Scherzo

Cierta noche, en el interior de un imponente edificio, un hombre corría por un pasillo tratando de alcanzar a una mujer que firmemente trotaba en dirección a su oficina. El resonar de sus tacones retumbaba tanto en la habitación, como dentro de la cabeza del hombre, -Aouda-, gritó-, necesito hablar contigo, espérame-. Ella no hizo caso al llamado, aceleró el paso para entrar a su oficina, al abrir la puerta, el hombre estuvo a punto de alcanzarla, pero ella cerró rápidamente soltándole un fuerte golpe en la nariz.

Al estar dentro de su oficina, vio sobre su escritorio una placa, la cual, con letras doradas decía:  LIC. AOUDA MARQUEZ VETRA, sintió una opresión en su pecho la cual se agudizó al ver en la pared su título de administradora. Detrás de la puerta el hombre que la seguía, gritaba para que ella le abriera, pero ella no escuchaba nada, sólo en su mente recordaba las palabras de su padre “Administrar es como dirigir una orquesta, debes hacer que tu sinfónica empresarial suene espectacular …” la voz de su padre se calló y ella gritó   –sí, esta es mi orquesta- y empezó a reír desencajadamente hacia la nada.
Detrás de la puerta el hombre sintió un enorme escalofrío al escuchar a Aouda reír, sabía que no haría nada bueno dentro de su oficina –Aouda, mi vida, ábreme por Dios-. El sabía lo mucho que le trastornaba que alguien la contradijera, por eso evitaba siempre que algún empleado la disgustara, y claro, ningún superior le podía decir nada a Aouda, ya que él era el jefe, él era Eduardo Ceballos, el presidente de la compañía y ella su amada gerente general.
Aouda no sabía que escuchar, si la voz de su padre en el interior de su cabeza, o la voz de Eduardo que gritaba detrás de la puerta, la sinfonía que resonaba en su mente no la dejaba escuchar, los músicos estaban hechos locos , locos, como también le decían a ella en su oficina, loca, la loca de la sinfónica. Sumida dentro de su música, empezó a reír como nunca, de la nada empezó a llorar, empezó a gritar, lo que hizo que Eduardo empezara a golpear con todas sus fuerzas la puerta. Ella mascullaba –darle el crédito- gritó con un horripilante tono agudo- ¡su crédito debido!. Eduardo se abalanzaba contra la puerta sabía que algo malo pasaría.
-Yo soy de esta orquesta la directora- decía susurrando y con la mirada hacia la nada. – Soy yo la que se debe llevar todo el crédito, yo y nadie más. ¡Cuándo se ha visto que un simple violinista merezca algo que solo yo, que soy mejor que nadie, puede obtener!-  Y así empezó a dirigir nuevamente en el aire, ahora los músicos le hacían caso, se embriagó en el scherzo de su pieza, su borrachera no la dejó que sintiera cuando su muñeca rompió la ventana, su ebriedad  terminó justo en el último momento de la armonía y ahí lo último que recordó fue a un colega reclamándole el crédito de un trabajo del que ella se apropió y publicó a su nombre…
El recuerdo se apagó abruptamente cuando su cabeza golpeó el suelo.
Eduardo logró abrir la puerta. y un grito ensordecedor inundo la habitación, un grito que nadie escucho, al igual que la sinfonía de su amada.

 

Creación Propia

CreepyAdmi

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