Las noticias de la noche

El aterrador grito de una mujer hizo eco a lo largo de la tienda, atrayendo la atención de todos a una noticia reproduciéndose en el pasillo de televisiones. Miles de personas se amotinaban en Times Square, demoliendo todo a la vista, incluyendo a otras personas.

Un empleado de la tienda le subió el volumen a un sistema de sonido surround, y el audio llenó el establecimiento:

«…ciudades principales. Las autoridades demandan que el público se quede adentro de sus casas. Encuentren un arma y no duden en usarla. Protéjanse a ustedes mismos a toda costa», aconsejó el reportero.

La cámara se enfocó en una mujer ensangrentada, precipitándose hacia una pareja que empujaba una carriola en medio de la locura. Su vestimenta estaba hecha jirones y bañada en sangre húmeda. No había ningún rastro de humanidad en sus amplios ojos enloquecidos. La pareja ni siquiera la vio venir. Se estampó contra ellos, haciendo que la pareja y la carriola se revolcaran por el suelo como una pila de extremidades retorcidas.

Incapaces de reaccionar, los padres observaron a la mujer enloquecida tomar al infante sollozante de la pierna y tirarlo por el aire. La cámara se giró para no exponer a la audiencia al destino del infante; en su lugar, capturaron por error al padre del bebé desgarrando el rostro de la mujer por el concreto.

—¡Santo cielo! ¿Vieron lo que esos monstruos le hicieron a la mujer? —exclamó uno de los hombres en la tienda. Su comentario fue recibido con gestos de aprobación, y otros expresaron su incredulidad.

—¿De qué estás hablando? ¡Esa mujer claramente estaba fuera de sus putos cabales! ¡Tiró al bebé al pavimento! —contratacó un empleado de la tienda. Fue recibido con la misma reacción.

Brotó una cacofonía de argumentos acerca del horror que habían presenciado. Nadie estaba de acuerdo en lo que había pasado. Algunos argumentaban que la pareja había atacado a la mujer con la carriola. Otros se quejaban por no haber sido capaces de ver nada aparte de fuego y humo. Incluso el reportero discutía con la persona en la otra línea de su auricular.

El reportaje alternó a otras ciudades grandes de donde provenían declaraciones conflictivas similares.

—¡Oh por Dios! ¡Mi tío vive en Miami! —chilló la cajera.

—¿Y? Ahí no está pasando nada —replicó un cliente confundido.

—¡La ciudad estaba en llamas! —saltó a la conversación un gerente de la tienda, enrollando sus manos como puños.

—¿En llamas? ¡Había un motín! —le gritó la cajera al gerente con lágrimas en sus ojos.

Ellos tres discreparon, y el resto los siguió. Las discusiones se convirtieron en peleas de gritos. Sus voces se alzaron, rugiendo por encima de los demás como si la persona más ruidosa fuera a ganar. Aliados se convirtieron en enemigos en un instante a medida que los desacuerdos continuaron. La tensión alcanzó su punto de ebullición y se derramó como violencia. Un hombre golpeó a otro, y, a la mitad del forcejeo, surgieron más disputas. Tuvo un efecto de cascada hacia una batalla sin cuartel.

Permaneciendo lejos de la multitud, un cliente solitario observó cómo se desenvolvió la situación hasta que se tornó violenta. Tembló, incapaz de comprender lo que había pasado, y se escabulló del edificio sigilosamente, preguntándose qué fue lo que los hizo perder la cabeza.

No hubo ningún reportaje.

Los televisores no estaban encendidos.

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La traducción al español pertenece a esta página. Fue escrito en inglés por Human_Gravy:
https://reddit.com/user/Human_Gravy/submitted/?sort=top&t=all

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