Es común que las personas atraviesen un cambio de personalidad luego de trauma cerebral

—¿No es la mejor manera de morir, o sí?

Alcé la mirada y vi a un hombre vestido enteramente de negro, recargándose contra un árbol. Se estaba rascando su espalda con una guadaña larga y de apariencia sencilla, y sus ojos eran de un carmesí profundo.

—¿Eres… el Diablo? —pregunté, desconcertado.

—¿El qué? Anda —Ahogó una risa—. Soy la Parca. Un gusto en conocerte.

—¿Estoy… muerto?

Mis ojos se regresaron hacia el suelo, y por primera vez me di cuenta de que estaba flotando. Debajo de nosotros había un accidente vehicular, y un cuerpo magullado se estaba reclinando en la ventana. Reconocí el reloj que había sobrevivido el choque; era el Rolex que mi papá me había dado para mi cumpleaños dieciocho. Seguía funcionando, despreocupado ante los eventos que habían transpirado.

La Parca se encogió de hombros.

—No lo sé. ¿Quieres vivir?

—¡¿Qué?! ¡¿No estás aquí para llevarme a la vida después de la muerte?!

Se rio de nuevo.

—Tienes una elección. Puedes regresar a tu cuerpo y continuar tu vida como un inválido, sufriendo de convulsiones ocasionales. Entiendo que tienes una familia a la cual proveer, y ellos estarán bastante desconsolados por tu fallecimiento. No debiste haber tomado ese último trago de whisky.

La Parca se detuvo un segundo, y una emoción de curiosidad destelló en sus ojos rojos.

—Si quieres vivir, lo único que necesitas hacer es recostarte sobre tu cuerpo. Si quieres venir conmigo, toma mi mano.

Contemplé su mano extendida y suspiré. Siempre me había dicho a mí mismo que preferiría estar muerto a ser inválido. También sería financieramente responsable de mi familia, y no éramos para nada adinerados. Conforme sus dedos se enroscaron en los míos, un movimiento por debajo atrapó mi mirada.

—¿Qué está sucediendo? —demandé—. ¡Dije que no quería vivir como un inválido!

—No quisiste —reafirmó la Parca—. Pero a otra persona no le importó.

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