Mente enferma

Puedes encontrar esta historia narrada en video aquí: http://www.youtube.com/watch?v=dAMEaaebpW4

 

Hay personas que aparentemente son normales, incluso sobresalientes positivamente, pero en su interior esconden pensamientos oscuros y grotescos que ocultan y reprimen gracias a su inteligencia.

Oscar  era uno de esos tipos.

De pequeño presentó algunas anomalías, como una extremada inteligencia y diversos fetiches que le llevaban a hacer cosas extrañas para sus padres. Se podría decir que desde pequeño era un pervertido, pero con el tiempo, alrededor de los 9 años, se dio cuenta que hacer estas cosas lo catalogaban como un enfermo mental, y las reprimió.

Tanto ocultó aquellas tendencias que incluso él mismo se olvidó de ellas.

Con 16 años era un joven normal, tenía excelentes notas y era uno de los mejores, por no decir el mejor, en su colegio. Siempre había sido un chico que sin demasiado esfuerzo, prácticamente sin estudiar, conseguía las mejores notas.

Pero aparte de esto era un chico reservado, no hablaba mucho con nadie y tenía la costumbre de rechazar a los demás por considerarlos inferiores.

Podría haber seguido así y ser un gran hombre sino fuera por culpa de aquel día, por culpa de aquel sueño.

Dicen que los sueños contienen todo sobre ti, el pasado, el presente e incluso parte del futuro. En el caso de Oscar, le mostró su pasado.

Le mostró su lado pervertido, le mostró su lado fetichista, su lado sádico, macabro, oscuro, grotesco. Le dijo “despierta, no ocultes quien eres”.

Aquel sueño le mostró imágenes de las cosas que hacía de joven, de cómo siempre había sido un verdadero enfermo mental, de cómo le gustaban las asquerosidades más grandes. Aquel sueño le hizo recordar, y lo que estuvo ocultando durante tanto tiempo de sí mismo, volvió a la luz.

Aún así, era lo bastante inteligente para darse cuenta de que tenía que seguir ocultando aquella parte de él y, aunque fue difícil, estuvo aguantándose durante mucho tiempo.

Cuando iba al bachillerato veía a las niñas de grado inferior, niñas de 12 años aproximadamente, con ojos perversos, en su cabeza se las imaginaba haciendo con él las obscenidades más grandes que se le podían ocurrir a aquella mente enferma.

Cuando veía una mujer descalza, cuando veía una cara bonita, cuando veía un pequeño niño o niña corriendo en el parque, todo le causaba placer, todo le causaba que su imaginación volara y dentro de su mente tenía una orgía inmensa de niños y niñas con él.

El pensaba que estaba enfermo, por eso se reprimía, por eso no hacía lo que deseaba. Pero al acabar el bachiller, teniendo 18 años, ya estaba cansado de aguantar, ya no le bastaba su imaginación para satisfacerse, quería más experiencias. Poco a poco se fue convenciendo a sí mismo de que lo que pensaba no estaba mal, de que no pasaría nada si intentara hacer algo similar a lo que ocurría en su mente.

A veces colocaba su alto, blanco y delgado cuerpo debajo de un árbol enfrente de una escuela primaria y se quedaba ratos observando como aquellos niños y niñas jugaban en el recreo.

Logró reprimirse por unos años más, pero cuando cumplió 22 ya no podía más, su cerebro estallaría sino se satisfacía como el quería, así que decidió llevar a cabo uno de sus pensamientos más grotescos.

Con caramelos, dulces y palabras bonitas e inteligentes logró convencer a dos pequeñas niñas y un pequeño niño de 10 años cada uno a que lo acompañaran a su casa para “regalarles más de aquellos dulces” que les había regalado casi durante un mes completo. Llevaba planeando eso desde hacía ya un tiempo.

El sufrimiento y el espanto que sufrirían esos pequeños serían indescriptibles.

Los niños no volvieron a su casa aquel día. Durante los próximos días, la policía buscaba pistas y Oscar sabía que al final le llevarían hasta él. Los padres le habían visto espiando a los chicos del colegio de una manera extraña y estaba seguro de que le acusarían, así que decidió irse del país.

¿A dónde? Nadie sabe. Dicen que ha ido de país en país haciendo sufrir a niños, satisfaciendo sus más temibles sentimientos.

Pero volvamos atrás, contemos lo que encontró la policía en la casa de aquel hombre.

La vecina que nunca se había fiado de él notaba extraño no verle salir o entrar de la casa, y el olor que provenía de ella era terrible, así que llamó a la policía pensando que el chico había muerto o que le había pasado algo ahí dentro.

Al derrumbar aquella puerta de madera encontrarían las escenas más oscuras que podrían imaginar los policías.

Mesas de tortura, látigos, diversas herramientas sexuales cubiertas de sangre.

Pero no era todo. Eso que había tirado en el suelo eran los cuerpos de aquellos tres niños. Le faltaban los pies, tenían el ano totalmente desgarrado, la mandíbula rota, estaban llenos de sangre, tenían clavos en las manos, en las rodillas, en la frente. El olor a muerte, semen y sangre recorría todo el lugar. Al niño le habían cortado el pene y sus tetillas estaban desgarradas.

La escena era tétrica, aterradora y asquerosa.

La policía estuvo buscando a este tipo durante mucho tiempo, incluso agentes de la CIA estaban tras su rastro. Pero no daban con él.

Los casos de niños desgarrados y torturados se dieron por infinidad de países, cada escena era peor que la anterior, cada vez hacía cosas más grotescas, hasta que, en Francia, un grupo de padres sabidos del caso, capturaron a un sujeto extraño que vigilaba el colegio de sus hijos. Le obligaron a decir donde vivía y, en su casa, encontraron diversas herramientas extrañas, caramelos y dulces y fotografías obscenas.

Entonces llamaron a la policía. Efectivamente era Oscar, el sujeto enfermo.

“Yo no he hecho nada malo” Decía mientras lo interrogaba la policía. “Les doy placer” Repetía.

Confesó de todos los crímenes que había cometido detallando las cosas que hacía a aquellos niños mientras reía. Él ya no los consideraba delitos, pensaba que los niños disfrutaban tanto como él.

Le condenaron a cadena perpetua, jamás salió de la cárcel y ahí murió.

La historia quizás no sea de miedo, pero hay gente así suelta por el mundo, gente enferma, así que cuidado con vuestros hijos, no los dejéis sueltos en el parque sin vigilancia, no los dejéis venir solos del colegio. Quién sabe, tal vez pudiera estar yo ahí, vigilandolos.

Please wait...

8 comentarios

Me gusta la historia, es tétrica por el hecho de que miles de cosas así pasan cada día y nosotros ni lo sabemos. Podrías estar andando por la calle y que un extraño te esté acechando, esperando el momento de matarte.

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