“¿Alguna vez te has visto llorar?, ¿Has visto tus propias lagrimas caer por tu rostro?”. Esas fueron las primeras palabras que me dijo, con desolación en su voz y a modo de lamento me lo repitió mirándose al espejo, o bueno… eso creo ya que escasamente lograba percibir su presencia en el cuarto con la poca luz amarilla que llegaba de la calle a las 2 am. –Dime ¿alguna vez lo has visto? ¿Has visto tu propio reflejo llorar por tus penas? ¡Sabes que sufre! ¿Por qué lo haces? ¿Por qué aquel que se encuentra en el espejo debe sufrir tus penas?-. No supe cómo responder solo sabía que el temor paralizante me impedía recordar el motivo por el cual me encontraba parado ante esto, ante esta extraña situación.
En su forma de hablar logré notar que probablemente este ser había perdido aquella esencia característica de una persona alegre, pero que definitivamente había poseído.-No… no sé -. Respondí paralizado por el miedo creyendo que, tal vez así, la pesadilla terminara. Al finalizar de decir mi frase a modo de respuesta, empecé a escuchar que un montón de voces inundaban la habitación, como la de una multitud hablando al mismo tiempo; y en el viaje de mi vista hacia mi lecho des tendido, intentando apartar la mirada de esa presencia que producía temor y depresión, vi varios como él, unos 4, uno tan apartado del otro que era imposible que las voces fueran conversaciones entre ellos. Todos eran igual a él, parados igual, orientados hacia el espejo, sin mirarme.
En la infinita desesperación de la impotencia al saber que cualquier acto podría hacerlos enojar, le devolví la mirada al ser en frente del espejo, con una esperanza que uno solo me produjera menos miedo que varios, pero había desaparecido al igual que los otros y de nuevo el cuarto no era sino habitado por mí, mi soledad y una gota de lágrima producto del miedo de aquel acontecimiento.
Hoy me quedan pocos recuerdos de mis días como días pero todavía tengo presente las horribles noches que pasé junto a esas presencias depresivas invadiendo mi cuarto. Ignoré que el acontecimiento había sido real atribuyéndole todo a una pesadilla que se repitió de la misma manera las siguientes cinco noches pero, que por algo extraño, cambió la noche del sábado cuando luego de tener un mal sueño desperté agitado mirando que la luz parpadeante verde del despertador al lado de mi cama, en la mesa de noche, marcaban las 2 am en punto y, la misma euforia del sueño, me jaló y de un solo tirón me dejo sentado en la cama con la respiración nerviosa y el corazón a mil.
Otra vez estaban allí todos ellos, sus presencias fúnebres cercaban mi cama como la familia de una persona, que acaba de morir, rodean su ataúd; pero estos seres, en vez de sufrir y consolarse unos a otros tratando de desahogar las penas llorando en el hombro del de al lado, simplemente me miraban con sus ojos completamente abiertos y la boca inexpresiva, sus rostros eran pálidos y sus cuerpos eran simples garabatos oscuros… una clase de sombra reprimida sin forma pero que igual se diferenciaba uno de otro y el quinto, que habló conmigo la primera noche, se encontraba dándome la espalda frente al espejo, en la misma posición que las noches anteriores.
Tomé la manta tan fuerte como pude y me arrastré hacia la cabecera de la cama apoyando mi espalda en ella, mi corazón latía fuertemente y estaba temblando. Volví a escuchar las conversaciones de la multitud y por esta vez comprobé que ellos no eran los que hablaban, sus miradas estaban clavadas en mí y sus bocas no se movían. Esos ojos eran completamente negros como si la pupila se expandiera por el resto del ojo e invadiera el espacio de la esclerótica y aparte sus parpados se tornaban con una coloración oscura en comparación a su lúgubre tez. Oía las voces pero no estaba ocupado en escuchar los que decían simplemente prestaba atención a cada movimiento de los seres trasojados y que lo que fuera que hicieran no me causara ningún daño a parte de la desesperante paranoia y una gota de sudor frio que recorría mi columna.
Respiraba por la boca con exasperación y aunque no tenía las ventanas abiertas el dormitorio se llenó de un funesto frio. Habría deseado desmayarme o simplemente despertar de la pesadilla pero esta vez era más real que nunca, sus miradas, las voces y, sobre todo, el ser escuálido que miraba al espejo. Quise soltar un grito de auxilio, el cual habría sido inútil porque vivo solo, pero la voz no funcionaba y no pude producir palabra alguna. De pronto todos los seres que rodeaban mi cama se movieron, desconectaron su vista del asustado hombre en la cama y, en una clase de formación, miraron al espejo pero aún así seguían en sus posiciones principales.
Como un niño asustado, tomé la cobija y me tape todo el cuerpo con ella poniendo mis manos temblorosas en mis oídos, cerrando con fuerza los ojos y poniendo la cabeza entre las rodillas. Creo que duré así varios minutos por que cuando levante la cabeza el reloj marcaba las 2 y media y la presencia de los seres en mi cuarto ya era historia pero las consecuencias de su estadía allí eran presentes y más reales que nunca. Con el mismo movimiento des controlable de mi mano tome el vaso de agua que había dejado previamente en la mesa de noche y lo acerqué a mi boca para tomar un sorbo.
Esto ya se estaba saliendo de mi mente parecía algo extra imaginario y con temor fui a dormir. Me convertí en un paranoico a tal punto que, atemorizado de la reacción de los seres, no salí de mi casa como escasamente alcanzo a recordar. Las noches se tornaban más oscuras y siempre despertaba a la misma hora: 2 am, las voces se convertían en una multitud gritando y los ojos de los seres más opacos.
Anoche fue algo peor debido a que de nuevo, al despertarme en medio de la noche, los seres me observaban con las cabezas inclinadas y los ojos más abiertos y esta vez uno de ellos, el que me habló la primera noche, estaba parado a los pies de mi cama. Las sombras que habían servido de cuerpos de los seres las noches anteriores ya se habían materializado convirtiéndose en algo más siniestro. Volví a respirar fuertemente inhalando demasiado aire y soltándolo de manera distribuida por mi boca, apreté los puños y empecé a temblar. Este ser se subió en mi cama y me miro fijamente acercando su cara a la mía, luego se me empezó a cortar el aire, casi no podía respirar y estas…..sombras me miraban con más pena. Sólo duró unos segundos arriba de mi lecho por que luego se paró y se aproximo al espejo sin romper contacto visual conmigo.
Cada minuto se volvía desesperante y sus miradas, cada vez más depresivas, me apuñalaban por todos lados y finalmente se voltearon volviendo a mirar al espejo como el primero de ellos. Enojado o tal vez temeroso, lancé la almohada al que se ubicaba en el frente del espejo gritando ¡¿Qué es lo que quieren?! E inmediatamente se voltearon de nuevo hacia mí pero ahora sus miradas no expresaban depresión sino furia y el del espejo en particular parecía iracundo las voces se convertían en gritos y los gritos en lamentos. Sus miradas me daban más temor que nunca, eran iracundas, y me tapé de nuevo los oídos, cerré los ojos gritando ¡Lárguense! Cuando volví a abrir los ojos ya no estaban y el espejo estaba roto pero la almohada estaba en los pies de la cama. El reloj marcaba las 5 y media de la mañana.
Ya casi son las 11 de la noche y no quiero dormir, no quiero que vuelva a pasar. El miedo es indescriptible.
Aunque nunca llegaré a conocerlo a usted, querido lector, me siento identificado con su historia ya que la mía también comenzó luego de leer una carta de suicidio.
2 comentarios
muy buena 4/4 🙂
Disculpame si es muy evidente y no me di cuenta pero…¿por qué se llama «Instrucciones para orinar»? No me suena a que haya relación entre el título y el texto. Sin embargo, me gustó la historia y el final estuvo bueno. 3/5