El caso de Samantha O’Royal

«-¿Dónde estaba antes de ser encontrado en el edificio?
-Estaba en mi casa, con Zack…
-¿Su hijo?
-Joder, ¿va a seguir interrumpiéndome cada cinco minutos o quiere dejar que termine? Sí, es mi hijo mejor. Anne y yo tenemos custodia compartida. Zack y yo fuimos al zoológico ese día, luego al parque y a eso de las tres de la tarde me rogó para que lo llevara a la biblioteca, porque iban a leer el libro ‘Curious George‘. ¿Sabe? Es su libro favorito. Sólo tiene seis años, así que le encanta jugar en el parque a que es un mono. Le dije que estaba muy cansado, que podíamos ir a casa y yo le leería el libro mientras comíamos algo. Pero insistió el ir a la biblioteca, quería ver si encontraba a un amigo suyo que conoció allí.
>>Acepté y lo llevé a la biblioteca como quería. Cuando llegamos corrió al sitio donde había varios niños reunidos al rededor de una chica, una adolescente.
-¿Samantha  O’Royal?
-Ya le dije que no sé su nombre. ¿Me deja continuar?
>> La chica empezó a leer. Miraba a los niños con dulzura, se reía con ellos y hacía las voces de los personajes. Yo la escuché por un rato, pero luego me llamó la atención que en un estante había un ejemplar original del libro ‘The wonderful wizard of Oz’. Estaba seguro de que lo era, una de las copias del libro publicado en 1900 por la George M. Hill Company. Tenía la misma imagen de las primeras ediciones del libro, tenía que ser original.
>>»¿Qué hace este tesoro en una biblioteca pública?», pensé. Algo tan valioso no debía estar al alcance de cientos de niños que podrían ensuciarlo o dañarlo. Quería leerlo de nuevo ya que, pese a ser mi libro favorito, no lo había leído en más de veinte años.
-¿Por qué no lo había leído?
-¿Acaso quiere que me calle? ¿Por eso me interrumpe aunque le pida que no lo haga?
-Bien, prosiga.
-Comencé a leerlo. Lo tenía en mis manos y se sentía maravillosa la tapa algo gastada contra mis dedos. Sabía que tendría tiendo de sobra para leerlo todo, ya que soy rápido en la lectura e igual mi hijo se quedaría escuchando varios libros de Curious George.
>>Lo leí con agilidad, la verdad me sorprendió cómo lo leí tan rápido. Creo que hasta pude haberme saltado varias páginas de forma inconsciente, porque de alguna forma estaba desesperado por leer el final en el que el Mago de Oz les da a todos, excepto a Dorothy, sustitutos inútiles de lo que pidieron.
>>Entonces llegué al final. Al momento  que leí la frase «No hay lugar como el hogar», por alguna razón, recordé otro libro que adoraba, pero no había leído en mucho tiempo, tanto que ni recordaba la última vez que lo leí. ‘Alice in Wonderland‘. Fue mi libro favorito de la niñez antes de que leyera por primera vez The wonderful wizard of Oz. Apenas terminé el libro, después de la celebre frase de Dorothy de «No hay lugar como el hogar», fui a buscar el libro de Alice in Wonderland.Noté que había tardado muy poco en leer el otro libro, me pareció extraño porque según el reloj sólo me había tardado una hora. No me interesó pensar en ello, lo acredité de nuevo a que me saltaba páginas y por el recuerdo del libro creía haberlo leído por completo.
>>Leí el libro en tiempo record, o eso creo, porque recuerdo haberlo leído todo pero no estoy del todo seguro.
-¿Qué es lo siguiente que recuerda?
-La sangre goteando sobre mi rostro, la que me despertó. ¿Me había desmayado? ¿Me había quedado dormido? No entendía bien lo que sucedía. No sabía dónde estaba, ni cómo había llegado allí, ni por qué estaba allí.
>>Sobre mí, el cuerpo amarrado al techo de una jovencita. Estaba colgando del techo, al revés, así que su rostro quedaba a unos centímetros del mío. Tenía los ojos y la boca abiertos. Sus ojos eran azules, pero los tenía inyectados en sangre. Su boca goteaba sangre. Su rostro de adolescente, antes tan perfectamente hermoso, estaba deformado por un corte de oreja a oreja, una «sonrisa». Acababa de notar un largo y profundo corte en su cuello.
>>No pude gritar, me quedé mudo. Estaba aterrado con los ojos de esa chica muerta clavados en los míos. Quizás estuve veinte minutos allí recostado cuando por fin pude levantarme. Su cuerpo estaba amarrado por una gruesa cuerda roja, estaba desnuda y sus brazos también estaban atados, quizás para evitar que opusiera resistencia de cualquier tipo.
>>Contemplé la escena unos minutos…
-¿Fue allí cuando vio la Instamatic?
-Sí. En ese momento vi una cámara Instamatic sobre la mesa de noche. Dudé sobre qué hacer, pero tras unos momentos estuve seguro. Era una escena extremadamente perfecta, no importaba cómo hubiera llegado allí, pero era perfecta. Entonces tomé la Instamatic y le hice algunas fotografías.
-¿Qué hizo después?
-¿Usted no se cansa de hacer preguntas? En toda nuestra conversación, si a esto se le puede llamar así, todas las veces que me ha hablado, a excepción de una, han sido para preguntarme algo.¿Cómo soporta preguntar hasta el punto de parecer un imbécil, incluso si así lo exige su trabajo?
-Bien, no estoy preguntándole nada en este momento.
-Por un milagro, será…
-Continúe,  y si no es mucha molestia conteste mi pregunta. .
-Después de eso me fijé en los agujeros de bala. Por alguna razón llamaron mi atención. Finalmente no me contuve. Grité como una niñita y me di cuenta de que se trataba de la misma chica que le había leído esa tarde a mi hijo en la biblioteca. Alguien llamó a la policía luego de eso. Después me mostraron el vídeo. No sé de dónde sacaron esa basura, no hice nada de eso.
-Dígalo como el frívolo hombre que es. Sólo dígalo. ¿No quisieras decir «Cortenle la cabeza» y terminar con todo? ¿Ya ve? Se está riendo.
-Seguí a la chica y en un callejón la llevé a un edificio que parecía abandonado, pero en realidad allí vivían vagabundos y adictos. Igual ninguno debió notarlo, si fue así no podrían haber llamado por falta de dinero o por estar tan drogados como para creer que si se lanzaban del edificio volarían al cielo. Entonces violé a la chica en una habitación vacía, excepto por una cuerda. Agarré la cuerda y la usé para atarla al techo, de una especie de gancho que había allí, y de forma que la lastimara. Sí la lastimaba, estaba llorando y chillando pero le había tapado la boca, así que no podía gritar. Pero sus ojos ya estaban rojos por sus lágrimas. La sodomicé con un pedazo de metal que había en el suelo y que antes calenté en una fogata improvisada que hice en la bañera del baño con pedazos de papel y libros viejos que encontré en la habitación. Chillaba tan fuerte que casi era como si gritara de dolor. Liego recogí una vela del piso, ella estaba atada boca abajo así que no vio venir eso. Encendí la vela y dejaba que la cera derretida le cayera sobre la piel. Después agarré un pedazo sobrante de cuerda y se lo até al cuello, la jalé muy fuerte por unos momentos, hasta que los ojos se le enrojecieron más por la presión que hacía con la cuerda. Le solté la cuerda luego de un par de veces de ahorcarla y al cabo de un rato le quemé la espalda y los dedos de los pies con un encendedor. Le clavé unos clavos que arranqué del piso en la espalda. Le rompí una botella de Vodka que tenía yo mismo en una mochila, contra su torso, y luego la acuchillé con la misma botella, pero no mucho porque la quería dejar viva. Luego tomé un pedazo de vidrio quebrado y le dibujé una «sonrisa» con esta en el rostro, a la cual le pasé dos veces una llama para asegurarme de que estaba sintiendo. Le hice un corte en el cuello no muy profundo. Finalmente le disparé con un arma que había traído conmigo, e hice el corte de su cuello más hondo. Me dormí junto a su cadáver colgante, seguro me debí mover durante mi sueño y por eso desperté justo bajo su rostro. El resto, bueno, usted ya lo sabe. Debe darme méritos por resumir a tan poco una tortura de ocho horas consecutivas.
-No hay lugar como el hogar.¿Ves cómo sales del trance?
-Son unos enfermos, no entiendo como fueron capaces de mostrarme un vídeo con tan horrendas atrocidades. Ya les dije que no fui yo, no lo hice. Tomé las fotos porque me gusta el surrealismo pero no hice algo tan vomitivo. ¿Por qué se está riendo?

No sé si se entienden dos cosas: es una declaración policial y el tipo está controlado mentalmente con un trastorno de identidad disociativo, por eso cuando le dijeron las frases de los libros su personalidad cambió bruscamente y por eso no recuerda no que hizo. Pero me divirtió escribir la "confesión sádica detallista".

thevirginsuicide

Please wait...

4 comentarios

A ver, para los que no han entendido la historia, yo se la resumo:

-El policía o presuntamente policía hipnotizó al hombre para que cometiera el crimen (o para que lo confesase) para ello usa dos frases: “Cortenle la cabeza”, la cual la usa para que el hombre quede en trance y según creo yo, a su merced; «No hay lugar como el hogar» para que salga de él.

La gracia está en que la primera frase es propia del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, mientras que la segunda es del Mago de Oz, ambos libros que el protagonista recuerda haber leído en la biblioteca antes de supuestamente perpetuar el crimen.

¿Quieres dejar un comentario?

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.