Jorge, un violinista único, era un virtuoso en el instrumento, nunca cometía un error a la hora de los conciertos. El público quedaba sorprendido al verlo, algunos incluso lloraban, era un show sorprendente.
Cuando tocaba a dúo con su novia Marcela, pianista, era una obra maestra, era como si su amor se viera reflejado en cada nota que ellos entonaban.
Su academia de música decidió dar un premio solo para el mejor, el que ganara viajaría a Europa para dar un concierto junto a los mejores directores. Ellos serían los únicos competidores en este gran concurso.
Ambos anhelaban ese viaje, pero Jorge lo deseaba con toda pasión, no dormía por pensar en cómo ganar el premio. Para obtenerlo sólo debían ir a una presentación ante un jurado de seis personas; con sus habilidades no sería difícil sorprenderlos. Marcela ensayaba día y noche, a cada momento que tuviera libre. Jorge sólo se sentaba en el sillón, tomándose la cabeza y moviendo los pies debido al nerviosismo.
Y así transcurrieron dos semanas, preparándose, ella practicando y él sentado, pensando, todo el día pensando.
Llegó el día de la audición, Jorge sería el primero. Sin duda alguna, una presentación impecable, ningún solo error. Interpretó una pieza de treinta minutos, no había cómo detenerlo cuando tomaba su violín, el jurado quedó con la boca abierta, su nivel era sorprendente. Pero aún quedaba una participante, su novia Marcela.
Mas pasaron las horas y Marcela nunca llegó, motivo por el cual nombraron como ganador a Jorge, quien no podía creer lo ocurrido. Entre lágrimas aceptó su premio y se fue a su hogar a preparar sus cosas; mañana a primera hora se saldría al primer país que recorrería, Francia.
Llegó al aeropuerto con su maleta y su violín, todo fue muy rápido, entregó sus maletas y en sólo diez minutos el avión ya se preparaba para partir. Sentado al lado de la ventanilla del avión, viendo las nubes, decidió tomar sus audífonos y escuchar música para dormir, sonaba una dulce melodía de Sebastián Bach interpretada en piano.
Luego de unas cuantas horas de viaje ya había llegado a París. Le sorprendía cada cosa que veía, para él eso era un sueño cumplido. Se dirigió al hotel para poder descansar y llegó lo más rápido que pudo, se sacó los zapatos y se acostó rápidamente. Llevaba treinta minutos tratando de dormir, fue cuando del otro piso se comenzó a escuchar un piano que interpretaba la misma melodía de Bach que él venía escuchando en el avión.
Molesto, abandonó su cuarto y fue a encarar a la persona del piso de arriba; pero llegó al piso superior y ya no escuchaba el piano. Se dirigió a la puerta, golpeó y golpeó. Nadie salió, fue una situación extraña.
Volvió a su cuarto, se volvió a acostar y trató nuevamente de dormir mientras escuchaba una vez más ese piano, ese maldito piano.
Llegó el día de su primera presentación, daría un show como solista, por lo que había pedido el teatro para poder practicar unas horas antes. Tomó un taxi para llegar puntualmente, no se demoró más de diez minutos en llegar. Tomó su violín y entró al teatro, ese lugar en donde se habían presentado todos sus ídolos.
Fue a los camerinos y se puso su terno, su corbata y los pantalones nuevos que había comprado; nunca se había visto tan elegante, pero su rostro, su rostro que delataba que no había dormido en días, le quitaba el resplandor que lucía con aquel traje.
Con su violín en mano, se dirigió a los grandes pasillos del teatro hasta que llegó al escenario. Se dio el lujo de admirar aquel gran lugar totalmente vacío. Atrás de él, las sillas del resto de los músicos, y a la esquina del escenario, un piano, un solitario piano.
Tomó su violín y se preparó para ensayar, comenzó a interpretar la misma obra que lo hizo clasificar y ganar ese premio de estar en París. Llevaba 15 minutos tocando cuando el piano empezó a sonar.
Él seguía tocando, trataba de ignorarlo, pero el piano seguía sonando, cada vez más fuerte. Se dio la vuelta, sin parar de tocar su violín. Estaba frente a frente con el piano, casi como desafiándolo, mientras tocaba más fuerte su violín, queriendo tocar más fuerte que el piano, pero éste sonaba cada vez más y no podía sacarse su sonido de la cabeza.
Debido a la fuerza con la que tocaba se rompió una de las cuerdas del violín; esto lo enfadó demasiado, arrojó el instrumento con toda su furia hacia el piano, y le gritó, «¡Deja de torturarme, no fue mi culpa, fue la tuya! ¡No quise hacerlo!».
Corrió hacia la salida de emergencia y encontró un hacha, se subió en el piano y comenzó a destruirlo, hachazo por hachazo, cada uno con más furia. Veía la sangre que salía del piano, veía cómo todo el teatro se manchaba con aquella, pero el piano no dejaba de sonar, esa sinfonía lo estaba atormentando, le llegaba a lo más profundo de su corazón. Esa fue melodía la que practicaba su novia, esa fue la melodía que estaba tocando aquella tarde, esa fue la melodía que tocaba cuando entró a su habitación con un hacha y la mató mientras ella tocaba en el piano. «¡Basta Marcela!», gritó, y el ruido acabó y la sangre del teatro desapareció.
Llegó la hora de la presentación, el teatro estaba lleno, toda la gente quería ver a aquel violinista que ganó tal concurso. Se abría el telón y la gente se puso de pie, mas no aplaudió. La gente gritó al ver al violinista ahorcado de una viga, y al piano destrozado.
5 comentarios
Nice.
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wooo me puso la piel de gallina muy buena
El final era predecible…Igual me gusto 4/5
supuse que el violinista mataría a la pianista al decir que ella nunca llego. Pero aun así buena historia.