El grupo estaba completo, ya eramos siete. Como lo leímos en el libro viejo, cada uno con su gato, sin lazos familiares o amorosos, sin rencores o deudas, sin angustias ni esperanzas, sin pasado y sin futuro… esa noche solo eramos nosotros y nuestros siete gatos.
Una vez visto el grupo constituido, nos aventuramos a leer las siguientes páginas. La primera de ellas titulada solo como «la ouija». La verdad sentí algo de desilusión en ese momento, sí había llegado a estos límites era solo para experimentar la magia real, no esa vana confusión que se veía en el mundo exterior. Aun así en el primer párrafo me deshacía de esa ingrata decepción, las palabras no hablaban de tablas, letras o mensajes del más allá, solo indicaban sobre un viaje sin cuerpo para saber los incidentes venideros…
Un mes después emprendíamos el ritual nombrado como «la ouija». Por cuestiones del destino yo sería el «adán» (el que ejerce la acción). Rocas en circulo, la silla en el medio y tres palabras después me hallaba sentado y dispuesto a hacer mi viaje, un testigo junto a mí para escribir la confesión. (testigo: integrante que anota en papel las palabras que pronuncia el adán) Se entonaron las palabras justas: Exodoi, Pranum, Clesique! y…
«Me hallaba en una absoluta oscuridad con el cuerpo adolorido, cada respiración era un suplicio debido al inundo hedor a mierda y orines de gato. No escuchaba nada. Trate de levantarme pero mi cuerpo no respondía, en ese instante noté que tenía un hambre atroz como si no hubiese comido en días. Mi audición comenzó a recuperarse, e inmediato escuche cientos de lamentaciones muy bajas y lastimosas, de vez en cuando interrumpidas por gritos proveniente de mentes enfermas que gritaban las mas oscuras obscenidades y las mas crueles y violentas amenazas. Luego comencé a escuchar un extraño sonido sobre mí, un crujir parecido a tablones de madera podrida. Sin duda alguna algo estaba sobre mí y se movía lentamente, ese algo era mecánico una especie de aparato gigantesco.
Algo se arrastro cerca de mi y dijo: Tengo hambre, exijo comida!, a lo que solo supe responder un entrecortado vete! esa presencia empezó a manosear mis pies y a intentar morderlos, me defendí a puñetazos, él gemía cada vez que acertaba un golpe. Durante la lucha sentí como mi brazo se enganchaba en el aparato que giraba sobre mí y desprendía mi pegostoso cuerpo del suelo con algo de dolor. Me levantó por los aires y entendí que lo que tenía encima era una enorme rueda de madera que recolectaba cadáveres de las calles para triturarlos.
Por suerte, me desprendí de la rueda y caí al vacío, por la dureza del golpe creo que aterrice sobre asfalto, comencé a arrastrarme hasta que conseguí la seguridad de algo duro detrás de mí. Así solo tendría que defender mi frente y ambos lados de las otras personas que quisieran comerme. Mi mente comenzaba a divagar ciertas realidades del momento, sabía lo siguiente:
1- todo comenzó de repente y de forma rotunda e irreversible.
2- los que me rodeaban eran otras victimas como yo, es decir ciegos, con mucha hambre y al borde de la locura.
3- no podía ponerme en pie debido a la rueda que despedazaba – tomaba todo lo que estuviese por encima de los 50cm.
4- al principio las personas eran normales y trataban de ayudarse luego del incidente, intentaron encontrar una explicación razonable a lo que pasaba, pero con el tiempo el caos y la locura se hicieron reinantes.
5- de esas teorías las más cuerdas eran dos: a) el mundo había sucumbido bajo un ataque nuclear desproporcionado y eramos los supervivientes ciegos, desorientados y abandonados (no explicaba el olor ni la rueda) b) simplemente estábamos en el infierno.
Al pasar los días y aceptar mi condición, me estuve atrincherado en mi rincón esperando que se acercara alguna victima para alimentarme, en mi pequeño mundo supe que lo que tenía en mi retaguardia eran los restos de un carro, conseguí algunos vidrios rotos y me distraía del olor a mierda de gatos, de los gritos y del constante hambre torturando mis muslos, haciéndolos tirones con mis preciados vidrios. Del otro lado del auto había un hombre, él no podía comerme ni yo a él por lo cual, cuando se encontraba un poco cuerdo intentábamos hablar. Solía decir que el gobierno no debió haberlo hecho, que habían limites para la ciencia y ahora lo pagábamos (teoría de la bomba???) luego lloraba como una marica y me decía que se habia comido a su niñita de siete años… siete años, siete gatos, siete los de grupo, son siete gatos!!!»
En ese momento volvi a la silla, el testigo estaba pálido los otros tirados en el piso sin vida, el papel decía Francia, 22 de octubre de 2077.
Este es el mensaje único y verdadero, la rueda está por llegar…
5 comentarios
Qué manera más fea de escribir.
Gracias por tu comentario Tubbiefox, me podrías decir que te parece feo? Acaso las malas palabras?
Por autor de la entrada
Estuvo genial, explica lo que puede pasar.
O bueno eso es lo que llegué a entender >w<
Personalmente… No me gusto. Pero muy bien relatada.
Sinceramente no me ha gustado…