Cascabel

Era una noche como cualquier otra, aún la recuerdo muy bien.
la luna brillaba como una gota de plata, suspendida en el cielo nocturno. Rodeada de implacables nubes que amenazaban con la tormenta mas fuerte que jamás había sacudido el lúgubre y misterioso pueblo de Ravencroft.
De lejos llegaba el olor tan familiar a tierra y hierba mojada previniendo la llegada de la lluvia.
Ni un alma vagaba por las calles, grises, deshabitadas, muertas.
Todos le temían a el, que venía con la lluvia… Con la lluvia venía.
Nadie sabe cuando apareció por primera vez, quizás siempre estuvo con ellos y no lo sabían.
Nadie decía su nombre, nadie sabía nada de el. Solo que venía cada vez que el cielo se teñía del color oscuro de la sangre podrida y en él, los blancos destellos de los relámpagos amenazaban con quemar toda la  tierra.
Cuando el viento silbaba entre los  resquicios de las ventanas y puertas y agitaba los árboles con violencia, El, respondía al llamado.
a las doce en punto, siempre a la misma hora, a la misma y maldita hora el se presentaba, puntual.
El viento se detenía de un momento a otro, junto con la lluvia y los relámpagos.
Aparecía arrastrándose por las calles del pueblo, sin rumbo pero hambriento.
una vez lo ví… Sí, lo recuerdo… lo recuerdo.
Estaba arrodillado en el suelo de mi habitación, solo y rezando todas las oraciones que me sabía. Con las luces de toda la casa apagadas las sombras del exterior me torturaban bailando en mi ventana y el más mínimo ruido apuñalaba mis sentidos con la precisión de un asesino en serie, acostumbrado a  cortar donde mas duele.
Era una sensación muy similar para los tristes y uraños habitantes de Ravencroft.
De pronto lo escuché… sí, primero lo escuché… ese inconfundible arrastrar de pasos, un cuerpo que caía en el asfalto como una bolsa de basura y se volvía a levantar pesadamente para seguir arrastrando los pies, siguiendo ningún camino.
Siempre llevaba un cascabel colgado del cuello, lo que indicaba cuando estaba cerca. Tintineo… tintineo… insoportable tortura que se asemejaba al llanto de mil almas siendo desgarradas en un calabozo del abismo.
Maldigo la curiosidad que me obligó a correr tan solo dos centímetros de la cortina que cubría mi ventana.
La palidez mortuoria de la luna entró débilmente por mi ventana. Y lo ví…
vestía una larga túnica blanca, el negro y enmarañado cabello le llegaba hasta poco más abajo de los hombros y caminaba con una sonrisa siniestra en el rostro.
Sus labios eran finos, tan finos que casi no tenían color y en su sonreír diabólico se podía ver una deforme hilera de blancos y puntiagudos dientes.
De la nariz solo quedaban los hoyos en su cara y la oscura profundidad de sus ojos era infinita. Aveces se detenía un momento y comenzaba a sollozar por lo bajo mientras gruesas gotas de sangre fluían de sus cuencas. Otras veces caminaba frotando sus pálidas y esqueléticas manos… una por encima de la otra… una por encima de la otra.
Algo me obligaba a contemplar esa alma o lo que fuere, condenada a vagar entre este mundo y el otro alimentándose de la tierna carne de los niños del pueblo de tan solo diez primaveras.
Cuando de repente, de alguna manera, me vió.
se detuvo en seco en su peregrinación sin rumbo y lentamente torció el cuello de manera inhumana hacia donde estaba yo.
En el fondo de las cuencas vacías de sus ojos, muy en el fondo, se encendieron dos pequeñas lucecillas rojas como dos luciérnagas de sangre.
Supe entonces que el elegido esa noche era yo.
Lentamente se arrastró hasta mi puerta, con la paz que solo los muertos tienen.
ahora sonreía con más fuerza, tanto que las comisuras le sangraban y la sangre que salía de sus cuencas resbalaba por sus esqueléticas mejillas y caía al suelo.
El corazón luchaba para salir de mi pecho y darme una muerte rápida, sabía que no importaba cuanto gritara, cuanto llorara o suplicara por mi vida, el no se detendría y nadie me ayudaría.
Jamás lo hicieron por los otros tantos desgraciados. ¿Por qué arriesgarse por mí?
Cerré la puerta de mi habitación, corrí las cortinas y me escondí debajo de la cama conteniendo el llanto. El niño dentro de mí que quería llorar y suplicar por su madre.
Diez segundos… veinte segundos… treinta segundos que a mi me parecieron horas y de alguna forma aquella cosa ahora retorcía la perilla de la puerta de mi habitación. Y al descubrir que no se abría la golpeó suavemente… tres veces golpeó y la puerta simplemente se abrió con un rechinido que se burlaba de mi muerte, tan próxima, tan horrible y violenta.
lentamente se arrastró hasta el pié de mi cama. El cascabel de su cuello tintineaba con jolgorio y la sangre manchaba el piso de madera.
De pronto asomó la mitad de la cara debajo de la cama, poniendo sus ojos vacíos frente a mí, aún con aquellas luces infernales brillando en la profunda oscuridad.

Lo único que recuerdo es que el amanecer no llegó hasta que cada centímetro de piel fue removido de mi cuerpo, hasta que mi rostro fué arrancado y devorado, mis pulmones inflados con sangre, mi cabello arrancado y mis uñas extirpadas a mordidas.
Esa noche mis alaridos se unieron al coro de almas torturadas que entonan cánticos de cruel sufrimiento por toda la eternidad.
Sin embargo, que mi tortura y muerte sean una advertencia para ti.
Aquella cosa que sumergió mi cuerpo en un infierno de dolor, no fué vista nunca más por el pequeño y lúgubre pueblo de Ravencroft…estoy seguro que anda buscando un nuevo hogar… hambriento como de costumbre.
Considérate advertido, cada vez que se aproxime una tormenta y los rayos combatan por el control del cielo, cada vez que el viento sacuda los árboles a su antojo y entone silbando su triste canción, estate atento amigo mío. Al escuchar el dulce tintinear de un cascabel ten cuidado, pues el anda cerca y está hambriento.
Pero como dije antes, Hay cosas que siempre están con nosotros sin que nos demos cuenta…

Creación Propia

Kuraca

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5 comentarios

La forma en la que redactas hace de esta historia algo sublime, sin duda embellece la narración, aunque el final me parece bastante cliché, además que no tiene mucho sentido advertirnos sobre aquella cosa, ya que se supone que solo aparece en ese pueblo.

dhost, lee bien el final: Sin embargo, que mi tortura y muerte sean una advertencia para ti.Aquella cosa que sumergió mi cuerpo en un infierno de dolor, no fué vista nunca más por el pequeño y lúgubre pueblo de Ravencroft…estoy seguro que anda buscando un nuevo hogar… hambriento como de costumbre.

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