Ojos cafés, marco café

Acababa de cumplir diecisiete años. Ya fueron siete días desde que sus padres organizaron una pequeña reunión familiar para celebrar los diecisiete años de vida de la chica castaña de ojos cafés oscuros. No fue nada especial, solo apenas comida, unas cuantas sodas y algo de alcohol. Todo a pedido de la joven. Uno de sus tíos le dio por obsequio un espejo adornado con un marco del mismo color que sus ojos: café. Simple, como a ella le gustaba.

Se encerraba seguido en su cuarto, apagaba las luces, encendía su portátil y ahí, como si fuese una clase de rutina, hacía de las suyas. La oscuridad de su cuarto y el silencio hacían que su soledad se volviera aún más cómoda para ella, como si el estar completamente aislada le provocara algún tipo de placer. Su rostro se iluminaba por completo con la radiante luz que emanaba de su equipo; el brillo de la pantalla estaba al máximo, lo que podía hacer que sus ojos casi se calcinaran, ya que, en ese estado, cualquier persona podría llegar a tener algún tipo de dificultad en su visión. Tal vez era porque sus ojos estaban tan acostumbrados al brillo, o simplemente la joven ignoraba todo el dolor.

Hoy, en particular, esta se encontraba con una molestia: una luz desconocida se podía observar en la pared contraria en la que ella estaba. Una incomodidad y molestia invadió su cuerpo por completo porque esa luz, ese pequeño punto de luz, era como agua hirviendo sobre sus manos; era así el cerebro de la chica, nada podía estar fuera de su lugar. Sin moverse de su lugar, de su posición «perfecta», giró su cuello hacia la izquierda y luego a la derecha. Pudo ver aquel marco café, logró ver el espejo en sí, que estaba sobre un mueble junto a su cama desecha. Bajó la cabeza molesta, emitió un ruido, el cual tan solo escapó de sus labios como un ratón escapa de un gato, movió su torso seguido de sus piernas y se apoyó sobre sus rodillas arrastrando los pies para tomar el espejo de no más de seis centímetros de ancho. Se colocó delante del mueble, observando con sus ojos casi enrojecidos el espejo de marco café. Lo tomó con sus manos temblorosas y lo observó detalladamente, no tenía nada especial más allá de una llamativa y pronunciada marca, o más bien rayón, el cual cortaba, por así decirlo, el espejo por la mitad. Parecía que su reflejo era decapitado por aquella marca insignificante. Volvió a su posición anterior y dejó a un lado el espejo, olvidándolo por completo en tan solo dos minutos.

El brillo se apagó por completo. Un bostezo largo y grave se pudo escuchar en la oscura habitación. La chica se fregó los ojos con sus nudillos, podía verse el rojo vivo de la parte blanca de sus ojos. ¿Cuántas horas estuvo aquella muchacha en la vacía portátil? Se echó sobre su cama, acomodando su cabeza sobre la suave almohada. Cerró los ojos tan rápido como quedó dormida.

Un ruido de ramas chocar contra su ventana y una ventisca hicieron que la chica se levantara. Con un humor de perros, se levantó y sacó de su bolsillo derecho su celular para ver la hora.

—No llevo ni tres horas de dormida —dijo con un hilo de voz, ella apenas podía escucharse, su voz estaba adormecida junto a todo su cuerpo, pero su cerebro aún quería trabajar, seguía maquinando. Alzó su muñeca e iluminó toda su habitación con la linterna que tenía su celular y justo la enfocó hacia el espejo. Lo tenía desde hace siete días y ni siquiera lo había utilizado. No lo ignoró esta vez y se levantó con la intención de tomarlo. Ya en sus manos, encendió la luz para mirarlo mejor, pero, para su sorpresa, su reflejo no estaba, no se veía nada, era como si la chica fuese uno de esos vampiros los cuales no se reflejan en un espejo. Suspiró confundida, revisó el espejo, y luego, sin obtener ningún resultado aparente, apagó las luces y volvió a encender su celular para iluminar su cuarto. Como un impulso, iluminó el espejo, el cual sí tenía, esta vez, su reflejo.

—¿Reflejarse solo en la oscuridad? ¡Estúpido! Seguro es una clase de broma o una mala visión de mi parte —logró decir luego de carraspear un poco su garganta. Dejó a un lado el espejo y volvió a su cama para intentar dormir, cuando el objeto que acababa de sostener entre sus manos cayó. El ruido fue pobre, apenas pudo oírse, pero ella lo notó y, ya cansada, se decidió por volver a tomarlo. El vidrio estaba totalmente destrozado, mas aún quedaba un fragmento del mismo pegado, y sí, ella podía ver su reflejo.

Los días pasaron y la rutina de estar encerrada en su cuarto consumiendo música, charlas con amigos, videos y descargas se hacía algo ya obvio y natural. Su vida se apagaba lentamente mientras el espejo consumía todo, el espejo que estaba a su lado todos los días. No lograba notar lo que se perdía: charlas familiares, películas, cenas y almuerzos, y alguna que otra salida; de todo eso se perdía y lo peor es que evitaba cada cosa. La oscuridad y soledad la consumían de a poco.

Mientras ella se desintegraba de a poco, el espejo, su reflejo, seguía allí, esperando a que echara un vistazo rápido.

Una noche calmada, la joven descansaba en su cama cuando escuchó su nombre en forma de susurro. Se alertó cuando, al abrir sus ojos, una figura en forma humana estaba a los pies de su cama, observando cada movimiento que la chica hacía, con unos ojos de color café oscuro, pero que, lentamente, se iban tornando verdes, para luego volverse azules. La figura, o más bien sombra con forma humana, se inclinaba hacia ella, acercando su rostro al de ella, susurrando su nombre muy rápido. La figura agarró con fuerza bruta las piernas desnudas de la joven, apretando con una intensidad y odio inimaginable; el dolor podía verse en el rostro de la aterrorizada chica, la cual jalaba sus piernas ignorando el dolor que se hacía cada vez más intenso. La cosa oscura soltó una de sus piernas, para luego tomar su muñeca y repetir lo mismo que antes, solo que clavando sus uñas afiladas al máximo. No había sangre, aunque las garras ya habían perforado su carne. Finalmente salió del shock y, cuando estaba a punto de gritar, tapó su boca apretando con mucha fuerza. La piel de la sombra era áspera pero se volvía suave cada vez que hundía sus uñas en la muñeca de la adolescente que no podía suportar más el dolor. Con una rapidez impresionante, en un pestañear, para ser más claros, la sombra acercó su rostro al de la contraria de tal forma que podía sentir el agitado respirar de esta. El reflejo era la sombra porque ella pudo verlo.

—¿Te gusta la soledad, la oscuridad, el dolor? ¿Te gusta sentirse aislada? ¿Te gusta que te ignoren, que te dejen sola en tu espacio, con tu mente alejada de todo? ¿Quieres que te dejen sola, en paz?

El dolor se hacía inaguantable mientras que el reflejo de ella misma susurraba violentamente esas palabras. Este cesó, el dolor.

La luz solar iluminó toda la habitación mientras que la joven se desperezaba y sonreía, victoriosa. Su madre tocó a la puerta como señal de desayuno, pero claro, sin esperar respuesta, porque ya le quedaba entendido que no se levantaría para compartir un momento en familia, pues a ella no le apetecía. Todos en su familia lo habían dado por hecho ya. Pero esta vez no, simplemente se levantó, se vistió con la poca ropa colorida que tenía y, con una asombrosa y deslumbrante sonrisa, fue hacia el comedor, donde toda la familia sonreía asombrada.

El espejo de marco café estaba tirado debajo de su cama, con el mismo pedazo que quedaba aún.

Su madre entró en la habitación para cerrar las cortinas y apagar la luz. El reflejo de la chica de ojos cafés se podía apreciar en el pedazo aunque ya nadie estuviera en la habitación. La joven estaba allí, con la mitad de rostro algo oscuro, como si una sombra se apoderara de su rostro con tan solo pasar el tiempo, y las marcas de perforaciones y sangre se veían en su muñeca.

La colorida chica caminaba por todos los pasillos en donde se hallaban algunos espejos anchos colgados en las paredes solo para llegar hasta su cuarto. En los espejos no se reflejaba la bella y animada adolescente que caminaba por aquellos angostos pasillos, se veía más bien la silenciosa, oscura, tenebrosa y adolorida, la antigua chica que en la noche había sido visitada por una sombra, la misma sombra que lucía la sonrisa.

Llegó al cuarto abriendo la puerta con violencia haciendo que la misma se golpeara contra la pared. Una sonrisa horrorosa como amplia se formó lentamente en su rostro mientras se agachaba para tomar el espejo de marco café que estaba debajo de su cama. Lo sostuvo entre sus manos, pero no se veía reflejo alguno. Apagó las luces y dejó el cuarto a medias de luz; fue entonces cuando la joven pudo ver el reflejo de la anterior. Los ojos cafés se apagaban lentamente. Con una de sus manos, apretó el espejo haciendo que finalmente se rompiera por completo. Unas gotas de sangre salieron de su puño, pero eso no detuvo a la sombra que, finalmente, se volvió humana. Los ojos de la sombra se volvieron cafés, luego verdes y finalmente azules, azul vivo, como la vida que había obtenido.

—La vida no es solo oscuridad y soledad. Eso querías, finalmente la tienes ahora.

inventada
http://

Cami

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18 comentarios

Wow… Chica, si esto lo hiciste tú, deja de perder tu tiempo con las creepypastas y anda escribir algo para una editorial. Es jodidamente profundo! Me encanta!

Perdón si esto no encaja aquí, pero he querido enviar mi creepypasta desde hace semanas y siempre que lo publico me dice que hacen falta etiquetas aún cuando ya le puse. ¿Alguien sabe por qué? ¿Cómo lo publico?

No todos han sido bendecidos con nombres tan únicos y ostentosos como el mío. Los Némesis de la web se cuentan por montones, como los hijos bastardos de prostitutas descuidadas.

Sí, me tomó dos comentarios hacer referencias de sexo. Las cosas que despertás en mí. Aprovechálo antes de que tome consciencia de que estamos en público y tenga más cuidado de lo que digo.

No finjas. Supiste que era yo desde el primer instante. Es más, lo deseabas. Soñabas con este momento. ¿Cuántas veces te dormiste llorando pensando en este día? Puedo escuchar el sonido de tu corazón de pajarillo acelerarse mientras esperas mi respuesta.

Te subestimás si creés que un corazón acelerado es la forma en que expreso mi emoción. Se me aflojó el esfínter. Te escribo desde el retrete.

¿Desde el retrete? ¡Cuánta tecnología! Yo te escribo desde mi computadora. ¿Tienes facebook o Whatsapp?

Te escribiré mi número en el siguiente comentario, que borraré. Escribo este como preámbulo para que nuestro público entrometido sepa cómo terminó la conversación.

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