Una creencia popular afirma que la conocida Danza de la Lluvia de los antiguos aborígenes americanos funcionaba por una sencilla razón: ellos no dejaban de bailar hasta ver la lluvia caer. Sin embargo, ellos comprendían perfectamente la función de sus rituales; no danzaban implorándole al cielo que les enviara agua, ellos perseguían a la lluvia hasta sofocarla y obligarla a aparecer.
El mismo concepto era utilizado por una misteriosa criatura a la que, en aquellos tiempos de danzas de lluvia, denominaban Nakhiri.
Este ente era temido por tribus y civilizaciones enteras, pero nadie podía afirmar cuál era su apariencia, ya que Nakhiri rara vez permitía ser visto y esto no era garantía de que estuviera mostrando su verdadera forma. Había quienes lo describían como una simple, pero horripilante sombra; otros afirmaban que habían logrado ver una pequeña y tenue luz al girar sus cabezas, una luz que recordaba a la de una antorcha extinguiéndose; los más aterrados afirmaban haberlo visto claramente, tan cerca de sus rostros que eran capaces de oler el pútrido aliento que esta criatura exhalaba, y estos menos afortunados lo describían como un ser de gran boca, poblada por afilados dientes y grandes ojos completamente negros que desprendían tétricos reflejos de cualquier fuente de luz cercana. Describían su piel como algo gris, húmedo y gomoso, con hirsutos pelos que no llegaban a cubrirlo completamente. Afirmaban que se movía tan ágil y velozmente como un primate y que lo hacía conservando una postura curva, similar a la de estos.
Estas descripciones se contradijeron una y otra vez, generaron fuertes debates que no solían durar mucho tiempo, ya que las personas que llegaban a ver alguna de las formas tomadas por Nakhiri estaban destinadas a morir a corto plazo.
Los sabios lo describían como un ser juguetón pero sumamente peligroso. Lo que esta criatura definía como diversión, muy lejos estaba de generarle gratificación a la persona que él escogiera para «jugar».
En ocasiones, Nakhiri solo hacía breves apariciones, podían durar tan poco que quien lo hubiera visto, o sentido, dudaría de su propia cordura y afirmaría que solo se trató de una confusión. Estas personas, si tenían suerte, tal vez no volverían a saber de Nakhiri, ya que él las había considerado poco interesantes; sin embargo, había otros que eran menos afortunados.
Aquel al que Nakhiri consideraba «divertido» estaba destinado a atravesar un tormento que parecería interminable. El juego de Nakhiri consistía en perseguir a sus víctimas, de una forma tal que ellos no sabrían qué los estaba persiguiendo… o si siquiera eran perseguidos en realidad. Nakhiri es capaz de introducirse en los más recónditos rincones de la mente humana y hacerle creer a quien invada que él está detrás… o a un costado… o quizás al frente… pero este desdichado posiblemente nunca sepa que Nakhiri está tan cerca que no tiene que mirar a su alrededor para dar con él. Nakhiri se esconde allí, donde la vista no alcanza: en el interior de su víctima.
Técnicamente, esta criatura es incapaz de matar o provocar daño físico alguno. Sus afilados dientes, si es que en realidad los posee, no cumplen otra función más que espantar a sus pobres víctimas. Las luces, sombras y reflejos que emite no pueden generar daño alguno a las personas; pero estas siempre tendrán la constante y asfixiante sensación de estar siendo perseguidos.
Sus víctimas podrán sentirlo, sabrán todo el tiempo que él anda cerca, correrán, se esconderán… mirarán debajo de cada recoveco que encuentren, se treparán a las copas de los árboles y escudriñarán atentamente el terreno; pero no lo verán, solo podrán sentir que Nakhiri se acerca… y Nakhiri morderá el aire cerca de sus talones generando el pánico de sus víctimas. Estas sentirán que la criatura corre tras ellos, que saltará sobre sus cuerpos en cuanto se detengan, que los comerá vivos mientras duerman o que les extirpará el alma cuando consiga clavar sus dientes en la carne. Pero Nakhiri no puede hacer daño. Nakhiri no necesita hacer daño.
Cuando Nakhiri marca a alguien como presa, se volverá el ente más persistente que pueda existir. No abandonará a esta persona hasta poner fin a su vida. Continuará persiguiéndola, generándole esa claustrofóbica sensación de pánico, llevándola a la frontera de la cordura, acelerando sus pulsaciones hasta límites insalubres, robándoles la risa, dejándoles solo muecas de pavor. Cuando Nakhiri te persigue, lo seguirá haciendo hasta que dejes de huir… y él solo considera que alguien es incapaz de huir cuando su corazón ha dejado de latir.
Hubo quienes decidieron, valiente o cobardemente, dependiendo de la forma en que se lo mire, terminar con sus vidas para que Nakhiri los dejara en paz por fin. Otros, que creyeron que este ente los perseguiría más allá de la muerte, siguieron huyendo hasta que sus fuerzas se agotaron y toda su energía vital los abandonó. Se cuenta que hubo otros que intentaron hacerle frente, pero solo consiguieron hacerlo enfadar, y no es bueno hacer enfadar a Nakhiri. Cuando esto ocurre, él es capaz de generar una sensación de presencia hostil tan fuerte que le impide a la persona dormir o alimentarse, los lleva a un rincón oscuro de sus mentes y les muestra todos los horrores que allí se esconden; los paraliza por el miedo y la muerte es inminente.
Si alguna vez conociste a alguna persona a la que llaman «paranoica», respétala. Tal vez Nakhiri esté pisándole los talones y le quede poco tiempo de vida.
1 comentario
esta genial. me encanto