María Salazar

curlyEn Venezuela en los principios las civilizaciones que la poblaban eran indígenas, pueblos que en su mayoría eran nómadas; iban de paso por todo el país agotando los recuerdos de una zona para luego buscar otra, establecerse ahí y repetir el proceso. Entre estos pueblos de indígenas nómadas se encontraban los Gheni’ka, una tribu de salvajes guerreros que son comparados por muchos historiadores con los Espartanos, guerreros sanguinarios que no dejaban rastro de sus enemigos.  Practicaban el canibalismo, comían los restos de sus enemigos por placer, a diferencia de otras culturas que consideraban que la práctica de dichas actividades eran para obtener la fuerza y destreza del adversario; pero ellos solo se los comían mientras hacían que las esposas e hijos de los mismos los observaran comerse a su ser amado para que luego de toda la agonía, el llanto y el sufrimiento fueran asesinados de la manera icónica que solo los Gheni’ka tenían como costumbre, cercenándole las cabezas.

Entre los años 1498 y 1501 con la llegada de los españoles a Venezuela comenzaron la toma de tierras, y años después empezaron a aparecer los terratenientes, que eran personas que poseían grandes extensiones de tierras, uno de esos terratenientes era Don Miguel Salazar  un tipo tosco, rudo y pedante que rondaba por los 40 años, era caucásico, de 1,75 metros de altura y algo regordete. Viva en su inmensa casa con su pequeña hija, una niña de 8 años, de cabello rubio y largos bucles, con los ojos azules que recordaban a los de su madre, y hablando de su madre… Doña María Cervantes, como olvidar semejante tragedia, con tan solo un mes de su llegada a Venezuela contrajo la fiebre amarilla y a los pocos días murió, dejando a Don Miguel a cargo de la niña.

Las tierras de Don Miguel se extendían mucho más allá de los alrededores su inmensa casa, tomaban grandes partes del bosque que la rodeaba, las cuales pensaba deforestar para establecer allí grandes extensiones de cosechas. Pero lo que Don Miguel no sabía era que en esos bosques se estaban estableciendo los Gheni’ka y no tenía la menor idea de que intentar arrebatarle sus tierras a los terribles guerreros era un sentencia segura de muerte.

Un día la pequeña niña quien como cualquier otra chiquilla de su edad estaba jugando en los alrededores de su casa, saltando, bailando, acostada en el pasto mirando las nubes, persiguiendo mariposas… oh! Pero la inocencia es algo tan hermoso y puro que cuando la niña corría tras una mariposa se adentro en el bosque, olvidando los limites que su padre le había establecido, quien si mal no le recuerdo dijo exactamente: -¡María!… ¡Joder María!,  prestadme atención y escuchad atentamente las palabras de vuestro sabio padre, no debes id más allá del gran árbol, no sabéis que peligros os podes encontrar. Una vez en el bosque la niña entro en razón al tropezarse con lo que para ella fue una inmensa pared marrón, pero lo que en realidad fue esa “pared marrón” fue el más terrible de los guerreros Gheni’ka, era su cacique, su líder, su nombre era Jhi’raffo, su piel era marrón tostada, era muy fornido y media un poco mas de 2 metros; casi inmediatamente el terrible guerrero se dio cuenta de quién era esa niña, así que la tomo del cabello y la llevo arrastrando entre terribles gritos y llantos hacia su casa.

Una  vez en su casa Jhi’raffo se paró a lado del gran árbol mirando fijamente a los ojos al padre de la pequeña quien se afeitaba al lado de la ventana, con una de esas miradas con las cuales sientes que te miran directo a el alma; ¿Alguna vez te han mirado de esa forma?, pues imagínate la impotencia que sintió Don Miguel Salazar quien no podía hacer nada más que solo mirarlo. El guerrero tomo a la niña… tomo a  María Salazar, sosteniendo con una mano su cuello y con otra mano su hombro, empezó a tirar en direcciones opuesta, su cabeza empezó a desprenderse se rompían cada uno de sus pequeños y débiles músculos, cada uno de sus ligamentos, para al final desprenderse por completo de su cuerpo, solamente quedando adherida a su cabeza su espina dorsal, mientras que su cuerpo cual fuente de agua no paraba de borbotear cada gota del rojizo liquido. Jhi’raffo lamio la sangre que caía del cabeza sin vida de la pequeña, la soltó, se voltio y emprendió su camino de regreso al bosque.

Don Miguel maldecía al indio entre llantos y sollozos, gritándole: -¡Os matare hijos de puta, os matare a todos, me vengare!, unos minutos después llegaron sus empleados quienes lo ayudaron a enterrar el cuerpo casi irreconocible de la pequeña, los mismos le dijeron que si quería vengarse ellos conocían una manera, tenía que seguir un ritual muy antiguo, el cual consistía en tomar un cabello de la persona a la cual querías vengar, un cabello propio, hacer un circulo de velas negras y rellenarlo con un estrella de cinco puntas hecha de sal y a las 1:23 am decir la siguiente frase en latín “ut reliqui etiam morieris et non aliter trucidavit pretium pretium ultionem meam ego” mientras recuerdas con detalle a la persona de la que te quieres vengar, pero lo que no le dijeron era que había un precio a pagar por ese ritual.

Luego de hacer el ritual Don Miguel sentado al borde de la cama desamarrándose sus botas, complacido, sonriendo por su eminente venganza; pero cuando levanto la mirada vio parada en la puerta a su hija flotando mirándolo de la misma manera que el indio lo hizo, en ese mismo instante empezó a sentir una presión terrible en su cuello, sintió un terrible dolor y como cada uno de sus músculos y ligamentos se rompían, mientras borboteaba el liquido caliente de su cuello y lo último que vio mientras su cabeza caía para atrás fue su torso sin cabeza ya que el cerebro dura alrededor de 2 segundos en morir luego de que la cabeza es arrancada del cuerpo.

Dicen ahora que si realizas el mismo ritual en cualquier parte de América del Sur, y acto seguido dices “María Salazar ven conmigo a jugar, ¿O no piensas a tu padre respetar?”, la misma niña aparecerá y lo último que veras será a tu torso sin cabeza sangre borbotear.

Creación propia

Nelson Rodriguez

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