Para algo tenemos las manos

Julio Maldonado era un tipo común. Le gustaba salir de fiesta y ligarse a cuanta mujer pudiera. Era un semental. Un dios del sexo. Un verdadero rey del aparato reproductor femenino.
Existían algunos mitos sobre él, ya que al no ser tan agraciado físicamente nadie se explicaba cómo lo hacía para conseguir a tantas mujeres bellas, mitos que no comentaremos en esta ocasión, sino que les hablaré de cuando consiguió aquel trabajo, en aquel edificio, en aquella calle endemoniada. O eso decía la gente de ese lugar.
El día que fue a la entrevista de trabajo tuvo una larga charla con un calvo enano con bigote que, Julio dedujo, era su jefe.
“¿Enano con bigote?¿En serio?” algo así se estarán preguntando en estos momentos. “¿Acaso piensas asustarme con un imbécil enano con bigote?” o quizás eso quieren decir pero este enano además de tener bigote era calvo y tenía una mirada capaz de asustar al más valiente lector de creepy pastas.
Lo importante de esto es que el vil enano calvo con bigote le dio un horario demasiado pesado al pobre Julio, quien tuvo que dejar de hacer muchas cosas para poder cumplir con tal arduo deber.
Las primeras semanas todo estuvo bien, Julio desde pequeño fue trabajador y solía hacer bien todo lo que se proponía. Pero luego de un par de meses llego el cansancio, el estrés y algo aún peor: no había tenido relaciones sexuales desde que trabajaba para el malvado enano calvo.
Julio estaba desesperado. No había pasado por una sequía así desde los 8 cuando su mamá lo castigo por copular con la profesora de lenguaje en la biblioteca del colegio.
Maldonado ante tal desesperación decidió hacer algo en lo que todo buen soltero y mal agraciado joven sabe hacer. Decidió masturbarse.
Comenzó a buscar guías por internet y videos en youtube sobre como hacerse una paja ya que nunca tuvo la necesidad de recurrir a ella como en esta ocasión, pero como Julio aprendía rápido esa misma noche estaba preparado e inició el procedimiento.
Prendió unas velas aromáticas y tenía listo el papel higiénico a su lado derecho. Se sentó en el sillón y empezó a tocarse con la izquierda (era zurdo), mientras que con la derecha hojeaba las revistas que compró para ese día.
Paso un rato… unas horas… todo en vano. En ningún segundo se sintió excitado y en ese momento, pene en mano, fue que Julio tuvo una revelación: Él era inmune a la paja, después de tanto tiempo teniendo sexo se dio cuenta que solo buscando una flor femenina podría satisfacer su gran necesidad.
Al otro día cuando despertó, aun con el olor de las velas en el ambiente, sentía que estaba lleno de espermatozoides esperando a ser liberados pero no sabía que hacer. Realmente Julio estaba desesperado.
Llegó al metro como era costumbre todas las mañanas y se subió al vagón en dirección a su trabajo. En ese momento algo malo iba a suceder.
Una vez más tuvo que ir de pie ya que entre toda la gente ahí, Julio incluido, parecían sardinas enlatadas y apenas había espacio para moverse.
Julio estaba inquieto, algo lo perturbaba. Una mujer robusta, con unos cuantos kilos de más tenía toda su humanidad justo delante de él y con el movimiento del vagón provocaba roces en cierta parte de Maldonado lo que provocó una erección terrible.
Julio estaba desesperado, sabía que esto no terminaría bien. Cada movimiento del vagón hacía que se estremeciera de placer, casi gimiendo, mejor que cualquier noche con cualquier mujer. Después de cierta cantidad de segundos Julio no se pudo controlar y ocurrió la tragedia…
Tenía tantos espermatozoides acumulados que eyaculó de tal manera que provocó una explosión en sus testículos lo que llevó a que todos murieran en un mar de sangre y semen.

Esta historia es real y se dice que Julio aún vaga por el metro buscando a aquella mujer robusta. Si algún día te topas con él espero que no esté lleno el metro.

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Luciano

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