Deja vú

No abrí los ojos, pero era como tal. Recuerdo dolor, de pronto nada, el vacío. Y ahora delante de mi un pasillo con un montón de gente en fila. Parecen cansados. Miro más allá de las personas; todo es gris, gris oscuro, es triste.

Me pongo en la fila. Me miro como voy vestida: pantalones oscuros, unas Converse y una camiseta blanca. Imágenes sangrientas y dolorosas vienen a mi cabeza causándome una migraña. Alguien tose detrás de mi y me giro a mirarle. Es un chico. Aunque está demacrado y tiene una cicatriz en la mejilla, es guapo.

Le miro y sonríe. Tiene ojos verdes que le dan algo de color a este sitio. Dios como me alivia su sonrisa. Sonrío y me pregunto si estaré demacrada yo igual.

-Hola.- me dice con una voz suave que me deja en blanco, algo en ella es tan… ¿familiar?

-Hola.- digo saliendo de mi ensimismamiento.

-¿Cómo te llamas? Yo soy Leo.

-Llámame Ro.

-Un placer. ¿Qué te parece el lugar?

Miro de nuevo a mi alrededor, esta vez veo un poco más. Hay todo tipo de gente, desde ancianos que esperan pacientemente hasta personas abiertas en canal. Todos esperando, cansados, pero avanzando lentamente en la fila que no tiene fin.

-No lo sé, no lo logro entender del todo. Sé que estoy muerta, pero no qué lugar es este.

-Supongo que aquí deciden si vas arriba o abajo.

-Mi madre siempre ha creído que se iba directo a uno de esos lugares.

-Seguro sacaste esos ojos azules de tu madre.

-Pues la verdad es que si. ¿Eres adivino, Leo?

-Soy… una vergüenza para mi madre. Era cristiana, y yo me he desviado totalmente del camino de Dios.

-Vaya…

Y así pasamos horas, semanas. Diría que todo el tiempo que he estado en la fila hasta podrían haber sido meses. Ya veo una puerta, cada vez me acerco más a ella. No quiero acercarme, quiero seguir hablando con Leo. Todo este tiempo ha sido mi compañero. Aún me pierdo en su voz tan familiar, me inquieta.

Me voy acercando más y le miro triste. Él sonríe.

-¿A qué se debe esa cara tan larga?

-Desde que morí has sido mi compañero en este limbo fuera del amparo de Dios y de las condenas del Diablo.

-Me echarás de menos.

Me acerco mucho a la puerta, soy la siguiente.

-Te echaré de menos.- reconozco.

-Seguramente no nos veamos de nuevo.

-¿Tan apartado de Dios estabas que crees que irás al infierno?

-Más aún de lo que crees.

-Tuviste entonces que matar a alguien- mi corazón se encoje, no se porqué-, no se me ocurre nada más.

-No soy libre de culpa.

-Yo nunca creí en Dios o en el Diablo pensé que al morir se descansaba, ahora estoy aquí y te echaré de menos.

Siento como debo entrar por la puerta. Me atrae como un imán a otro. Debo despedirme.

-Me tengo que ir.

-Lo sé, si veo en el infierno a mi compañero le preguntaré que hizo con tu familia.

Y sé de que conozco esa voz, no le reconocí este tiempo porque cuando le conocí llevaba un pasamontañas, pero es muy tarde para gritarle cuanto le odio, soy atraída por la fuerza de la puerta, del limbo, de la ley de ese lugar. Y no le vuelvo a ver.

Creación propia

Rosyh

Please wait...

2 comentarios

Responder a Sarah NazarethCancelar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.