Ivanka…te extraño

Hoy en día hago memoria de Ivanka, una amiga mía, con esto que voy a relatar.

Hace rato que Ivanka está casada y tiene un bebé de cinco meses. Me contó entre lágrimas lo que le había pasado a través de la magnifica tecnología ofrecida por la comunicación a distancia, y juró por su pequeño hijo que todo esto que me contó es cierto.

Yo sabía que ella tenía un novio antes de casarse. Este tipo era bastante extraño. Siempre se vestía de negro, poseía una apariencia de iguales características, nunca se reía y daba la impresión de que iba a atacar por la espalda a cualquiera cuando te dabas la vuelta. Pero como es lógico y moral a mis principios no me correspondía juzgar a aquel inusual hombre, puesto que hacia cosas muy extrañas a los ojos de una persona ordinaria. No tenía amigos, no se sabía nada de su familia como tampoco en lo que trabajaba. No sé qué diablos le vio Ivanka a ese tipo pero se veía muy enamorada de él. Pese a lo frío que era él, era extremadamente posesivo y celoso cada vez que alguien se le insinuaba a Ivanka en son de broma.

Entre nuestras conversaciones ella me contó que estando un día en el parque de la ciudad él le pidió que si sucedía el súbito acontecimiento de su muerte, pusiera un espejo de grandes dimensiones durante su velorio. Pidió que también no le cerraran la puertecita superior que suele dejarse abierta para contemplar al muerto antes de ser sepultado. Por su puesto, lo escribió en una hoja de pergamino – como ella lo aseveró – y lo guardó dándole la orden de que solo lo sacara para cuando él fuese despachado al otro mundo. Ivanka aceptó, intentando no mostrarse extrañada y confundida del por qué a su novio le gustaba tanto darle vueltas a ese tema tan fatidico como lo era el perder la vida sin importar las circunstancias. Pasaron dos semanas y lo impensable había sucedido: Él había fallecido en un trágico asalto a mano armada. No se encontraron asesinos, no se encontraron huellas ni nada. Como si un ser inhumano le habría quitado la vida.

Ivanka estaba destrozada. Lloró inconsolable, cuánto lo quería! me decía entre llanto y sollozo. Quizá había dejado este mundo pero por alguna razón algo de él estaba ahí. Así empezó a comprobarse, porque cuando se iba a rematar la casa de su fallecida pareja, Ivanka descubrió que en su habitación – que más asimilaba a un sótano – estaba plagado de objetos relacionados con el ocultismo. Ouijas, tablillas, cráneos humanos, barajas con cartas del tarot… Ivanka estaba helada. Salió cogiendo el testamento para realizar la última (y extravagante) voluntad del difunto. Se hizo el velorio con dos o tres personas, poniendo el espejo desde la mañana a la noche en frente del ataúd. Una vez hecho, el cuerpo fue sepultado y dejado descansando en paz… Si así lo merecía. Pasó el tiempo, e Ivanka volvió a encontrar el amor. Se casó al año de conocer a este nuevo hombre y juntos planearon sus proyectos a futuro. Al adquirir una casa en los suburbios, Ivanka descubrió que estaba encinta y también que habia recibido correspondencia. El remitente era nada menos que un desconocido. Pensó que estaba equivocado pero el cartero comprobó lo contrario. Era algo de gran extensión, envuelto en papel craft. Aceptó sin más opción. Con ayuda de su buen esposo, llevó el paquete hacia el interior de la casa.

Rompió la envoltura, y comprobó helada de que era el mismo espejo que había estado en el velorio, sólo que estaba con el marco cambiado por uno barnizado. Su esposo rechazó la idea de tener un objeto de un antiguo amor en la casa, y menos sabiendo de que era de alguien tan raro. Ivanka insistió en quedarse con él como una forma de último tributo a su amor, poniendo el espejo en la sala de estar. Pasaron los días, semanas… meses. El hijo del matrimonio nació sano y salvo, haciendo la dicha de la pareja. Las primeras semanas fueron maravillosas. No había nada que desear. Sin embargo, al mes de nacido el bebé coincidía con la muerte del extraño ex novio de Ivanka… el pequeño lloraba si su papá lo dejaba en la sala de estar. No era un llanto de hambre, ni de dolor. Era de miedo. No había qué lo calmara, a excepción de viniera su madre y se lo llevase de ese lugar a su cunita.

Al día siguiente, en la madrugada, Ivanka despertó porque creyó oír pasos por sobre el ático de su casa. Permaneció estática. Duraron varios minutos, hasta que fueron desvaneciéndose con la distancia. Se levantó para comprobar lo que había sucedido: nadie se encontraba en ese lugar. Su esposo la siguió. Tras unos minutos de examinar, volvieron a la cama. Las cosas siguieron así, y ascendiendo… un vidrio roto, agua de la llave corriendo y cerrándose por sí misma, golpes en la puerta y lo más increíble  que la casa estaba tornándose fría, hasta que un día su esposo comprobó después de llegar del trabajo que el espejo ya no estaba en el living sino en la habitación de su bebé, el que lloraba desgarradoramente, alertando al padre. Le exigió a Ivanka que se deshiciera del espejo. Ella debatió por largo rato si hacerlo o no, puesto que aún quedaba un pequeño resquicio de afecto hacia su ex novio. Pero comprendió que debía poner a su familia primero y no daría malestar a los verdaderamente importantes sólo por conservar aquel artefacto del infierno cuya pertenencia había venido de la mano de aquel extraño individuo enterrado a tres metros que andaba jugando con lo que no se debía jugar. Finalmente decidió hacerlo.

Lo vendió a una tienda de inmuebles, recibiendo una buena remuneración por ello. Las cosas aparentemente mejoraron. Ya no había nada que temer. Cuando una noche después de la jornada laboral, Ivanka se metió a la ducha para refrescarse. Salió luego de unos quince minutos. tomando la toalla, secándose el cabello y saliendo del baño se dirigió hacia su habitación, entrando primero y buscando a tientas el interruptor de la luz… y cuando lo hizo, lanzó un grito de terror ante lo que se presentaba ante sus ojos:

El espejo vendido no hace mucho estaba en el extremo de la alcoba matrimonial, trizado y escrito dolorosamente por el ente que los atormentaba desde otro plano físico, con rasguños:

«Ivanka… Te extraño…»

Creación propia

Señorita Uranova

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