Eran más de las doce de la noche y todavía me faltaba un poco para llegar a mi destino. La chica que había recogido hace unas horas estaba dormida en el asiento a mi lado. Era una autoestopista. No podía dejar sola a una adolescente a la mitad de la noche bajo esa lluvia torrencial; tenía que llevarla. Se vio feliz de que alguien por fin le diera un aventón.
No sabía su nombre real, solo que sus amigos le decían «Pen». Se veía tan tranquila, tan serena. Su cabello marrón oscurecía la mitad de su bello rostro y sus labios formaban una sonrisa casi imperceptible. Debía de estar teniendo un sueño agradable.
Traté de recordar el último sueño que yo había tenido, pero no pude. Luego, lo sentí: esa sensación que no había experimentado desde hace mucho tiempo. Un sentimiento terrible, repugnante. Me volteé hacia la chica con la esperanza de que su sonrisa me ayudase a deshacerme de ello para no tener que ceder una vez más al demonio en mi interior. Pero podía sentirlo pujar, desesperado por salir.
No quería hacerlo. No podía. Necesitaba sacar a la chica de mi auto, aunque eso me tomaría demasiado tiempo. Estaba por suceder.
Opuse resistencia, riñendo una batalla interna. Pero… no. No pude someterlo. Ocurrió: dejé escapar el pedo más feroz que me había tirado jamás. Fue legendario. El tipo de cosas que los niños le relatarían a sus contrapartes más jóvenes para aterrarlos.
Volteé, renuente, para ver si la bestia que había evacuado mi cuerpo despertó a la chica. No lo hizo, pero la sonrisa se había ido, y ahora parecía que estaba teniendo pesadillas.
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4 comentarios
JAJAJAJAJA C MAMO
JAJJAJDJAISDJQWJDUASJDA CSM
Nmms jajaja alch pensé que se iba a comer a la chava
alaverga