

—¡Anda, te alegrará!

Y antes de que pudiera detenerla, agarró mi mano y la empujó contra su vientre.

Y contra la palma de mi mano, algo me devolvió el empujón.

Mi rostro palideció. Mi corazón empezó a latir con fuerza.

—Tenemos que ir al doctor, ya. —Salté de la cama y trastabillé hacia la puerta.

—¡Amy! ¡¿De qué estás hablando?!

Ella me siguió en tanto corría por las escaleras.

—Te lo explicaré en el camino —le dije, jalando mi chaqueta del gancho.

Pero no lo hice.

El doctor Ambrose llegó a la habitación y le entregó una tira de papel.

—Quiero que sostengas esto, Mia, y me digas lo que ves.

—Veo una línea —contestó entrecerrando los ojos—. Pero, doctor Ambrose, ¿por qué estoy aquí? ¿El bebé se encuentra bien?

—Lo que estás sosteniendo es una prueba de embarazo —le aclaró con su voz suave y tranquilizadora—. Dos líneas significa embarazada; una línea significa no embarazada.

—¿Me hizo sostener la prueba de embarazo de alguien más? Qué asc…

—Esa es tu prueba de embarazo —Se sentó al borde de la cama y se quitó sus anteojos—. Mia, tuviste un aborto espontáneo hace dos meses. Sé que debe ser duro escuchar esto, pero…

Mia se rio.

—Lo siento dando patadas. ¡Mírelo usted mismo! —Bajó la cobija encima de su vientre y sonrió ampliamente.

Nuestros ojos se agrandaron.

La piel en su estómago se estiraba y se extruía, como si algo pequeño y puntiagudo se estuviera presionando contra ella. El doctor estiró una mano temblorosa.

—Puedo sentirlo —fue lo único que logró mascullar.

Mia sonrió.

—La doctora Ebberly hizo un trabajo fantástico, ¿no cree? ¡Qué bebé tan fuerte y saludable!

—¿La doctora Ebberly?

—La doctora que hizo la inseminación artificial —le expliqué.

Ambrose saltó de la cama.

—Re… Regreso enseguida.

Volvió unos minutos más tarde; su rostro estaba lo suficientemente blanco como para mezclarse con su bata.

—Esto va a sonar muy extraño —dijo, casi en un susurro—, pero no existe ninguna doctora Ebberly practicando medicina en esta zona. O en este país.

La barriga de Mia convulsionó de nuevo.

Esta vez, no sonrió.

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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por BlairDaniels:
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8 comentarios

No es que hayan abusado, lo que paso es que «algo» la insemino, y no fue una doctora y parece ser que tampoco fue «normal»(o al menos eso creo).

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