Mi casita

Yo soy un tipo que, aunque no lo parezca, siento y padezco. Y me cago en todo lo cagable cada vez que mi jefe viene a tocarme las pelotas, como hoy.

-Ramirez, ¿terminó usted ayer los informes que le pasó Ana?

-Casi están señor, es que ayer me pasé varias horas buscando documentos que otros habían perdido y eran importantes. De hecho, me quedé horas extra trabajando. – ¡Ajá! Esta vez te tengo.

-¡Oh! ¿Alguien le dijo a usted que se quedara horas extraordinarias aquí trabajando? – Que petulante es, por Dios.

-No señor, pero yo…

-Entonces se quedo usted por que quiso, y no cobrará horas extraordinarias.

Y tras ese final pensaba mi día no podía ir peor. Cuando salí caminé hacia mi casa, algo mosqueado y cansado. El suelo de la acera estaba mojado por la lluvia, y no hay nadie por la calle. La verdad es que hacía una brisa nocturna especialmente fría. Aunque claro, estamos en pleno invierno, ni que fuese a salir el sol a esas horas de la noche, no te jode.

Al llegar a mi casa, subí las escaleras del patio delantero algo extrañado. Todo estaba igual que esta mañana, y sin embargo, parecía diferente. Al llegar a la puerta principal metí la llave en la cerradura, pero me costó varios intentos abrirla, y eso ya era bastante poco apaciguador. Dentro de la casa todo era exactamente igual a mi casa, pero yo ya sabía que aquella no era mi casa, imposible, algo dentro de mi me lo decía. Estaba colocada en el mismo lugar físico que mi casa; tenía dos pisos, igual que mi casa; el interior era exactamente igual, pero no era mi casa. Algo muy raro pasaba ahí. La atmósfera se notaba muy extraña, no sabría decir qué era.

Entonces me empezó a entrar temor de qué podría encontrarme dentro. Aún estaba en la puerta, ni siquiera había entrado en la casa y ya tenía miedo. Me encontraba en ese momento en el que no sabes si dejar la puerta de la calle abierta por si tienes que salir corriendo porque el asesino está dentro, o si cerrarla por si entra el asesino tras de ti. «Joder, es tu puta casa, no debes temerle a nada, bobo» me repetía una y otra vez para calmar los ánimos. «Vaya tela, si alguien se entera de que eres un miedica se van a reír todos de ti». A pesar de decirme esto a mi mismo, en mi interior se fraguaban feroces dudas que invadían mi cuerpo de una extraña sensación de sofoco.

Me decidí a entrar cerrando la puerta. Probé a encender las luces, todo funcionaba a la perfección, todo estaba en orden y no había nada extraño.  Al llegar a mi habitación tuve que juntar valor y sacrificar parte de mi orgullo para ver si había algo debajo de la cama. No había nada. Volví a la planta de abajo, más calmado. «¿Ves, tonto, como no había nada de lo que preocupa…» Me quedé helado al instante mientras cruzaba el salón. No podía apartar la mirada de la chimenea mientras todas mis imaginaciones terroríficas se hacían para mi reales. Había cenizas humeantes dentro de la chimenea. ¡Alguien había estado allí hace un momento! Pensé en salir corriendo a la calle, pero, ¿y si alguien me esperaba en el resquicio de la puerta?

Me acerqué lentamente hacia la entrada de la casa. Pero justo enfrente de la puerta principal estaban las escaleras, y en ese instante, con la luz apagada, las sombras que bajaban del piso de arriba eran estremecedoras. Pegado a la pared y sin apartar la mirada de las escaleras, alcancé el pomo de la puerta, ¡la libertad!  «¿Pero qué cojones?»  La puerta no se abría. Entonces pensé en lo peor, y desesperado, concentré todas mis fuerzas en el pomo de la puerta. Algo me acechaba en la espalda, podía sentirlo. Me giré lentamente, goteando un sudor frío que corría por mi frente y mi espalda, esperando lo peor. No había nada.

¡¡¡¡PAM!!! ¡¡¡CRASSHH!!! ZZZZSSSSSSSHHGGGG

Ojiplático y pálido como una estatua de marfil, me quedé mirando las escaleras que bajaban al sótano, de donde venía el sonido. Me quedé un rato quieto, intentando aguantar la respiración para intentar oír cada rincón de la casa, y cada vez que me quedaba sin aire e inspiraba, mi propia respiración me asustaba, e incluso la confundía con la del asesino psicópata que seguro que me esperaba blandiendo un cuchillo de carnicero detrás de cualquier pared de la casa.

Ya no pasaba nada más, todo estaba en silencio, lo que me provocaba pánico también. No quería que ocurriera nada más, pero a la vez quería ser testigo del acontecimiento final y que todo terminara de una vez. «Joder, qué coño está pasando» pensé, mientras que, coincidiendo con mis pensamientos, la luz del salón se apagó sola. Incluso pude escuchar el «click» del interruptor. Ya solo quedaba encendida la luz de la entrada, y rezaba para que no se apagase, aunque era ateo. Poco después, se apagó también la luz de la entrada, pero mucho más lentamente, como si tuviera un regulador de luz. Antes de que me quedase sumido en la oscuridad, me parecía ver una cara extraña al final de las escaleras.  «Si salgo de esta cagaré ladrillos» me dije, mientras lentamente me acurrucaba, apoyado fuertemente contra la puerta, pues necesitaba sentir que detrás de mi había pared. Ya ni siquiera era capaz de abrir los ojos del miedo. La oscuridad me oprimía. «¡¡Esta no es mi puta casa, joder!!» Nada más pasaba allí por el momento, pero la oscuridad y el miedo me oprimían, y yo mientras gastaba todas mis fuerzas en apoyarme lo más posible contra la puerta y no abrir los ojos.

Aun sigo aquí. No sé cuánto tiempo ha pasado, he perdido la noción del tiempo. Algo baja por las escaleras…

Creación propia

Miguel

Please wait...

4 comentarios

Mmm…¿acaso asi acaba? Existen historias que dan para finales abiertos pero esta da para mas que un final abierto, pide un final que de el climax apropiado al estres, y deje marca de posibilidades, aun asi buena trama, tienes una gran idea central.

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