Caminos. Creepy #1 de coj1n.
Estimado lector: Para lograr un efecto mejor, le pido por favor que crees el ambiente correcto para la lectura de creepypastas (oscuridad, música acorde, etc).
Caminos. Toda la vida los recorremos, ¿No? Por lo general siempre tomamos las decisiones, o caminos, correctos. Pero, como humanos, también tendemos a equivocarnos constantemente, cosa que al final desencadenan acontecimientos más allá de lo que uno podría imaginar como simplemente «malos».
Te invito a recordar las veces en las que tomaste el camino equivocado, en el que trataste de hacer retroceder el tiempo una y mil veces, donde no pudiste evitar llorar desconsoladamente o hervir en una rabia semi-eufórica, incluso llegando a pasar por tu cabeza la palabra suicidio (sabiendo que no lo harías, pero aún así dudando de tu mismo). ¿Lo recuerdas? ¿Puedes volver a sentir ese rencor? ¿Esa frialdad? … ¿Ese terror? ¿Ese miedo? Tranquilo, prende un cigarro y relájate un poco. Esta historia no es la excepción a estos sentimientos. No te aburras, sigue leyendo.
Remontémonos a una fecha desconocida, junto a un personaje desconocido también. puesto a que en la época de las sectas, los psudónimos aparecían, y los verdaderos nombres se perdían en el polvo. Muchos rumores crecen al rededor de las sectas, como pactos con el Diablo, invocaciones a demonios y situaciones similares. Más aún, desconocidas para la mayoría de los devotos de estas agrupaciones. Nuestro personaje se encargaba de trabajos los cuales podemos categorizar como «poco ortodoxos». En su caso, ignorantemente era obligado a, bien avanzada la noche, retirar cadáveres, de personas jóvenes, de los cementerios e iglesias cercanas al refugio en el que su grupo habitaba. Como era normal para el, con la mayor de las ganas, cada día el cumplía con su simple cometido para satisfacer a las cabecillas. Era muy avanzada la madrugada, esa noche invernal, donde la escarcha bailaba su mortífera danza en los verdes pastizales de las llanuras. Nuestro protagonista volvía a la guarida de su clan, junto a él, dos de sus compañeros y dos cadáveres. Una pareja, un hombre, luego una mujer, 30 y 20 años, tal vez. Luego de dejarlos junto a la «Gran Puerta», al interior de la guarida, uno de los lideres le ordenó a cruzar el famoso portón y dejarlos dentro del deposito. Era la primera vez que nuestro tipo se encargaba de esa labor. Temeroso y exitado, accedió con un seco titubeo. Al entrar, su sorpresa fue tal que llegó a botar los cuerpos. Por suerte, El Líder no atravesó la puerta con el. El paisaje era el siguiente: un pasillo recto, ligeramente inclinado hacia abajo, sucio, viejo, con una abundante cantidad de puertas y tan solo iluminado con una antorcha cada 30 metros aproximadamente. A la primera bifurcación, su sorpresa aumento aún más: no se trataba de un solo y largo pasillo, si no de una red de túneles, de carácter laberíntico , en el que la iluminación cada vez estaba más lejana de la siguiente, dándole un aspecto más terrorífico. La indicación fue simple: «Solo sigue recto hasta la ultima puerta. Deja los cadáveres ahí, y regresa inmediatamente». Decidió obedecer y cumplir fielmente su cometido. Tal determinación fue la de este sujeto, que sin darse cuenta, obvió una sanja de unos 4 centímetros de profundidad, la cual, al pisar de mala manera, le costo una torcedura importante en su tobillo izquierdo. Un dolor agudo, un alarido silencioso, tal vez una lagrima inoportuna. Tendido en el suelo, con su pie casi inutilizable y con ese sufrimiento insoportable cuando se trata de una torcedura seria, más aún en un terreno desconocido y con un paisaje como en el que el estaba, logró provocar en nuestro sujeto un temor a lo desconocido. No podía quedarse ahí, tanto por cumplir la orden, como por alejarse de ese lugar, debió forzar su pie hasta un limite del dolor desconocido para mucha gente, tratando de avanzar hasta la habitación nombrada. Sin recordar el tiempo sufriendo, llego su destino. Se arrodilló, tranquilizado, de ya haber cumplido con la mitad del trabajo. Entró en la habitación para descubrir una situación espeluznante: Meses de trabajo, encerrados en esa reducido espacio. Montañas de cadáveres, algunos putrefactos por la antigüedad, yacían amontonados al azar. Algunos irreconocibles, otros siendo alimento para ratones, sin olvidar el lago de sangre provocado por lo mismo. Y el, cansado, con su torcedura agravada por la caminata forzada. Sin más fuerzas que las de conciliar un ligero sueño, en ese paraje de dudoso olor y apariencia, con ese aire pesado gracias a tantos cadáveres, con una ventilación nula.
…
Un estruendo, lo despierta de golpe, casi como un eco. Sin noción del tiempo, la preocupación inunda su cuerpo, tembloroso. Se levanta rápidamente para caer de otra forma súbita, gracias ese maldito pie, ya olvidado por ese extraño sueño de aire pesado y apestoso. No queda opción más que avanzar. Tal vez no fue tan grave, una o dos disculpas podrían bastar y, es más, así hubiera sido, de no ser por el hecho de que el humano nunca comete el error una sola vez. Salio de ese lugar y comenzó a devolverse hacia la magnifica puerta de madera tallada, pero había algo que le causaba una inmensa curiosidad, aun con su lesión semiexpuesta, y era ese sonido que le despertó y que, obviamente, continuaba sonando. El sonido provenía de una de las bifurcaciones, más adentrada a la oscuridad. No perdía nada, de todas formas, el también era parte de esta secta. Avanzó, poco a poco, al igual que el temor provocado por este ruido, que escondia detrás de cada estruendo, un alarido de dolor, casi un llanto desgarrador. Luego, un gruñido y el silencio. Con cada secuencia sonora, su cara se desfiguraba aun más. Todos sus músculos faciales bailaban al son del intenso tenor del miedo dentro de su cabeza. No lo soportaba, pero aun así, ya estaba ahí. Debía seguir, y por lo menos decírselo a alguien más. Llego al dichoso lugar, el alarido que emanaba de el parecía al de alguien siendo mutilado con tan solo un alfiler. Lo había logrado. Solo necesitaba abrir la puerta. Su mano inundada en sudor le sugería retirarse. Sus nervios le dolían, sus pupilas se dilataban, su lengua sangraba por una pequeña mordedura que se había auto infringido por su inconsciente ante el miedo. Su cuerpo se detuvo por un segundo, el cerebro respondo con una corriente eléctrica, un ligero fulgor de vida hizo desaparecer el dolor de su tobillo. Giro el pomo, uso el peso de su cuerpo para empujar la puerta hacia adelante. Entró mientras caía. Golpeó su mentón contra el suelo de piedra. Levantó la mirada, vio unos pies. Era un sujeto que no había visto nunca, sintió de nuevo el pavor. Al parecer esta vez termino de romperse el tobillo. El tipo habló:
-«Lo terrenal es la vigilia, la vigilia es el cronometro a la muerte, la muerte, es la vida.»
Era el lema de la secta, su mente termino la frase antes de que el la terminase. Subió la mirada solo para observar el hecho de que aquel hombre tenia un aspecto atemorizarte, el Mjolnir estaba marcado en su frente y de sus ojos brotaba sangre.
-«Lo terrenal es la vigilia, la vigilia es el cronometro a la muerte, la muerte, es la vida.»
¿Que era esto? Nuestro protagonista no podía mover ni un solo musculo, estaba afiebrado, su pierna izquierda había perdido completamente la sensibilidad y estaba entumecida. Lo único que pensaba era en las palabras «perdón», «lo siento», «déjeme ir, se lo suplico» pero ninguna de ellas figuró en sus labios. Finalmente el hombre sentenció:
-«Errar significa marcar algo en ti y en lo que te rodea para siempre, estas obligado a aceptar las consecuencias. Pero seras perdonado. La muerte es la vida».
Las antorchas se apagaron, quería vivir, pero el resto de su cuerpo se lo negaba. Cerro los ojos un momento.
Uno infinito.