Había una intranquila oscuridad en mi habitación y el silencio me resultaba casi enloquecedor, a pesar que la luz del pasillo estaba encendida, y me daba vergüenza admitir que aun dormía con la luz encendida por la edad que tenía, y, lo que resultaba aún más vergonzoso era que tenía miedo de dormir a oscuras, y no es que me jactara de ser “mayor” o algo por el estilo, era solo que, aquella pesadilla que había tenido cuando pequeño, aún seguía deambulando por mi mente,reapareciendo en cada oportunidad que se me presentaba, sobretodo si estaba a oscuras y en silencio.
Abrí los ojos para encontrarme sumido en la oscuridad, habían apagado la luz del pasillo y cerrado la puerta de mi cuarto, comencé a sudar en frío, odiaba lo que estaba pasando, odiaba la sensación de ser observado por las criaturas de la noche, por los fantasmas que me acechaban cuando me iba a dormir, sobre todo, le tenía miedo a él, a esa antigua criatura a la cual, todos en algún momento de nuestras vidas llegamos a temer, al tan viejo y conocido “ser de las tinieblas” “vampiro” como uno prefiera llamarle, hace muchos años, me visitó uno, o eso me parecía recordar, era muy pequeño para recordar si aquello realmente había pasado o no, lo que me parecía, tan aterrador era que a esa edad, yo ni siquiera tenía idea de lo que esa criatura representaba, de lo que era un vampiro ¿cómo podía entonces haber imaginado aquel miedo irracional que les tenía? Era algo, simplemente imposible…o tal vez no.
Lo escuché reír en la oscuridad y acariciar mi cuello con aquellos largos dedos, los cuales estaban fríos, congelados, tragué saliva y cerré los ojos, era el fin, estaba cerca y podía sentirlo, cuando sus dientes rozaron mi cuello y su aliento rozó contra mi piel, pude sentir la piel de gallina, los vellos de mi cuerpo erizarse, antes de sentir como sus colmillos desgarraban lentamente mi piel, abrí los ojos.
Oscuridad total, fue todo lo que encontré, estaba sudando, no era la única vez que me soñaba en casa, en mi cuarto y que dentro de mi propio sueño despertaba, no era la única vez que aquel pavor que le tenía a las criaturas de la noche me hacían despertar de esta manera, suspiré y miré el techo de mi habitación, cerré los ojos lentamente y entonces, la escuché, aquella risa, aquella ronca y escalofriante risa que había sido la causante de mi encierro, abrí los ojos lentamente y lo vi, lo vi y me estaba mirando, con aquellos ojos inyectados en sangre.
No había sido un sueño, de todos modos yo sabía que él siempre había estado ahí, acechándome y buscándome, para algún día darme un final, lento y doloroso, y este era mi fin, el fin al que le había temido desde pequeño, ser devorado por mi propia pesadilla, la cual siempre iniciaba, después de la medianoche.