Advertencia

Eran las 4 AM y Diego no lograba conciliar el sueño aún. Fue un día muy pesado para el, pues en la escuela le habían encargado martillar una puerta que el no había roto, pues según el, le habían empujado desde la fila de atrás, cosa que era mentira. Además Diego era un excelente jugador de futbol, por lo que todas las tardes salía después de almorzar al parque del colegio a jugar con sus amigos. Definitivamente su sueño era sagrado, más aun cuando el día le agota todas las energías.

Diego solo pensaba en que tenia que levantarse en la mañana temprano y prepararse su desayuno solo, ya que, para maravilla de un joven de 15 años, sus padres tuvieron un viaje imprevisto el día de ayer, por lo que lo dejaron cuidando la casa.

Aunque no todo era de maravilla, pues le advirtieron que si llegaban y veían la casa patas arriba, estaría castigado, y ahí estaba el truco, ellos nunca dijeron que día volverían, a lo que Diego no se arriesgaba y ordenaba la casa apenas algo se saliese de su sitio. Pensó por un momento que tal vez eso no le dejaba dormir, pero mientras más pensaba, mas se alejaba de su sueño. Fue aproximadamente a las 4:30 en que Diego logro conciliar el sueño tan ansiado que necesitaba su muy exhausto cuerpo.

La noche parecía ir terminando, no había ningún ruido en la calle, lo único que se sentía eran las ramas de un árbol rosando la ventana del cuarto de Diego por el intenso viento que corría en invierno, precisamente en la ciudad de Chiclayo.

Diego se levanto casi saltando y miro la hora. 4:45. Solo había dormido unos minutos. Maldijo a la noche, al tiempo, y a sus padres por dejarlo solo. Diego, sentado en su cama, levanto la cabeza que aun le pesaba por el cansancio y examino el techo de su habitación.

Algo andaba mal.

Una respiración debajo de el rompía ese pitido de silencio que se escuchaba en toda la casa. Diego miro atrás suyo y lo que vio hizo que emitiera un estridente ruido, a la par que saltaba de la cama, y rebotaba en el suelo. Diego se veía perfectamente durmiendo en su cama.

El miedo sumado con la preocupación de que mañana tenía clases temprano, hicieron que Diego por un momento se auto convenciera de que era un simple sueño. El se asomo a la cama para examinarse a si mismo, sorprendiéndose al ver que al poner su mano encima de su nariz, sentía la respiración de el mismo.

Eso no era un sueño y lo sabia perfectamente, el sencillamente se había salido de su cuerpo. ¿Su alma? ¿Su espíritu? sea lo que sea, el se podía mover libremente por la habitación, y hasta incluso volar por ella. Se tomo su tiempo, que solo fueron unos minutos para abrir la puerta, ya que la manija se le resbalaba quizás por lo abstracto que era el. Lo hizo con sigilo, pues sabia que si por un ruido o causa exterior el sueño de su cuerpo durmiente era interrumpido, se acababa la fiesta para ese extraño viaje astral que vivía en ese momento.

Ya fuera de la habitación, Diego empezó a recorrer la casa flotando de esquina a esquina, intentando no chocarse con los muros de su morada ni mucho menos hacer un ruido comprometedor. Diego reía internamente mientras veía su cocina desde arriba, pues ahora sus pies se elevaron por encima de su refrigeradora, teniendo una visión completa de la cocina. Luego, se dirigió a la puerta principal para salir afuera de su casa.

Algo lo detuvo de inmediato. La puerta principal de su casa estaba abierta, con la cerradura destrozada. Alguien había forzado la puerta de su casa y ahora estaba dentro de ella. Diego se asusto, el estaba completamente solo en casa, sus padres estaban de viaje y realmente el, estaba aun durmiendo en su habitación. Comenzó desesperadamente a buscar en cada habitación al intruso. Su habilidad que le permitía flotar apresuro el tiempo de búsqueda hasta el momento en que se encontró cara a cara con el visitante indeseado.

En medio del pasillo que dirigía a la sala de su casa, aun en el primer piso, se topo con un anciano. Esto no lo calmo, pues el anciano que tenia al frente de el no era normal.

Cierto, sus movimientos eran lentos, muy lentos a decir verdad, pero en si lo que le asustaba a Diego, era que el anciano tenia un enorme hueco en la cabeza, dejándose ver su cráneo y una parte de su cerebro. Un charco de sangre se le escurría por la boca y sus ojos eran simples fosas oscuras. El extraño anciano parecía ya estar muerto hace mucho tiempo, no era normal esa tonalidad en su piel, y su cuerpo a pesar de tener movimientos torpes, parecía ser muy duro.

El anciano se movía torpemente hacia las escaleras que dirigían a la habitación donde se encontraba el cuerpo de Diego. Diego empezó a agitarse, quiso romper algunos platos para llamar la atención, si no del anciano, de el mismo, y que se levantara y escapara del lugar, pero fue el nerviosismo lo que no le permitió concentrarse y mover cosas como cuando lo hizo en su habitación.

El anciano ya estaba a mitad de las escaleras. Diego se agito, empezó a entrar en una crisis nerviosa. Ese sujeto, anciano o lo que sea, no tenía buenas intenciones, eso lo sabía perfectamente. Diego entonces se apresuro a flotar por encima de el y dirigirse a su habitación. Fue suerte que haya dejado la puerta abierta, lo que le permitió entrar rápidamente.

Diego entonces empezó a gritarle con todas sus fuerzas a su cuerpo para que se levantara. »AHI VIENE, ¡LEVANTATE! ¡CORRE! ¡SAL DE AQUI RAPIDO!» gritaba el incansablemente, intentando a la vez sacudir su cuerpo sin tener buenos resultados. Entonces la puerta sonó estrepitosamente, como si alguien le hubiera golpeado. Ahí estaba, el anciano arrastrándose con dirección a la cama de Diego.

Diego empezó a gritar aun más fuerte como pudo, mientras tenia prácticamente al anciano atrás de el, quien se acercaba mas y mas al cuerpo durmiente de Diego. El anciano entonces le escupió en la cara, mientras se retorcía de dolor. De inmediato Diego se ahogaba por la sustancia que tenia esparcida en el, hasta el punto de empezar a cobrar una similar apariencia a la del anciano.

Diego se estaba despertando, y el alma de Diego sabía que tenía que volver. El alma de Diego, entonces supo lo que sucedería a continuación, por lo que no le quedo mas remedio que dejarse llevar por el hilo invisible que los unía y regresar a su cuerpo.

Tres días después, los padres de Diego llegaron del viaje, sin encontrarlo a el ni rastro alguno que facilite su ubicación. A la vez, una misteriosa ola de ataques se registraba en el país, donde aseguraban que personas ya fallecidas, estaban volviendo a la vida.

De Miiiiii.

Escante

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