Mami

Cuando tenía siete años, Melanie Harper de la cuadra de abajo decía que Papi probablemente nos había abandonado porque yo era muy fea. Nunca vi a Mami tan enojada como esa noche.

—¿En dónde vive, bebé? —demandó.

Melanie no se presentó a la escuela el día siguiente, y la escuela fue cancelada el día después de eso. Nos mudamos tres días más tarde.

Dos días después de mi octavo cumpleaños, un niño llamado Sam me jaló el cabello en el parque y luego me empujó, raspándome la rodilla.

De nuevo, Mami me preguntó en dónde vivía. De nuevo, el niño se esfumó.

De nuevo, nos mudamos.

Más tarde ese año, el niño que se sentaba a mi lado en la clase de Matemáticas se copió de mi examen, e hizo que nos lo anularan a ambos por haber hecho trampa. Había practicado durante horas para ese examen, y se lo conté a Mami cuando llegué a casa. Le dije que no era justo, que el profesor no me escuchó cuando le dije que no había sido mi culpa, que el niño estúpido se rehusó a admitir que había sido él y no yo. Hice una rabieta toda la noche, incluso después de que Mami se fuera alrededor de la medianoche, y solo me comencé a calmar cuando ella regresó a casa después del amanecer.

Nadie volvió a ver a ninguno de los dos de nuevo. No me importó.

Cuando tenía diez años, mi mejor amiga Lizzie me llamó idiota y me dijo que solo éramos amigas porque su mamá le había pedido que fuera amable con la anormal de un solo padre. Esta vez, cuando Mami me preguntó en dónde vivía, me rehusé a decirle. En su lugar, ella encontró su dirección en la guía telefónica, y aunque le supliqué que no fuera, se subió a su auto y partió.

No pegué ojo toda la noche; y cuando llegó la mañana, sabía que Lizzie había desaparecido también.

Tuve razón.

La policía llegó ayer para llevarse a Mami. Al fin encontraron la conexión. La noche en la que cada niño fue asesinado, Mami se postró en la entrada de sus casas, con ojos llorosos y puños apretados. Los padres desconsolados confesaron que ella les advirtió que tenían que vigilar más de cerca a sus pequeños monstruos, que deberían castigarlos «por su propio bien». Cuando los padres le pidieron que se fuera, ella se enojó todavía más, y les dijo que se arrepentirían por no enseñarles a sus hijos mejores modales.

Pues, no les tomó mucho tiempo después de eso para encontrar los esqueletos en su clóset —y a los de su sótano también—. Cinco esqueletos blancos, todos alineados, movilizados fielmente de casa en casa conforme huíamos a través del país. Se llevaron a Mami, y me entregaron a un par de padres adoptivos amorosos. Un papi real, y una nueva mami que nunca me preguntaba en dónde vivían los buscapleitos, y que nunca los visitaba a la mitad de la noche. Era ideal.

Pobre Mami. Ninguno de esos padres tomó sus advertencias en serio. ¿Y cómo me va a detener ahora que está tras las rejas?

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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por acingit:
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