No eran de fogueo

Siempre había deseado con toda mi alma una pistolita de fogueo.

Usualmente las muñecas de grandes ojos y cuerpos increíbles no me llamaban la atención: era una niña no tan fantasiosa. Detestaba la mirada maliciosa que se escondía bajo esas pestañas pintadas. Esos ojos azules siempre sonrientes.

Ni que hablar de su pareja, un hombre siempre musculoso y bronceado que tiene una sonrisa perfecta sin dientes, nariz perfecta sin fosas nasales y un corte hecho a la moda. No importa de qué año fuera el modelo, eran terriblemente perfectos. La pareja, claro.

Mis únicos compañeros eran hombres, y no es porque tenía gustos lésbicos. Siempre me gustó no soñar con el sexo opuesto —contrario a lo que las niñitas de mi edad usualmente hacen— y no sufría de adolescencia prematura sólo por no seguir lo indicado en la sociedad. Nací con un odio a los parámetros tan intenso como el sol de verano.

Después de insistir casi un mes, mis padres accedieron a comprarme la dichosa pistolita. Mi padre era un tipo absolutamente razonable: entendía lo que me pasaba porque él también odiaba lo establecido. Pero mi madre era un pastelito de fresa. No tengo ni la más remota idea de cómo mi progenitor logró enamorarse de una persona conservadora hasta la muerte. Una verdadera monja frustrada.

Corría por el verde pasto con mi pistolita de fogueo. Era tan feliz que no me podía creer el miedo de mis compañeros cuando les apuntaba con el objeto y disparaba. Aún mejor cuando jugábamos a los vaqueros: yo era el mismísimo Llanero Solitario. Más bien Llanera Solitaria…

Una noche, escuché un estrépito en mi sala. Fue tan fuerte como para fingir que fue mi imaginación, así que lentamente me bajé de la cama sin ruido alguno, me puse unas medias, agarré mi pistolita y sintiéndome segura, me dirigí a la sala de la casa. Era una habitación amplia con objetos de valor —modestia aparte, éramos una familia muy bien acomodada—, por lo que supuse que un ladrón había forzado alguna ventana y se deslizó hasta ese lugar.

Aún con mi pistolita, la sensación de seguridad se fue con rapidez, siendo reemplazada por un vértigo conformado por el miedo y el terror. Hubiera deseado arrancarme los ojos en ese momento: un cuerpo, más bien una sombra negra con forma humana y largos cabellos se arrastraba por la sala. Aunque creía que no me pasaría a mí, tal como otros relatos de terror, mis piernas se paralizaron. Mi cerebro no codificaba absolutamente nada.

Hubiera seguido toda la noche de esa forma si no fuera porque una fuerza me empujó violentamente contra un adorno, el cuál impactó contra mi cabeza, logrando que quedara inconsciente. Pero antes de desmayarme escuché varios disparos: aquel ser parecido a un macho cabrío disparaba con mi pistolita hacia esa sombra. Esos disparos… no eran de fogueo…

Una luz roja hizo que mis ojos se abrieran. Al parecer había cerca de cinco patrullas afuera de mi casa y más de diez personas inspeccionando todo el lugar. Gracias a la luz tenue del amanecer pude apreciar que la sombra ya no estaba, y en su lugar había un gran charco de sangre tiñendo la alfombra. Suspiré aliviada de que todo se acabara, ignorando el hecho de que también yo estaba manchada de esa sustancia viscosa.

Un hombre se sorprendió al verme despierta, avisando a sus compañeros que ya había vuelto a la realidad. Casi como un bebé, uno de esos hombres me cargó y me cubrió con una manta, dejándome en uno de los asientos de la patrulla. En ese momento no se formuló ninguna duda en mi cabeza, sólo quería descansar. Mientras el carro arrancaba, me arrullé suavemente en los asientos acolchados del carro del policía.

Esta noche no podía dormir. Este recuerdo volvió a mí después de tres años, con una claridad sorprendente. Al parecer mi madre había caído por las escaleras, rompiéndose una pierna, y mientras intentaba arrastrarse, alguien la mató. Mi padre, al oír tremendo alboroto, bajó y corrió la misma suerte de mi madre. Nunca lograron encontrar el arma homicida. Debí parecer un cuerpo inerte para que ese ser no me disparara.

Esperen… algo acaba de sonar en la sala de mis tíos. Mejor agarro mi pistolita de fogueo y voy a ver qué pasa…

Creación propia

No Title

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4 comentarios

Ralamente no sé que tienen tus relatos que realmente me gustan, quizás por que son psicológicos, y es al final que uno llega a entenderlos, además de que no usas frases clichés, o por que generalmente uno tiene que leer el final para entender que es lo que en realidad pasa. Otra vez felicitaciones por tu buen creepy. Aunque un defecto que le vi al relato, el titulo te da una idea de lo que va a suceder, por lo demás todo esta bien
Puntuación 5/5

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