Esta si que no la pasaría por alto… Desde hacía más de dos años que había estado aguantando todas sus estupideces, lágrimas malditas habían corrido por mis mejillas irritadas de la vergüenza. Algo andaba mal…
A inicios de este año pensaba que simplemente dejaría a un lado los viejos rencores y terminaríamos siendo las compañeras que jamás habíamos sido pero la última cosa que había sucedido había sido el detonante para tomar una decisión definitiva.
Varias veces había ignorado mis palabras, mis intentos de armonía. En poco tiempo lo había entendido, ella me odiaba sí que me odiaba y es más con el tiempo se había ganado mi odio. Siempre pensaba en sí misma, y en nadie más que ella. Tenía lo necesario para hablar mal de la gente, caracterizando lo malo de ella misma guardado en los demás.
El tiempo había pasado lentamente, y simplemente pensaba que había estado dejando aquel rencor atrás… No había sentido en mucho tiempo lo último que me había hecho. Sentía una combinación de rabia y odio, las lágrimas habían caído después de estar guardadas por mucho tiempo. Me había alejado un poco de la multitud y las había dejado brotar con dolor. Me preguntaba por qué lloraba, no tenía por qué hacerlo. La compasión que sentía por mi misma me incitaba a imaginar cosas horrorosas, tenía como palabra clave venganza, me lo repetía mientras trataba de ocultar mis dolorosas lágrimas…
Hoy por fin me había dado cuenta que ella quería guerra, sí que la quería. Y por si fuera poco, muy pronto yo se la daría.
Había pensado vagamente en qué haría para deshacerme de ella… ya la paciencia se me había agotado, y peor aún al haberme dejado mal parada frente a todos… No iba a aguantarla más, si que no lo haría… Es más, una grandiosa pero macabra idea había surgido en mi cabeza en cuestión de poquísimos segundos, y había jurado ejecutarla sea cual sea el precio. Estaba dispuesta a hacerlo y no pararía hasta cumplirla, necesitaba una lección de una vez por todas.
Esa noche esperé a que todos en casa se durmieran, y en mi pequeño bolso metí un cuchillo que había estado abandonado en el desván por un buen tiempo. Salí por la puerta trasera y me dirigí a su maldito hogar. Lo conocía perfectamente, la había estado observando ya por un buen tiempo en aquellos años de 3ro de secundaria. Esa noche no habría nadie en su casa, sus padres salían todos los viernes y la dejaban abandonada como una rata de alcantarilla.
Esa noche entré sigilosamente y crucé la sala, todo estaba en orden hasta el momento. Subí las escalera con pasos pequeños y llegué a su habitación. Se encontraba con la puerta abierta leyendo un pequeño libro de biología. La veía ahí con ese profundo odio y asco, debía largarse de una buena vez de mi vida, de una vez por todas de la vida de los demás. Me acerqué por detrás y saqué el cuchillo de la mochila intentado hacer el menor ruido posible. Le miré con una cierta excitación y le dí la primera puñalada en la espalda. La miré a los ojos, estos estaban abiertos como dos platos gigantes, quería verla sufrir, gritar y pedir por su vida. Quería que se arrepintiera de todo lo que me había hecho sentir, pero ya era muy tarde. No la dejaría vivir más, sí que no lo permitiría. La lanzé al suelo, y las puñaladas empezaron a surgir sin un control íntimo. Sentía el poder en mis manos, aquel regocijo que me provocaba verla en aquel estado. La sangre salpicaba al suelo, y todo se veía cubierto de aquel color rojo muerte, aquel color que había estado esperando ver ya desde hacía tiempo. Veía como aquel asqueroso rostro pedía a gritos que le soltase, que le perdonase.
Pero era muy tarde, sí que lo era…
2 comentarios
En pokas palabras… ta wena xD
Buenecilla ehh … me gusto lo del rojo muerte jeje