No sé qué hacer. Solo pienso, pienso y vuelvo a pensar. Aquel día cometí un grave error que aún no puedo remediar. Estoy solo, como siempre. No pude quedarme más tiempo, me tuve que ir. Me arrepiento, me arrepiento, me arrepiento. Lloro en mi penumbra. Aquel ser se acerca a mi poco a poco. Se cierne sobre mí… me aterroriza. Se burla de mí, se ríe, no deja de insultarme, y eso le hace feliz. De eso vive, atormentarme. Se pone caliente aquí cada vez que lloro. Ahí, junto a mi, hay una daga. No puedo alcanzarla, pero me corta siempre que intento. Me corta en la mano, y sangro. Mi sangre no es roja, es negra. Negra, espesa, aquerosa, repulsiva. Abajo, está el charco de la misma. Se amontona, y se siente fría. Al tocarla, algo revuelve mi estómago. Como una mano dentro de él. Me duele la cabeza. Me mareo con frecuencia. Esta tortura no termina, me hace enfermar. Qué asco.
¿Por qué no he muerto? ¿Por qué sigo aquí? ¿No fue suficiente lo que hice?
Suicidarme no fue buena opción.