En la neblina no hay nada a lo que temer, al menos nada que puedas ver…
Me siguen, escucho sus pasos, su respiración, ¿Es esa su respiración? Hablan entre sí, no distingo voces, arrastran las palabras y hablan en un idioma que no comprendo, o tal vez no alcanzo a escuchar. No quiero voltear, el miedo me posee, los siento demasiado cerca, me observan, un frío húmedo recorre mi cuerpo, seguido de un escalofrío. Debe ser mi imaginación, pero podría jurar haber visto una sombra a mi lado, la neblina cubre las calles de esta ciudad despoblada, dicen mi nombre, suena divertido, esbozo una sonrisa, de repente ya no oigo sus susurros. Me paro en seco, siguen ahí, escucho su respiración mezclada con la mía, mi cabeza está por estallar, ¿qué se supone que debería hacer? Miro a mis alrededores buscando una salida, no podía ver nada a 100 metros. Comienzo a correr sin un destino, pero con un objetivo fijo en mi cabeza: escapar. Siento como mi cuerpo cae, mi mente queda en blanco de a poco, no estoy segura si esto es real, pero no es tan malo después de todo. Intento hacer movimientos suaves, delicados, no puedo, acabo de percatarme que tampoco puedo ver, tal vez, mis ojos estén cerrados, ¿qué importa? No puedo mover un músculo, me desespero, ya no los oigo, ¿se fueron al fin? Siento como mi cuerpo cae, veía a mi mamá de nuevo, a mis hermanos, mi vida pasaba frente a mis ojos. ¿Sabría mi mente que ese era mi fin?