Recibió una llamada de su madre. Debido a que su automóvil había estado en el taller, le pidió que fuera al supermercado a traer algunas cosas por ella. Pan, leche, cereal y pechugas de pollo.
Después de apuntar todo, entró al auto y fue a hacer el recado. La cajera le hizo un comentario extraño:
—No estamos en riesgo de quedarnos sin leche, ¿sabes?
Tras llegar a la casa, llamó a la puerta varias veces. No hubo respuesta, por lo que trató de girar la perilla, pero al comprobar que tenía seguro decidió entrar por la puerta trasera. Dejó la bolsa del supermercado en la mesa de la cocina, pero le pareció extraño que hubieran seis bolsas más, todas con los mismos productos. En un par de ellas, el pollo y la leche estaban en mal estado. «¡Mamá!», llamó, y no escuchó ninguna respuesta. Se dirigió a la sala de estar.
Sentada en el sillón, decapitada y con su cabeza colocada perfectamente sobre sus rodillas, estaba su madre.
Como era de esperarse, llamó a la policía, quienes no tardaron en venir a investigar. Los oficiales le informaron que su madre había estado muerta casi por una semana. Además, el psiquiatra de la policía estaba en la escena y le habló después de que tomaron su declaración inicial. Estando sentado en la entrada de la casa, escuchó casualmente la conversación entre el psiquiatra y un oficial.
—No es raro que las personas que padecen de esquizofrenia queden atrapadas en una serie de comportamientos repetitivos.
Pensó que no podían estarse refiriendo a él. ¿Esquizofrenia? Ni hablar. ¿Comportamiento repetitivo? ¿Acaso pensaban que él había cometido el crimen?
De repente, su celular timbró.
—¿Diga?
—Hola, cariño, soy yo. ¿Podrías pasar por el supermercado y traerme unas pechugas de pollo y leche? Ah, y también necesito pan y cereal.
—No hay problema, mamá. Iré en un momento.
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