Diario personal.

15/JUL/2011

Últimamente me ha estado acosando ese recuerdo que odio con todo mi ser. Es decir, siempre lo he tenido presente pero no tanto como ahora.

Era 1991, yo apenas tenía 16 años, era bastante joven como para presenciar lo que viví esa noche…

Eran las 10:00 de la noche y yo me encontraba caminando con mi amiga, Vanessa,  por las calles del vecindario, así como lo hacíamos todos los viernes por la noche para conversar sobre lo que hicimos en la semana y entre otras cosas que nos podían entretener. Ella vivía en Puebla y todos los fines de semana venía para visitar a su padre que no vivía con ella. Aprovechando su estancia ella pasaba a visitarme todos los viernes, eso si llegaba temprano, a veces venía los sábados. Yo la conocí en primaria; es mi amiga de toda la vida y la aprecio mucho. Y estas caminatas las disfrutaba porque no tenía a nadie más con quién compartir mis experiencias.

Las calles estaban solitarias y muy calladas…

Mientras conversábamos nos sorprendió un apagón que dejó a oscuras nuestro camino. Un mal presentimiento me corría por mi espalda.

-Vanessa, creo que mejor regresamos, no me siento muy seguro-

-No pasará nada, sigamos. En un ratito regresarán las luces, ya verás- Dijo Vanessa muy calmada. Yo le creí y sus palabras me calmaron un poco. Caminamos un rato más hasta que dieron las 10:30 de la noche. Al ver que la luz no regresaba decidimos dar la vuelta y retornar a mi casa. Una densa neblina comenzó a atravesarse en nuestro camino.

Me da mucho temor pensar en ese momento…

La neblina era tan fuerte que a penas y alcanzaba a ver mi mano frente a mi cara. La única forma de moverse era navegando por el suelo. No podía ver lo que había a mi alrededor. De pronto me di cuenta que Vanessa ya no estaba a mi lado.

-¡Vanessa! No es gracioso- La había perdido completamente de vista y no sabía qué hacer. Me propuse encontrarla porque estaba seguro que no algo andaba mal. Me sentía observado por alguien. Era como tener los ojos de alguien prensados sobre ti durante un buen rato. Esa incomodidad sentía.

-¡Vanessa!- Grité otra vez. No hubo respuesta… De pronto una silueta se asomaba entre la neblina. Parecía un hombre alto y delgado; sus piernas parecían estar como invertidas… No sabría explicar. No quise averiguar quién era, me quede congelado en un lugar sin mover un pelo, sin decir nada. Supe que me estaba mirando porque del lugar donde debían de encontrarse sus ojos destello una luz amarilla. Como los ojos de un gato acechando en la oscuridad. La silueta se dio la vuelta y se fue. Muy lentamente comencé a retroceder sin hacer mucho ruido.

Con voz baja continué llamando a Vanessa pero no me respondía. El miedo y la adrenalina me recorrían por el cuerpo como el agua que fluye fuertemente por un río. Ni siquiera sabía en donde estaba; no sabía si estaba cerca de mi casa o si estaba completamente al otro lado de la ciudad. En eso me topé con un árbol en mi camino; decidí descansar un poco. Miré mi reloj y eran ya las 3:00 de la madrugada. Me parecía rarísimo porque hasta hace poco eran las 10:30 de la noche. En fin, ese no era mi mayor problema.

Estaba recargado sobre el árbol descansando y pensando que hacer. Lo primero que se me vino a la mente era esperar a que la neblina pasara y así buscar mejor a Vanessa. De pronto arriba de mí, en el árbol, se escucharon las ramas crujir y las hojas cayeron sobre mi nuca. Algo se azotó con fuerza a mi lado y quedó colgando en el aire. Lo primero que pensé fue que era un saco o una bolsa, o no sé. Algo, pero nunca me imaginé que fuera lo que realmente era.

Lo que vi me ocasiono nauseas muy fuertes en mi estómago. Era la silueta de una mujer colgando de una soga amarrada a la rama del árbol. Al acercarme para ver mejor me di cuenta que era sin duda alguna mi mejor amiga Vanessa. Colgaba de esa soga con el cuello sangrando y los ojos bien abiertos y pálidos, mirándome fijamente. Sus pies convulsionaban como si tuvieran escalofríos. Mis ojos no pudieron soportar esa imagen y caí sin fuerzas al suelo, golpeándome la cabeza.

Antes de desmayarme la misma silueta que había visto hace rato se posó junto al cadáver de Vanessa. En ese momento perdí la conciencia.

A la mañana siguiente desperté en mi cama, bajo el techo de mi cuarto. Estaba convencido de que todo había sido una pesadilla horrible. Cuando bajé las escaleras de mi casa, mi madre me esperaba en la sala de estar junto con mi padre.

-André, tenemos una muy triste noticia, siéntate por favor.- Me senté y mi cuerpo se puso frío como el hielo.

-Me temo que Vanessa falleció anoche, después de que terminaron su caminata. Al parecer se suicidó aquí cerca. Lo sentimos mucho-

Fue ahí cuando supe que todo fue real. Pero era evidente que alguien me trajo hasta mi casa y no habían sido mis padres. No les quise decir nada de lo que había vivido anoche; me creerían loco y se decepcionarían mucho de mí.

Recuerdo esa noche como si hubiese sido ayer…

Creación propia

Rafael Millán

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3 comentarios

Nada mal, algunos arreglos al uso de ciertas palabra y estaríamos bien.
La historia es buena, la idea podría explotarse algo más eso si.
Faltó fuerza tambien en ciertos paraje, pero un buen trabajo en general.
4/5, gracias 😉

Hola! gracias por tu comentario, lo aprecio mucho… me puedes decir un ejemplo en el que se puede hacer ese arreglo a ciertas palabras que mencionaste?? Muchas gracias!

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