El maldito punto blanco

Les parecerá que estoy loco, a todos les pareció en ese entonces, y les sigue pareciendo, tal vez lo este, me gustaría creerlo pero sé que no estoy loco y que los horrores que vi esa noche son reales.

Todo empezó cuando tenia 15 años y desde una amplia ventana que tengo junto a mi cama en mi habitación en el ático de mi casa de dos pisos vi —y sentí de alguna forma que no puedo explicar— por primera vez ese endiablado punto blanco en el cielo. Era o al menos aparentaba ser una estrella, pero cuando yo la vi y ella me vio —y yo la sentí y ella me sintió— supe que era otra cosa, una cosa que me veía y me odiaba sin ninguna razón, y que inexplicablemente yo de inmediato también empecé a odiar sin ninguna razón —tal vez eso es lo que todo el mundo haría si supiera que una estrella los odia—, como fuese me fui a dormir y por la excelente vista del cielo abierto hacia mi cama sentí como toda la noche la estrella me vio —y me odio— sobre mi hombro, esa noche casi no pude dormir.

Al día siguiente les conté a mis amigos, como una estrella siempre me veía —y me odiaba— y lo mucho que yo odiaba que hiciera eso, sus burlas solo contribuyeron a que me sintiera loco y estúpido por haber pensado eso la noche anterior, casi podría decirse que me ayudaron a despejar mi mente hasta que anocheció y me fui a dormir, la puta estrella seguía viéndome —y odiándome—, esa noche dormí incluso menos que la anterior, mis padres como buenos padres que son me preguntaron que me pasaba pero yo decidí no acudir a ellos —tal vez no era nada— y así evitar que ellos también me creyeran loco y estúpido, así que solo respondí: Nada, no pude dormir muy bien.

La tercera noche fue igual de mala que la anterior, adicionándole una mini jaqueca, me decidí a contarle a alguien mas y en la mañana se lo conté al maestro este solo carcajeo un poco y me mando a mi puesto, pensé que fue una perdida de tiempo hasta que me llamaron por el altavoz para que hablara con el psicólogo escolar, le conté lo que me pasaba pero solo me creyó loco o estúpido, tenia razón, fue una perdida de tiempo.

La cuarta noche decidí hacer algo, moví mi cama lo mas lejos posible de la ventana, nada en el cielo podría verme desde donde seria ahora el lugar donde dormiría, llegado el momento de dormir puse mi cabeza en mi almohada y de inmediato lo supe, la estrella no podía verme pero estaba ahí —y me odiaba—, esto la molesto aun mas y mi jaqueca y mi sentimiento de ser observado —y odiado— creció aun mas, como mi odio por la puta estrella. Corrí hacia la ventana y la abrí de un golpe, luego grite en medio de la noche, a cuatro vientos, los mas alto que pude los insultos mas horrendos que se le pudieron haber ocurrido a mi corroída mente, todos los insultos dirigidos a la maldita estrella, mis padres entraron corriendo a la habitación, aun exaltado les conté, les conté como en cielo había una estrella que me veía —y me odiaba—, y no tenia miedo a que creyeran que estaba loco o que era estúpido, en ese momento estaba seguro de que estaba loco y era estúpido, luego me di cuenta que no lo estaba y no lo era.

La quinta noche, cuando se suponía que durmiera mientras mis padres discutían si internarme a un psiquiátrico o llevarme a un psicólogo vi —y odie— una vez mas la dichosa estrella, todo estaba en silencio, solo nos veíamos —y nos odiábamos— el uno al otro en total silencio y sin emitir ningún sonido, cambio o advertencia la blanca estrella se desplomo no muy rápida, ni muy lentamente de manera vertical al suelo, aun todo seguía en silencio, como si un cuerpo celeste —o lo que sea una estrella— no se hubiera desplomado a la tierra. Ya no podía verla y la estrella no podía verme —pero aun me odiaba, mas fuerte que nunca— pero sabia que estaba ahí, a unos metros de separación de mi, abrí la ventana y descendí cuidadosamente por la parte trasera de la casa, rodee los columpios en los que hace unos años jugaba tranquilamente y trepe la cerca de metro y medio que nos separaba de los vecinos, surque los oscuros jardines, llenos de diabólicas figuras de porcelana, hasta que llegue al bosque.

Al entrar en el bosque podía sentir como la estrella podía verme —y su odio crecía cada vez que me acercaba mas y mas a ella—, luego vi su blanco resplandor y corrí hasta topármela, no fue nunca como me hubiera imaginado una estrella, era solo un orbe blanco, brillando y flotando en el aire, podía sentir la respiración de la estrella, sus jadeos —su odio—, antes de poder hacer algo mas que contemplarla pasmado, la estrella me segó con su gran brillo por al menos un minuto, luego ya no estaba y no volvimos a vernos —pero aun nos seguimos odiando—.

Durante un minuto pude ver lo que hay más allá de nuestro mundo. Horribles criaturas habitan el mas allá del cosmos, cada una mas grande y malvada que la otra, con un odio que ni una infinita cantidad de estrellas podrían reunir, y un poder infinito para destruir y causar sufrimiento. Cuando ves algo así, tan cerca como yo lo vi, te das cuenta que tu vida ni la de ningún otro vale, y que seria mejor estar loco o ser estúpido.

Mi ojo interno.

Héctor Márquez

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